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Análisis del editor

Scola, un crack distinto

Llora Scola. Lo aplaude el mundo. (Foto: FIBA).

Recuerdo a Luis Scola con su cara de pibe y los ojos de un veterano una noche de invierno, en el gimnasio con techo de chapa de Pico Futbol Club. Creo que fue en 1996. Los periodistas nos sentábamos a metros del banco de suplentes del visitante, dentro del campo de juego. Luis, que tenía 15 o 16 años, jugaba para Ferro, venía sufriendo en la zona pintada a los internos locales y faltando 2 o 3 minutos para el final de la primera parte, fue sustituido. Salió del campo de juego rojo de bronca y Mario, su padre, le alcanzó una toalla blanca. Se la puso sobre la cabeza, apoyó los codos en las rodillas, se puso las manos en la cara, y ahí se quedó mirando el piso hasta que terminó el primer tiempo. En esa época, en el entretiempo, con los colegas de los distintos medios, era un clásico comprar un choripán en la cantina del club y volver para la cobertura del segundo tiempo. Cuando regresamos, Luis ya estaba en el parqué, solo, tirando al aro y ensayando sus movimientos en el poste bajo. Los chicos que saltaban de la tribuna a tirar al aro, le alcanzaban la pelota, admirados, porque muchos de ellos tenían 3 o 4 años menos. La anécdota viene a cuento de su profesionalismo, capacidad de trabajo y de su cualidad de competidor insaciable. Más allá de su enorme talento, a esas condiciones las tuvo siempre, sin importar dónde jugara.

El recorrido de Scola por Europa, la NBA y la selección con la Generación Dorada primero y sin ella, después, es conocido. Sus enormes logros, con medallas olímpicas (Oro en Atenas 2004; Bronce en Beijing 2008) y dos subcampeonatos mundiales (Indianápolis 2002 y China 2019) también. En el básquetbol hay un club selecto que integran muy pocas naciones, las que están siempre; y hay otro grupo, en el que se encuentra la mayoría, que alguna vez puede entrar y otras veces mira desde la puerta. Argentina estaba ahí. Con Scola como hilo, dos generaciones del básquet argentino han entrado y permanecido en la élite de este deporte desde Indianápolis 2002.

Scola es un tremendo jugador, tan respetado, que este lunes se detuvo el partido para aplaudirlo. Australianos, argentinos, árbitros, y las pocas personas que pudieron ingresar al estadio de Saitama, Japón, le brindaron un emotivo y merecido homenaje. Un reconocimiento que excede Argentina. Luis es un jugador que en su carrera ha hecho mejor al básquetbol como deporte, por su inteligencia, por su talento para el juego, y por su afán constante de superación. Un liderazgo hecho a base de hazañas deportivas, de sabiduría, y también de mucho trabajo.

En una entrevista que le hizo el diario Clarín en 2019, Scola hablaba de las emociones, pero a través de ellas mostraba su visión personal y del mundo. Pareciera que además de su tremenda facilidad para llegar al gol, tuviera un chip que le permite analizar los escenarios con el largo plazo adentro: “Con el tiempo me fue resultando más fácil (manejarlas). Porque al final del día, somos nuestro promedio. Vos no sos ni tu mejor partido, ni el peor. Todos esos partidos son puntos en un gráfico de rendimiento. Y vos sos una línea en el medio, que lo más probable es que no toque ninguno de esos puntos. Cuando un tirador tiene un porcentaje, digamos, del 40%, cada vez que se para detrás de la línea y tira un triple, nunca va a llegar a 40% porque hay dos posibilidades en ese tiro: que sea 100% o que sea cero. Debe tirar cinco tiros para llegar al 40% acertando 2 de 5. Y no es tirador porque un día metió 5 triples ni deja de serlo el día que mete 0 de 10. La unión de todo eso, durante su carrera, lo convierte en un tirador de 40%”.

