(Por Griselda Baldata *) A raíz de los hechos de carácter parlamentario que son de público conocimiento en referencia a la actitud de la diputada nacional por Córdoba, Gabriela Brower De Koning y que los medios, de manera responsable, le dieron amplia y necesaria difusión, hubo una enorme repercusión en la ciudadanía.
En su totalidad, la gente, con razón y derecho, cuestionó severamente la actitud de la diputada viajera. Pero en esas apreciaciones aparecen frases como “SON TODOS IGUALES” o “LLEGAN A LOS CARGOS Y SE OLVIDAN DE LA GENTE”, etc. En realidad, y en mi humilde opinión NO SOMOS TODOS IGUALES.
Hay en el mundo de la política de todo lo que busquemos y para hacer dulce. Hay piratas, chantas y vagos en demasía, pero también hombres y mujeres responsables, inteligentes, comprometidos. Por ello las generalizaciones no son buenas, y en algunos casos muy injustas.
Nunca en mis opiniones públicas soy autorreferencial. El dirigente político debe dejar que la ciudadanía opine sobre sus acciones. No obstante, en esta circunstancia me siento con derecho a serlo y a defender la gestión pública y la representación popular. Ejercí todos los cargos parlamentarios, siempre electivos y encabezando lista sin pertenecer a los partidos tradicionales. Fui Concejal de mi pueblo, senadora en dos períodos por el departamento Río Cuarto y diputada de la Nación (cargos a los que llegué, sin padrinos políticos, sin recursos económicos, sin transa, y siempre encabezando lista). Puro esfuerzo, compromiso militante y pasión por la política.
Nunca ocupe un cargo por designación (aunque tuve ofrecimientos), jamás nombré familiares y cada vez que terminé un mandato, volví a mi profesión docente o a mi casa, y las personas por mí designadas, cada uno a sus ocupaciones.
Nunca dejé empleados en planta permanente (porque eso es canje de votos o ausencias injustificadas).
Cuando en la Legislatura Provincial caducaron los mandatos en 2001, retomé mis horas cátedras y por orden de mérito me ofrecieron la dirección del IPEM 226 “Héroes de Malvinas” de Alcira Gigena, cargo con el que me jubilé en 2003 con la modificación de la ley del Régimen Docente (50 años de edad, 25 frente al aula y en mi caso con 34 años de aporte a la provincia, incluidos los 6 en los que estuve en la legislatura de Córdoba).
Luego fui diputada de la Nación y quiero detenerme es este momento de mi vida, porque tomé una decisión que a mis pares le pareció exagerada y a mi entorno inexplicable e innecesaria. Opté por seguir cobrando mi jubilación (inferior al sueldo de un parlamentario nacional) y renuncié, no solo a la dieta de diputados, como lo indica la ley, sino también a los gastos de representación. En aquel momento (desconozco si el mecanismo es el mismo) el sueldo de un diputado estaba compuesto por la dieta (un 30 % aproximadamente,) y los gastos de representación (un 70%). La ley de incompatibilidades solo me obligaba a renunciar a la dieta. No obstante, también lo hice y durante los 4 años a cobrar los gastos de representación.
El jefe de la Secretaría Administrativa de la HCDN me explicó que no “era necesario”, porque esa es la ley, a lo que respondí: “Es legal, pero no es ético”. Solo me contestó: “Eso no lo escuche nunca aquí” (por cierto me gané el respeto de toda esa Secretaría).
Por razones obvias durante toda mi gestión cobré desarraigo y pasajes. He realizado viajes al exterior estando en la Cámara. Muchos de ellos por mi condición de Presidenta de la Comisión de Seguridad. Pero jamás en momentos de sesiones. Incluso rechace una invitación a Harvard, otra a Cuba invitada por el Ministerio de Educación de aquel país y también por mi condición de vicepresidenta de la Comisión de Educación. Tampoco fui a México en viaje de Placer cuando si lo hizo mi familia.
El oficialismo tenía mayoría y quorum propio. Para mi estar en una sesión, aun a sabiendas que perdería la votación, no solo era una obligación, también una responsabilidad personal, y un enorme privilegio poder manifestar nuestras disidencias o proyectos superadores al avasallamiento del oficialismo o, como en otras oportunidades, acompañar con placer y convicción proyectos como el de Matrimonio Igualitario. Rescato de Elisa Carrió, que con justa razón exigía la presencia de todo su bloque en las sesiones.
Cuando entré en contradicciones por algunas razones, pero sobre todo de carácter ideológico con el liderazgo del partido tuve que decidir entre quedarme y muy probablemente seguir ostentando un cargo, o ser fiel a mis principios y formación política. Obvio, opté por lo segundo. Aprendí desde joven que es mejor perder partido o cargo, que principios y coherencia. Nada me deja más tranquila que ser fiel a mis convicciones.
Por todo ello, sentí la necesidad de manifestar públicamente: NO SOMOS TODOS IGUALES, Y NO TODO PUEDE DAR LO MISMO.
* Griselda Baldata es profesora y diputada nacional (MC).
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