El padre Mariano Oberlín denunció que el martes, a las 16:00, una persona atacó a tiros el centro de rehabilitación de adicciones que dirige y funciona en Campo de la Ribera, en el Este de Córdoba Capital. El cura dijo que la Policía fue “espectadora” y que no hizo nada pese a que la agresión se produjo a 40 metros de una de las casillas policiales que se encuentran sobre la Costanera del río Suquía. En principio, por sus características, el episodio podría haber sido una acción intimidatoria con el sello “narco”. Casi un día y medio después de la agresión, ni la Policía ni el Ministerio de Seguridad de la Provincia han emitido declaración oficial sobre el hecho.
Oberlín afirma que decidió hacer la denuncia pese al temor a represalias “de un lado como del otro” -en referencia al narcotráfico o la Policía-, porque “si no confrontamos a quienes pretenden adueñarse del barrio, llegará un momento en el que va a ser muy difícil volver atrás”.
Este mes, la Fundación de Oberlín había sido víctima de un robo en el mismo lugar, aunque las pertenencias fueron recuperadas y el joven de 28 años que cometió el atraco, apresado. El religioso señaló en esa oportunidad que no era la primera vez que su organización sufría un hecho de estas características.
Oberlín lleva adelante en el Este de Córdoba Capital un fuerte trabajo social, educativo y de rehabilitación de jóvenes con adicciones.
Esa zona de la ciudad, es una de las que posee una mayor cantidad de personas en situación de vulnerabilidad y que también se ha visto afectada por el despliegue de organizaciones de narcotráfico.
Cabe recordar que, en Córdoba Capital, según el último informe del INDEC, correspondiente al primer semestre de 2022, viven 632 mil personas en situación de pobreza (40%), de las cuales casi 157 mil (9,9%) se encuentran en situación de indigencia.
En el posteo que publicó en su cuenta de Facebook, Oberlín cuenta que “el martes a la tarde, alrededor de las 16:00, un tipo se asomó por la tapia perimetral del centro de rehabilitación que tenemos en el Campo de la Ribera, en donde viven 40 chicos, y disparó al voleo dos tiros con una escopeta recortada”.
Sigue diciendo que “inmediatamente se subió a un auto bordó, y salió a alta velocidad. Esto ocurrió a 40 metros de una de las casillas policiales de la costanera. En su huida, el auto pasó por enfrente de la escuela, en donde había cuatro policías custodiando la salida de los chicos. Ahí mismo esquivó a un colectivo al que casi choca, e inmediatamente esquivó a una palita mecánica nuestra en la que venía de trabajar en la limpieza del basural uno de los chicos de nuestra comunidad”.
Precisa que “los encargados del espacio llamaron a la Policía. Acudió un móvil a entrevistar, y luego se fue. Hasta allí, toda la policía actuó como simple espectadora. Yo no estaba en ese momento. Llegué cerca de una hora y media después. Frente a la inactividad de la policía, y dada la gravedad del hecho, que podría haber terminado en alguna/s muerte/s, salimos con algunos de los que vieron el auto a ver si lo podíamos encontrar”.
Relata que “dimos varias vueltas por el barrio, hasta que nos dimos con él, e inmediatamente salió a toda velocidad cuando pasamos por su lado en la dirección contraria. Dimos la vuelta y lo seguimos por varias cuadras, hasta que pudimos tomarle la patente. Buscamos registros de la misma, y encontramos que está registrada para un vehículo distinto en Buenos Aires. Obviamente la patente es adulterada”.
Agrega el cura en su posteo que “lo llamativo es que, aunque nosotros dimos con el auto dos horas después del hecho, la policía no ha tenido resultados hasta ahora. Y aunque nosotros no tengamos aún pruebas filmográficas (que las estamos gestionando porque hay dos domos de la Policía ubicados en lugares desde donde se puede seguir la acción), estamos hablando de un auto claramente identificado con marca y color, que circulaba con una patente adulterada y con su conductor con una escopeta recortada, el cual hasta dos horas después del hecho seguía rondando las inmediaciones (del Centro de Rehabilitación)”.
Confiesa que “he dudado mucho en publicar esto, por temor a las represalias (tanto de un lado como del otro), pero esos disparos al voleo ya son demasiado como para quedarse callado”.
Plantea por último que “si no confrontamos a quienes pretenden adueñarse del barrio, llegará un momento en el que va a ser muy difícil volver atrás. La gran mayoría de la gente de nuestros barrios quiere vivir digna y honestamente, pero si dejamos que a los parámetros de convivencia los impongan un par de matones (que no son más que eso: un par, o unos pares, pero no más), estaremos condenando a las generaciones que vienen”.