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Continúa Scola: “Mi carrera ya está hecha, está diluida en un montón de cosas, buenas y malas. En ese sentido, no puedo darle al último torneo, al último partido o al último resultado una importancia que no tiene. Si querés podés hacer el ejercicio pensando en Michael Jordan. ¿El último partido de Jordan fue el del tiro (contra Utah Jazz en 1998)? No, fue uno en Washington. Y no cambia nada. No necesitás el final épico para que tu trayectoria sea mala o buena. Por eso no lo tomo de esa manera, porque Tokio no definirá mi carrera; mi carrera es todo lo que conseguí. Después cada uno la analizará a su modo. Mi último partido se lo van a olvidar en cinco o diez años; van a hablar de Luis Scola como un montón de cosas que pasaron, todo quedará en la bolsa y lo que se dirá de mí será lo que fui capaz de hacer, de manera consistente, a lo largo de 20 años”.

Facundo Campazzo, el base de los Denver Nuggets, líder del equipo argentino dentro del rectángulo de juego, lo definió con muchísima claridad este mismo martes 3 de agosto en el sitio de la Confederación Argentina de Básquet (CABB): “Luis nos contagió los valores, la forma de trabajar y afrontar un torneo. Trabajar duro, como equipo. Hay que mantener eso, mantener la química de equipo. Cuando estamos todos juntos somos difíciles de vencer”.

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Reconoció también que “es increíble ser parte de este momento. Fue único. Se nos ponía la piel de gallina. Viendo cómo se paró el partido y aplaudían de pie. Y encima que esté en nuestro equipo. No se puede decir más nada. Es algo de lo que hay que estar orgulloso. Disfrutamos de Luis, de su liderazgo”.

Y al ser consultado por cómo se sigue después de esta eliminación, y el probable final de carrera de una leyenda, expresó: “Espero que no haya sido la despedida de Luis, que no se retire más. Cuando pase, va a ser un antes y un después. El foco que él nos metió es el siempre darle para adelante. Dejó atrás las comparaciones con otras generaciones y nos hizo dar cuenta de que podemos hacer nuestra propia historia. Y eso no lo hace cualquiera”.

El australiano Mills saluda a Scola. (Foto: FIBA).

Justamente, en la misma entrevista de Clarín, Scola recordaba que puertas adentro del vestuario había dicho que la selección podía jugar las semifinales en China. Agregaba un concepto que resulta clave para comprender la razón de ese salto: “La temática después de 2016 fue esa: tomar vuelo propio a ver adónde podíamos llegar. Necesitábamos romper ese lazo con la Generación Dorada para desarrollar nuestro máximo potencial. Las similitudes son increíbles, pero la realidad es que es imposible pensar que se va a repetir la misma historia”.

Planteó: “No estamos en el mismo lugar que en Atenas. Ahí teníamos otro nivel de talento y el mundo también era distinto. Todo estaba concentrado en la NBA, los demás equipos tenían uno o dos jugadores en esa liga, hoy tienen 10 o 12, 6 o 7. Y la misma lógica aplica: al romper ese vínculo, que fue lo mejor que hicimos y lo que más resultado nos dio a nivel mental, traerlo de nuevo sería contradictorio. Somos otros jugadores haciendo otras cosas y sobre eso queremos ser juzgados. Después, el resultado no sabemos si será el mismo. Mejor no va a ser (se ríe), puede ser igual. Pero no estamos tratando de superar aquello sino de jugar el mejor torneo posible”. La historia ya está escrita, la selección fue segunda de España.

Luis Scola se abraza con Sergio Hernández. (Foto: CABB).

El periodista apunta luego que “(Sergio) Hernández siempre recuerda preparaciones flojas que luego no incidieron tanto…” Y Luifa le responde: “Sí, pero teníamos mucho más talento, seis tipos en la NBA, jugadores 7 y 8 que eran top 5 de Euroliga. Un talento que hoy no tenemos y dentro de un mundo en el que no había tanta jerarquía repartida en el ámbito FIBA. Eso te da el talento: la posibilidad de hacer las cosas un poco peor y salir ileso. Estados Unidos puede tener una mala preparación, llegar un poco peor en forma, pero otros países tienen menos margen para esas atribuciones. Nuestro talento hoy no nos lo permite. Somos capaces de ganarles a muchos equipos, lo hemos demostrado. De hecho, muy probablemente seamos capaces, aunque no favoritos, de ganarles a todos los equipos del torneo. Pero a su vez somos capaces también de perder con cualquiera de los otros 11, incluidos Japón o Nigeria, porque no tenemos el talento como para no llegar bien y ganar igual. La respuesta de dónde vamos a llegar va a estar directamente relacionada a nuestro tipo de preparación”.

