A veces también, cuando el hambre estruja, la política puede entrar por el gusto. Los periodistas que ayer rotaron de bunker en bunker, lo saben. Las cartas gastronómicas que ofrecía cada espacio político era variada y exponía a la vez los recursos y el aparato que cada partido tiene detrás. Pero a menú regalado no se le mira el precio ni el color político.
Ayer, en el hotel Sheraton, trinchera elegida por Cambiemos para seguir el escrutinio, el menú que “ganó por goleada”, según contó uno de los presentes, fue el asado. “Fue lo que más pidieron”, dijo. La “Cuota Hilton”, el contraste a los “Lunes veganos” que el espacio del presidente Mauricio Macri impuso en la Casa Rosada.
La del domingo fue una jornada larga para todos y para calmar la ansiedad nada como rendirse a la gula: en mesas redondas cubiertas de manteles blancos, los candidatos, ascensores y periodistas que ayer trabajaron en el hotel de barrio Alberdi, tenían a mano bandejas lustradas rebalsadas de masas finas y bocados salados, jarras brillosas con café, té y jugos. Más parecido a las horas finales de un casamiento que a un “comité” de campaña.
Distinto era el panorama en el bunker del Frente Córdoba Ciudadana, donde un dispenser de agua fría y caliente tuvo que atender “solito” a militantes y periodistas, que llevaron termos para tomar café y mate. El almuerzo fue común para todos, incluidos los fiscales: un sánguche de milanesa con agua saborizada.
Lo mismo comieron los militantes de Unión por Córdoba y los del Frente Somos, cuyo primer candidato es Néstor Moccia. “La diferencia es que nosotros mismos hicimos las milanesas en los comedores populares donde trabajamos”, explicó Moccia.
El Frente de Izquierda y los Trabajadores usó, como lo hace desde hace tiempo, el bar ArtDeco, en Sucre y Humberto Primo. El menú de los fiscales y militantes fue empanadas y tostados, pero a diferencia del resto, los que estaban en el bar, las bajaron con cerveza.
Quizás quien marcó la diferencia fue la candidata Luciana Echeverría, de Izquierda al Frente por el Socialismo. La joven candidata del MST se cocinó el sábado una soufflé de cebolla y la cargó en un tupper. “Me la hice yo misma. Es algo que puedo comer con la mano y además queda rico cuando se enfría”, contó. “Nuestro espacio es chico, no tenemos estructura para garantizar una vianda para los fiscales, así que acordamos que cada uno se las arreglaría”, dijo. A la mañana y a la siesta, Luciana fiscalizó en una escuela céntrica y, para aguantar el día, llevó mates y galletas.
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