La buena noticia cabe en pocas líneas: tras pasar un año presa por no haber podido evitar que su pareja asesinara a su beba recién nacida, Dayana Gorosito, de 21 años, recuperó la libertad.
Es apenas un hilo de luz entre una sucesión de violencias que sufre desde niña: víctima en su hogar de origen, víctima de su pareja y de la familia de este, y víctima también de las instituciones: sin entrar en el debate de si es culpable o inocente, la Justicia, el sistema de salud y el Servicio Penitenciario también la hicieron víctima.
Lo demás, en la vida de Dayana, es denso y violento. Ahora esperará que comience el juicio en la que está imputada por “homicidio agravado por el vínculo”. Su ex pareja, Luis Oroná, seguirá detenido con la misma acusación. La calificación para ambos es la misma, pero Dayana está imputada bajo la modalidad de “omisión”, es decir por no haber impedido el crimen materializado por Oroná.
La fiscal Mercedes Balestrini dispuso el cese de prisión tras los reiterados reclamos de organizaciones sociales. “Aquí hay encerradas muchas violencias. Tiene que ver con algo que se espera como madre: que ella, mujer, en ese estado de puerperio, víctima de violencia familiar, debía impedir la muerte de su hija”, dice Carina Bittar, integrante del colectivo de vecinos de Unquillos que se organizó para apoyar a la joven.
Aunque sus abogados no lograron evitar que sea enviada a juicio, su libertad es entendida, de alguna manera, como un reconocimiento -insuficiente- de su condición de víctima. No es común que este tipo de medidas sean tomadas en casos de delitos cuya pena es la prisión perpetua. Ahora, Dayana espera en compañía de su hijo de cuatro años, en un lugar que sólo sus abogados conocen, que comience el juicio.
El caso estalló el año pasado cuando la familia Oroná protestó en el Hospital de Unquillo donde, aseguraban, Dayana había parido un bebé que había sido robado. Luego se comprobó que nada fue así: en cadáver, apareció en un ropero de la los Oroná.
CADENA DE VIOLENCIA
Dayana vivía en la casa de la familia Oroná desde los 15 años. Llegó allí escapando de la violencia que vivía en su hogar: una compañera de escuela, integrante de la familia Oroná, le ofreció el refugio. Al poco tiempo comenzó una relación con Luis, hermano de su amiga, con quien tuvo a su único hijo. Según testigos, Dayana no salía de la casa si no era acompañada por su suegra o su marido.
A los 20 años, estaba embarazada de nuevo. La madrugada del 19 de mayo de 2016, Dayana entró en trabajo de parto y pidió que la llevaran al dispensario del barrio. Nadie en la casa accedió a su pedido, entonces salió sola, con la ropa que pensaba ponerle a su beba, a quien nombraría Selene.
Siempre según la versión de Dayana, transmitida a sus abogados del espacio jurídico Deodoro Roca, Luis (quien dudaba de su paternidad) la alcanzó en el auto, la llevó hasta un descampado detrás del dispensario, que a esa hora, las seis de la madrugada, estaba cerrado, y la obligó a parir ahí. Luego Oroná se llevó a la niña y ordenó a Dayana que regrese a su hogar, según dijo, le “sugirió” mentir que había parido la niña en el hospital.
No se sabe que habría hecho Oroná con el niña. A las ocho, des horas después del parto, se presentó a trabajar a la obra en construcción en la que hacía changas. Cuando regresó a su casa, no llevó a la beba.
Allí comenzó la falsa historia del robo de la beba en el hospital de Unquillo. Dayana no lo desmintió, o quizás no pudo: vivía en un contexto de violencia y era intimidada. Pero la coartada de robo se desmoronó pronto: ese día en el Hospital de Unquillo no hubo partos.
A partir de ese momento comienza otra seguidilla de situaciones violentas para Dayana: sin que el cuerpo de su hija haya aparecido, con una infección avanzada, puérpera y alterada por la traumática situación que había vivido, fue imputada por el delito de homicidio agravado por el vínculo.
Fue internada en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Rawson, de donde se escapó para volver a su casa y asistir al cumpleaños de su hijo. A las pocas horas, la Policía la encontró viajando en un colectivo Interurbano, en Mendiolaza.
El cuerpo de Selene fue encontrado, en el cuarto allanamiento, dentro de un bolso oculto en uno de los roperos de la casa de la familia Oroná. La autopsia determinó que murió de frío. El 19 de mayo fue uno de los días más gélidos de 2016.
En el Penal de Bouwer la violencia institucional continuó: Durante un año, Dayana perdió el contacto con su hijo varón. El Servicio Penitenciario negó la posibilidad de que su hijo la visite por “riesgo victimológico”, un artículo del decreto de procesados. Dayana pudo reencontrarse con su hijo hace nada más que 15 días.
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