Respecto a porque Argentina después obtuvo el segundo puesto en China, Scola le dice: “La realidad es que necesitás esos jugadores (los de nivel NBA) para aspirar a una medalla. Después fuimos al torneo y arruinamos mi propio argumento; yo hice toda la fuerza del mundo para arruinarlo. Pero ese resultado no lo invalida: tu nivel de talento define qué sos y adónde vas a llegar. Y nuestro objetivo tiene que basarse en generar la cantidad de talento suficiente. No podés ganar medallas pensando que vas a ganarle a un equipo mejor que vos. Lo podés hacer una, dos veces, pero no lo podés hacer repetidamente. Volvemos al concepto del promedio: un día vas a estar por encima y otro por debajo. Es tan lógico lo que pasó en China como lo sería lo opuesto, que termináramos en el puesto 11”.

Scola con la medalla dorada en Atenas 2004. (Foto: Archivo).

Después profundiza y describe parte del ADN que caracteriza al país: “Nosotros nos basamos muchísimo y nos apoyamos en lo que es un ancla para nosotros: la viveza, la escuela, los huevos, lo que pasa cuando nos ponemos la camiseta. Constantemente estamos promoviendo un esfuerzo extraordinario: ‘Porque ahora nos pusimos la camiseta argentina y vamos a jugar a un nivel tan superior al de nuestro talento que vamos a ganar una medalla’. Y esto tiene un problema grave, porque es insostenible en el tiempo. El rendimiento extraordinario, la palabra te lo dice, no lo podés repetir. Lo que sí podés repetir es tu promedio, entonces tenés que conseguir que eso que sos capaz de repetir todos los torneos de tu vida sea de un nivel alto. Ahí te ponés a la altura de los mejores del mundo”.

Pero la vida deportiva de Scola no fue lineal. Si bien no ha sido un jugador que haya sufrida muchas lesiones, sufrió una grave, que comprometió su carrera. Allí también se puede observar su temple y su capacidad para reinventarse. La historia se la contó a Álvaro Martín y fue recogida por la revista basquetplus.com.

También se puede escuchar la entrevista en el podcast de Álvaro Martín (Vidas NBA),

Relata el artículo la lesión que sufrió en la temporada 2010/11, en la NBA. “Fue un momento duro. Cuando me lastimé pareció una tontería. Fue un choque hueso con hueso y volví a jugar, pero después se me hinchó porque descubrimos que en ese golpe se había hecho una grieta”.

“La situación requirió consultas médicas, y ahí vino lo peor: Se estaba pelando el cartílago. Armamos una lista de varios médicos y el primero me preguntó de entrada, ¿cuánto llevás sin jugar? Y yo le dije “ayer”. No entendían cómo había jugado porque tenía un problema grave”.

Luis Scola. (Foto: FIBA).

“No quedó tiempo más que para elegir qué tipo de operación hacerse. Era una que fue la que me hice yo, de limpieza, u otra de microfractura, pero donde había muchos antecedentes de jugadores que se la hicieron y no volvieron más. Yo sentía que no era tan grave, entonces me hice la primera”.

“Cuatro meses después de la recuperación, la historia no mejoraba: La rodilla no iba ni para adelante ni para atrás. Me acuerdo de ir caminando y caerme porque la rodilla cedía. Pensé que no iba a poder jugar nunca más. Fui a ver al médico y le dije que me dijera la verdad, y él me confesó que no creía que pudiera volver a jugar con normalidad. Que terminaría quizá ese año, o uno más. ‘Me sorprendería que juegues dos años más’. No creo que tengas chances de jugar una temporada completa’. Yo me fui de ahí y no lo podía creer. Tenía 31 años y estaba totalmente abatido”.

