(Por Máximo Brizuela *). Con las finales deportivas del Torneo Unidad y Confraternidad Sindical ya consumadas, es momento de hacer una pausa y reflexionar, una vez más, sobre el verdadero valor de estos encuentros: la unión, la presencia compartida, el estar juntos.

Más allá de las «victorias y derrotas», nuestro torneo nunca se trató de resultados. Porque el éxito no se mide en trofeos ni medallas. Nuestra verdadera victoria es el abrazo entre compañeros y compañeras lucifuercistas; es la familia compartiendo un mismo espacio, celebrando la vida.
Las risas, la alegría del presente, los niños y niñas correteando entre las mesas, los mates compartidos al borde de la cancha… Ese es el verdadero tesoro de nuestra institución. Ese es el sentido más profundo de lo que hacemos, de lo que somos y por lo que luchamos cada día.
La unidad, lo colectivo, la vida en comunidad: ese es nuestro punto de partida para responder a la gran pregunta sobre el sentido de la vida. Porque no hay comienzo posible sin el otro. El individualismo que hoy tanto se promueve solo conduce al aislamiento y a la oscuridad. Nuestra respuesta, nuestra bandera ante eso, es seguir apostando a estos espacios de encuentro, de fraternidad, de caminar juntos como trabajadores y trabajadoras, iluminando el camino con esperanza y compromiso.
El bienestar de cada familia, su felicidad, es nuestro norte. Sabemos que los vaivenes de la vida son inevitables, pero mientras nuestro horizonte siga siendo la dignidad del trabajador y la trabajadora, que se traduce en bienestar familiar, siempre tendremos razones para celebrar nuestras verdaderas victorias.
Siempre seremos una familia, siempre trabajaremos para el otro. Y eso, al final del día, es lo único que importa.
* Por Máximo Brizuela es secretario General del Sindicato Regional de Luz y Fuerza (SiReLyF).
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