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La universidad contra el levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987

En abril de 1987, los militares intentaron un golpe de Estado contra el presidente Alfonsín. La universidad de Córdoba cumplió un papel clave en la resistencia.

El frente de la columna universitaria en una de las movilizaciones de Semana Santa de 1987.

El frente de la columna universitaria en una de las movilizaciones de Semana Santa de 1987.

Córdoba Turismo 2024

(Por Carlos Vicente). La defensa de la democracia recuperada era una cuestión sustancial del pensamiento y la acción de las organizaciones estudiantiles en los años ochenta. Más allá de sus diferencias de carácter político e ideológico, todas coincidían en la necesidad de su preservación y consolidación. Las formas y métodos que se debían llevar adelante con este objetivo ofrecían una variada cantidad de estrategias.

En abril de 1987, durante Semana Santa, se produjo el primer levantamiento militar durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

En ese momento, ante la citación de la Justicia para declarar en una causa por violación de derechos humanos, el “nabo” Ernesto Barreiro se ocultó en la zona militar de Camino a la Calera, en el borde oeste de la Ciudad de Córdoba.

El “Jueves Santo” por la mañana, el Coronel Polo, jefe del Regimiento de Infantería Aerotransportada 14, hace declaraciones diciendo que Barreiro estaba en el Regimiento bajo su protección y de la oficialidad del Tercer Cuerpo de Ejército. Por detrás de toda la acción estaba el mismísimo Luciano Benjamín Menéndez.

La conducción de la Universidad Nacional y de la Federación Universitaria de Córdoba, estaban reunidas en el rectorado de la calle Obispo Trejo, prevenidas de la situación, cuando se enteraron por medio de un periodista de Radio Universidad que había realizado la nota al Jefe del Regimiento, que se estaba produciendo el levantamiento militar (**).

Ante semejante información, la Federación Universitaria de Córdoba  declaró la toma y ocupación simbólica de la universidad, y el Rector Rebora convocó a sesión permanente del Consejo Superior y resolvió que los Servicios de Radio y Televisión de la Universidad trasmitieran toda su programación en defensa de la democracia. Así, los hechos tomaron estado público en la ciudad rápidamente, y la ciudadanía comenzó a movilizarse de inmediato.

La FUC y los centros de estudiantes convocaron en defensa de la democracia y en pocas horas estaba ocupado por cientos de estudiantes el edificio del Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)  y de cada una de las Facultades. Todas las agrupaciones que integraban su conducción actuaron en conjunto. En los decanatos comenzaban a sesionar simbólicamente los Concejos Directivos. A la ocupación del rectorado empezaron a llegar representantes y militantes de todo tipo de organizaciones sindicales, sociales, barriales, profesionales y ciudadanos sin organización.

La FUC puso la información en conocimiento de la FUA y las otras Federaciones Universitarias, que de acuerdo a la afinidad  política, ponían en funcionamiento sus propias iniciativas en defensa de las instituciones. Casi una centena de facultades en todo el país y siete universidades fueron ocupadas simbólicamente (Universidades de Córdoba, Tecnológica, San Luis, San Juan, del Sur, La Pampa y Noreste).

Ese mismo día, por la tarde, se produjo la primera movilización que recorrió el centro de la ciudad. La misma actividad se desplego el viernes, y el sábado se realizo una importante movilización con la participación de más de ocho mil personas. Las distintas organizaciones que participaban reproducían actividades en los barrios de la ciudad. En el interior de la Provincia de Córdoba varios Concejos Deliberantes ocuparon las municipalidades en Defensa de la Democracia.

Al mismo tiempo, el juez Federal Gustavo Becerra Ferrer y el arzobispo de Córdoba Raúl Primatesta concurrieron al Tercer Cuerpo de Ejército a “visitar” a los sublevados y reclamar concordia, en una actitud que lejos de defender la vigencia de la Constitución, le otorgaba un claro sentido naturalizador al levantamiento militar.

El gobernador de la Provincia de Córdoba, Eduardo Angeloz, eligió el camino de mantener una posición pública conciliadora, haciendo circular la información de que no había levantamiento, sino solamente un malestar de los Oficiales que debían declarar ante la Justicia. Recién el sábado a la tarde, Angeloz, con el acuerdo de José Manuel De la Sota resolvió convocar una reunión multipartidaria y multisectorial, después dos días de sublevación en el 3er Cuerpo y cuando ya era público el levantamiento carapintada en Campo de Mayo, Buenos Aires, y la conducción Alfonsinista de la UCR nacional llamaba a movilizar para defender la democracia.

La reunión se lleno de organizaciones representativas de todos los sectores sociales en la Casa de Gobierno, y reprodujo crudamente la discusión que se  mantenía larvada: por un lado la cúpula angelocista , con el acuerdo de  De la Sota, pretendía bajarle el tenor a la rebelión militar, que nada pasara en las calles y señalando que era inevitable “hacer concesiones” a los militares para “salvar la democracia”. Por otro lado, las organizaciones sociales y políticas que reclamaban una movilización de todo el pueblo para defender la democracia sin concesiones. Finalmente impusieron su criterio de convocatoria a la ciudadanía a marchar el día domingo.

El domingo de Pascua a la mañana, por lo menos, cincuenta mil cordobeses se reunieron en las calles de Córdoba; una enorme cantidad de ciudadanos de todas las procedencias. La universidad encabezada por el rector y la FUC formo una columna de más de quince mil personas.

En Plaza de Mayo se produjo en el mismo momento una de las movilizaciones populares más grandes que registra la historia Argentina, con una presencia mayoritaria de jóvenes, y  una clara decisión popular, en su diversidad de expresiones políticas y sociales, en  defensa de la Democracia.

En el palco de la Casa Rosada hablo Raúl Alfonsín. Lo hizo dos veces. En la primera oportunidad, para pronunciar un encendido discurso de defensa democrática y de confrontación contra la sublevación militar, planteando que se iba a dirigir él mismo en persona a Campo de Mayo a fin de que los sediciosos capitularan y depusieran las armas. A la vuelta, hizo un segundo discurso, en el que dijo que los sublevados se habían entregado, que  la “casa estaba en orden” y con un “Felices Pascuas” mando a la gente a sus casas.

Pocos hechos políticos registran semejante disociación, entre la enorme voluntad popular expresada en las calles en respuesta a una convocatoria democrática para frenar el golpe de Estado y el discurso político presidencial destinado a  enfriar y desmovilizar a la ciudadanía.

El desteñido discurso de las “felices pascuas” ocultaba las concesiones a la presión militar, que se expresaron 45 días después en la sanción de la Ley de Obediencia Debida

* Carlos Vicente es abogado. Este artículo forma parte de un libro de próxima edición sobre la incidencia de la reforma universitaria de 1918 en la historia democrática de Córdoba y en el rol de la UNC en la “Primavera Democrática” de los ’80.  

**.La nota fue realizada por Eduardo “Lalo” Freyre, y puesta en el aire como primicia exclusiva por Radio Universidad. Durante horas fue el único medio que confirmaba el levantamiento carapintada, hasta ese momento sólo en Córdoba, mientras que el Gobierno Provincial de Eduardo César Angeloz lo negaba y en el orden nacional, se lo mantenía como versión.

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