“Me tomé una semana de reflexión y tomé la decisión de rebelarme. Y llevo 9 años jugando. De hecho, jugué el Preolímpico de Mar del Plata y terminé siendo el MVP y campeones. Ahí me dí cuenta que podía jugar, aunque entendí que tenía que hacer toda una preparación para cada partido. Y para eso cambié la forma de comer, de dormir, de entrenar. Le dí una vuelta de tuerca a cada cosa para maximizar la parte física y así poder estirar mi carrera”.

Mientras que la segunda oportunidad en la que produjo un cambio a su rutina y mostró su madera de profesional, fue en la preparación para el Panamericano 2019 y el Mundial de China. La historia la contó Página/12: “El básquet está cambiando: se juega más rápido, con más dinámica y más vertical. Los jugadores son más livianos, con mayor envergadura, y de ahí surge mi cambio. No se puede imponer, tenés que adaptarte a lo nuevo si querés jugar”.

Para hacerlo, con 39 años, completó un entrenamiento personalizado durante tres meses en su campo de Castelli con Mariano Sánchez, el hijo de Oscar “Huevo” Sánchez, en la cuestión técnica y Mariano López en la parte física. Allí armó una cancha de básquet y se preparó a conciencia.

“Fue espectacular, intenso, exigente. Resultó increíble darle un golpe de motivación en esta última etapa de su carrera”, explicó Sánchez, un entrenador especialista en técnica individual, que ya había trabajado con Emanuel Ginóbili antes de los Juegos de Río de Janeiro, y que condujo a varios jugadores de NBA en sus tareas de pretemporada. “Fuimos buscando soluciones técnicas para encontrar un control físico. A la vez, Marcelo López hizo un trabajo espectacular con la parte física y, hoy Luis está impecable”, completó Sánchez.

Otra faceta que revela su tipo de liderazgo y su trascendencia, es que no cree que este se dé sólo por transmisión de experiencia o a través de las palabras, sino que cree que es fundamental dar el ejemplo. Por eso siguió entrenando y mejorando su juego hasta el último juego olímpico. Pero en ese sentido cabe recordar su conversación con Sergio Hernández sobre ese punto.

“Creo que (a la nueva generación le) aporté varias cosas, pero el gran porcentaje de mi energía, mi esfuerzo y mi voluntad en este tiempo estuvo orientado a lo que yo pudiera darle a este equipo adentro de la cancha. No quise encasillarme en un lugar donde mi palabra, mi presencia o mi experiencia, por más que fuesen importantes, fueran el valor total de lo que yo aportara. Tuve una charla con Oveja (Hernández) cuando me dijo que quería que jugara en la AmeriCup 2017 y hablamos de esto, de empujar, del cambio, bla bla, y en un momento le dije: “Esto está genial pero yo tengo que saber que, como entrenador, me querés a mí por lo que te puedo dar adentro de la cancha”. Y él me dijo que era absolutamente así y ahí empezó esta movida que ahora termina. No fue un ultimátum de mi parte ni nada por el estilo; simplemente quería tener claro que lo que yo iba a aportar no era simplemente un valor testimonial.

“Si yo pudiera volver a vivir mi vida, volvería a ser deportista profesional todas las veces que pudiera”, dijo Scola en otra entrevista con Diego Borini, en La Nación en 2018. Allí, este hombre que es amigo de Adrián Paenza, que le encanta la matemática, y que apenas salió a la venta, compró un Toyota Prius –que utiliza motor híbrido, a combustible y energía eléctrica- para hacer honor a su idea de sustentabilidad, también se refirió a su idea sobre jugar en la selección argentina y sobre cuál sería el legado que le gustaría dejarle a sus hijos.

¿Qué te sigue movilizando para estar en la selección?

Nada en particular, yo soy un jugador de básquet al que le gusta jugar. Me llaman y vengo. Me alejo de ese discurso del doy todo o el vengo nadando…

¿Te molesta un poco que se digan esas cosas?

