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Análisis

Una campaña sin gente en la calle y con paredes limpias

El pre-candidato a diputado nacional, Héctor Baldassi y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, durante una timbreada en Córdoba.

Córdoba Turismo 2024

Da la impresión que se hubiera automatizado. Que la elección fuera un asunto a resolver por otros. Pero lo cierto es que en este mes de campaña electoral, los candidatos se deben haber sentido mas que solos porque no hubo actos ni convocatorias relevantes. Todos los encuentros se han desarrollado en salas pequeñas o en el mejor de los casos, en alguna caminata. Un viejo militante político del peronismo se reía de su desgracia: “Hace 5 años atrás, si teníamos este nivel de convocatoria, no podíamos pedirle al Gallego (por De la Sota) ni un cargo de portero de escuela”. No se equivoca, pero el hombre tiene más de 50 años y la política cambió.

Hubo timbreos de Cambiemos, las clásicas volanteadas en las plazas más importantes, y los militantes barriales visitando las casas de sus vecinos en busca de renovar lealtades, pero no hubo expresión de masas. Nadie se ánimo a llenar ninguno de los gimnasios de club para movilizar a la sociedad. En ese sentido, es una campaña vacía, de gente y de emociones cara a cara.

Si se quiere, en este 2017 han quedado consolidadas como herramientas clave para las campañas electorales, las redes sociales. Todo pasó o dejó de pasar en Facebook o whatsapp. Videos, memes, flyers y fotos fueron los instrumentos de “la conversación” entre los candidatos y sus electores. El cara a cara, nooo, para qué.

Está claro que aquellos que tienen buenos presupuestos pueden estar más seguros de haber alcanzado a grupos importantes de la sociedad, pero las fuerzas políticas más pequeñas, sin recursos suficientes, han nadado contra una corriente poderosa y han pasado casi inadvertidas. Las redes son muy democráticas, pero como en la historia de los galanes, “billetera mata galán”.

Ni grafiteros quedaron. El 99% de los afiches están como los pusieron, sin intervenciones artísticas o humorísticas o siquiera de queja. Si la realidad fuera lo que dicen los afiches, se podría afirmar que estamos en una sociedad feliz, sin dramas y sin demandas que expresar. Una especie de sociedad nórdica europea, pero del sur y latinoamericana.

Tampoco hay humor ni picardía en las paredes de la ciudad. ¿Será el frío? ¿Estarán esperando pizarras digitales? Quizá suceda que la militancia joven ya no escribe a mano y necesita de dispositivos digitales para expresarse.

Otro dato, es que tampoco hubo grandes polémicas ni cruces verbales entre candidatos. Nadie insultó a nadie. Nadie le dijo una palabra fuera de lugar a los otros. Salvo el gobernador Juan Schiaretti con el presidente Macri, al que un día trató de “faltar a la verdad” o el radical Dante Rossi, que dijo que no iba a hacer “macrismo bobo”, el resto fueron más papistas que el Papa y la campaña PASÓ de largo sin un solo escándalo.

No se discutió sobre pobreza, narcotráfico, corrupción, empleo, salarios, inflación, industrialización o tarifas. Ningún ciudadano tuvo mucha oportunidad de escuchar, ver o leer manifestaciones sobre el modo, estilo, preparación, capacidad o carácter de sus potenciales representantes. El que sea elegido será como un recién llegado, al que sólo se conocerá si sucede algo importante, sino también puede suceder que no lo conozcan. La clase política, por su parte, se mostró más obediente que nunca del discurso políticamente correcto. Es una campaña bisagra, entre el viejo y el nuevo tiempo de la política. Y por cierto, si había grieta, no se notó.

Es tan particular esta campaña, que puede llegar a ganar la elección Héctor Baldassi, un hombre que nunca dio un discurso y que probablemente haga el primero de 2017 sobre el escenario de cierre de campaña de Cambiemos. La sociedad parece haber abandonado el debate y se comunica a través de las emociones y los gestos, esquivando las palabras. Y eso, pese a que los politólogos hablan de la importancia de la “conversación” en las redes. Es cierto que en Argentina, muchos candidatos parecidos han triunfado: Carlos Reutemann, Fernando De la Rúa o Daniel Scioli, por citar algunos, no se destacaban por su expresividad. Pero hasta ellos tuvieron que poner la voz en actos y giras interminables. A esta altura, está claro que es una nueva época de la política y parece haber llegado para quedarse.

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