EVA: Juan, no quiero que los gorilas se salgan con la suya. Siempre han querido comerse mis entrañas, pero no se los voy a permitir.
(Fragmento de mi relato La noche de Santa Ana, con dramaturgia de Raquel Camusso, titulada El legado).
El título de esta nota refiere a una biografía de Eva Duarte de Perón escrita por la francesa Maud Sacquard de Belleroche, que a mi juicio sintetiza muy bien el sentimiento popular de quienes vivieron las mieles de su breve “reinado” sobre el planeta. Hoy se cumplen 70 años de aquella noche trágica que devolvió a quienes la amaban la sensación de desamparo que padecen, desde siempre, los que están en el mundo con unas pocas pertenencias que les permiten (sobre)vivir y no morir de hambre, sensación que se repite a lo largo de los años hasta que aparece un líder o lideresa que sintetiza esos sentimientos y los toma como bandera. ¿Quién podía imaginar que esa jovencita que a los 15 años huyó de Los Toldos porque quería ser actriz, hija “ilegítima” de un pequeño estanciero que tenía dos familias constituidas, se transformaría en esa persona capaz de cambiar las fisonomías de la gente, de la tristeza a la felicidad, que es mucho más que la alegría, impulsando leyes, transformando la beneficencia de las damas de alcurnia en una Fundación, o arengando a los obreros en huelga? Pero además, aportando un rostro cuya belleza supera los cánones de todos los estereotipos cada vez más sofisticados que existen en el mundo.
VER MÁS ARTÍCULOS DE FERNANDO LÓPEZ.
Hubo sin duda muchas mujeres en esa y en todas las épocas que lucharon a brazo partido para sostener un proyecto político que les habría cambiado la vida para siempre, si Argentina no hubiese sido sometida al permanente saqueo de una clase social que se negaba y se sigue negando a compartir el usufructo de un país inmensamente rico, codiciado por las grandes corporaciones trasnacionales que han ocupado el histórico lugar de los imperialismos. Fue sin duda un momento histórico irrepetible, en Argentina y en el mundo. Las mujeres no podían participar en la elección de sus gobernantes hasta que en 1947 Evita logró la sanción de la ley del voto femenino. Ni compartir la disposición de los bienes comunes, ni la patria potestad de sus hijos recién reconocida en el artículo 39 de la Constitución de 1949 (que, derogada por la convención constituyente de 1957, sigue siendo el modelo a seguir porque impulsa y reconoce la mayoría de los derechos sociales que se conocen en la actualidad: los derechos de los trabajadores, de la familia, de los ancianos; la protección estatal para la educación, la ciencia y el arte; la enseñanza primaria obligatoria y gratuita, la igualdad entre varones y mujeres en las relaciones familiares, la autonomía universitaria, la función social de la propiedad).
En 1948 la primera dama creó la Fundación a través de la cual obtenía dinero para construir hospitales, asilos, y escuelas; impulsó el turismo social, creó colonias de vacaciones; difundió el deporte entre los niños; otorgó becas para estudiantes; ayudas para la vivienda; y promocionó a la mujer en todos los estamentos, adoptando así una posición activa en las luchas por los derechos sociales y laborales. También, y el dato no es menor, fue el vínculo directo de Perón con los sindicatos y con los humildes, como parte de un proyecto político nacional que incorporó al preámbulo en 1949 la irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Esos fueron los tres principios básicos sobre los que el peronismo en el gobierno pretendió modificar la relación de los trabajadores en el reparto del producto interno bruto, llevándolo a un 50 %, cifra nunca más alcanzada por ningún gobierno (justicia social concebida como derecho humano); independencia económica de todo proyecto neocolonial, teoría desarrollada en aquella época en común con los otros países de América Latina; y el fortalecimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos.
Fue una mujer valiente, sencilla, abnegada aún a riego de su propia salud. Lo dio todo de sí en vida y yo me atrevo a creer que si hubiese podido, después de muerta habría seguido haciéndolo. En 1950 le diagnosticaron cáncer de útero pero se mantuvo firme en sus deberes hasta el día de su muerte, el 26 de julio de 1952. No se privó de votar en su lecho de muerte. La enfermedad la fue debilitando físicamente hasta dejarla hecha un despojo de poco más de 40 kilos, enfermedad que habilitó al Ejército a resistir su nominación como vicepresidenta para las elecciones de 1951. Tan amada y reverenciada por su pueblo, esos a quienes ella llamaba “los gorilas” o “asquerosa oligarquía” se vengaron secuestrando su cuerpo embalsamado y paseándolo por el mundo, a escondidas, durante 16 años, hasta depositarlo en una tumba a nombre de María Maggi de Magistris en el Cementerio Maggiore de Milán, con la sospechada anuencia y participación del Papa Pío XII. Una historia maravillosamente narrada por el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez.
En La noche de Santa Ana, mientras Pedro Ara embalsama el cuerpo venerado por una multitud que la veló en la calle durante toda la noche, bajo la lluvia, el espíritu de Eva sale de su cadáver, pasa la noche con un Perón demolido por una pérdida que no puede asumir y le pide un último deseo. Se aman y conversan, como dos amantes, y cuando el embalsamador le recuerda que debe volver al cuerpo ya listo para el velatorio, Ara le cuenta el proceso que ha realizado y le dice que las vísceras serán descartadas porque se pudren enseguida. Entonces Eva le ruega a Perón que se deshaga de ellas, entregándolas como alimento en una escena que no se debe adelantar y está relacionada con el título de la obra teatral. Así, en la ficción, se vengará de quienes la odiaban hasta el punto de escribir viva el cáncer en las paredes de una Buenos Aires gris y helada. En otra escena Perón imagina un epitafio ejemplar: “Aquí yace una mujer que se negó a ser pasto en el festín de los gorilas”.
Finalmente yace, intacta y venerada, en el cementerio de la Recoleta. Si Evita viviera, seguramente encabezaría la marcha de antorchas de este 26 de julio de 2022.
* Fernando López es escritor y abogado. Fue juez de instrucción y juez de control en la justicia provincial de San Francisco. Lleva publicadas varias novelas y desde 2014 organiza el Encuentro Internacional de Literatura Negra y Policial “Córdoba Mata”.
VER MÁS ARTÍCULOS DE FERNANDO LÓPEZ.
—