No molesta. No me siento cómodo con esa forma de expresarme. Se me vincula con esas formas, pero no soy yo. No tiene nada de malo ser así, todos tenemos diferentes personalidades. Yo no vendría nadando, vengo en avión y viajo muy cómodo. Llego y me entreno con zapatillas nuevas…

¿Tomás dimensión de las cosas que hiciste?

–Me pasó cuando dejé de jugar en la NBA, que me paré desde afuera y pude ver lo que es ese universo. Pero inmediatamente salí de ese pensamiento porque las cosas que hice ya están. Ahora quiero hacer cosas nuevas. Seguro que nada será tan importante como ganar una medalla dorada en un Juego Olímpico o jugar en la NBA, pero pretendo hacer otras cosas tan buenas como aquellas. No espero que la gente lo mida así, pero es lo que pienso.

¿Vos cuidás que sea así?

–Dejo que pase, no intento ocultar nada. Si me preguntan les cuento la verdad. Si me preguntan si gané una medalla se los digo, pero no que papá fue un héroe o un líder o todas esas cosas que se dicen. Ellos en algún momento lo evaluarán. Pero tampoco es tan importante. Sí creo que tiene valor cómo encaré mi carrera, cómo vivo el día a día. Ese creo que es valor de padre a hijo. Eso sí siento la necesidad de transmitirles. Cuando pronto se acabe todo y esté todo escrito, voy a sentir esa sensación de haber hecho lo correcto. Eso vale para mí, no el hecho de haber ganado una medalla. Los logros son un accidente. Por eso me preocupo por dejarles otros valores a mis hijos.

Se me caen las lágrimas a las 10 y pico de la mañana de este martes. Faltan casi 4 minutos y hago cuentas de cuándo lo va a sacar Hernández para que podamos verlo y aplaudirlo, como si estuviéramos en una tribuna, aunque esta sea virtual. Ver sus manos en alto. Miles estamos pendientes de lo mismo, de ese instante que no es promedio de nada. Que es absoluto, único e irrepetible. Desfilan las imágenes que guarda mi memoria de sus títulos, de sus partidos, de su esfuerzo, de sus noches memorables. Hernández todavía no lo saca. Quiero aplaudirlo. Estoy parado solo, frente al televisor. De pronto, a 51 segundos del final, el Oveja lo llama y Luis Scola, 41 años y mil batallas, camina, manso, a la galería de las leyendas. Sin embargo, todavía falta un capítulo, una imagen más, otra a las muchísimas que elevan su figura de 206 centímetros hasta el infinito. Los argentinos lo empiezan a aplaudir. Los australianos también. Los árbitros. Los que tienen la suerte de estar ahí, en el estadio hacen los mismo. Y seguro, miles que no están ahí, que están frente a los televisores de todo el planeta, como yo, lo están haciendo. Veo la imagen desde Japón, Luis está sentado, tiene los ojos rojos de la emoción. Siente los aplausos. Siente latir alocado al corazón.

Apago la tele y salgo al patio. Quiero que el sol de la mañana me ayude a guardar para siempre este instante.

Luis Scola se lleva la pelota de su último partido con la Selección. (Foto: CABB).

>> SCOLA EN NÚMEROS CON LA CELESTE Y BLANCA

-Cinco Juegos Olímpicos, cuarto máximo anotador de siempre y dos medallas (Oro -Atenas 2004- y Bronce -Beijing 2008-).

-Cinco Mundiales, segundo goleador histórico y dos subcampeonatos.

-Nueve medallas en el continente.

-22 años en la Selección, 22 torneos, 173 partidos y 2857 puntos (goleador histórico).

>> COBERTURA

VER Capitán con el ejemplo y con la palabra: Ginóbili y Hernández elogiaron a Scola.

VER Luis Scola: “Le agradezco a la camiseta, me voy en paz”.

VER Scola jugó su último partido con la Selección: Argentina fue eliminada por Australia en Tokio 2020.

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