El “enano fascista” duerme cómodamente en las casas de muchos argentinos. La imagen del presidente Mauricio Macri recibiendo en la Casa Rosada al policía Luis Chocobar, responsable de asesinar a Pablo Kukoc (18) por la espalda, es una bomba en los pilares del sistema democrático porque le abre la puerta a pensamientos y prácticas autoritarias y ajenas al respeto de los derechos humanos. Con su habitual expresividad, la ministra Patricia Bullrich lo sintetizó ayer: “Es un cambio de doctrina”.
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Condicionar una parte del accionar ilegal de las policías provinciales, como las de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza, y de la Federal llevó décadas. Las fuerzas policiales salidas de la dictadura le imprimieron a su práctica en democracia muchos de los métodos del Terrorismo para-estatal, sobre todo la idea de no depender del poder civil y de operar al margen de la ley. Crímenes de Gatillo Fácil, torturas, operativos plantados, fueron moneda corriente desde 1983 y su re-organización respetando los derechos humanos era (y es) aún una deuda pendiente del sistema democrático. La Agenda Chocobar del presidente Macri y su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich augura un peligroso camino en reversa.
Ha sido útil para el bloque neoliberal y los medios de comunicación afines instalar un sentido común perverso, que es entregar a diario la errónea idea que los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra. O que la Justicia no le permite a la Policía darle su merecido a los que delinquen. O que la inseguridad crece porque se respetan demasiado los derechos humanos.
La información existente, indica que en Argentina entre 1996 y 2015, la población carcelaria creció 190%, pasando de 25.163 presos en 1996 a 72.693 en 2015. Las cifras son oficiales y fueron dadas a conocer por la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN). A su vez, el 62% de las personas detenidas tenía menos de 34 años y el 85% menos de 44.
La verdad es que en Argentina entre 1996 y 2015, la población carcelaria creció 190%, pasando de 25.163 presos en 1996 a 72.693 en 2015. Las cifras son oficiales y fueron dadas a conocer por la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN). A su vez, el 62% de las personas detenidas tenía menos de 34 años y el 85% menos de 44.
Otro dato: el 72% de los detenidos no había alcanzado o pasado del nivel de escolaridad básica (38% con primario completo; 28% con primario incompleto y 6% sin ningún registro de nivel educativo formal).
Y además, el 68% de los presos se concentra en cinco provincias: Buenos Aires (33.842); Córdoba (6.802); Mendoza (3.862); Santa Fe (3027) y Salta (2602).
Por otro lado, entre los apresados, el 96% eran hombres, el 90% provenía de ciudades, el 94% era argentino, y el 72% tenía bajo nivel educativo y provenía de ámbito en situación de vulnerabilidad. Es decir, que los presos son varones, jóvenes, argentinos, pobres, con poca o nula educación y viven en las grandes ciudades.
La elaboración del discurso dominante, por lo tanto, parte de una gigantesca mentira y alimenta, por consecuencia, soluciones ineficaces. La agenda salvaje del policía Chocobar libera al “enano fascista”, con los enormes riesgos que ello conlleva para el sistema democrático.
Hay dos planos de análisis sobre los motivos por los que el gobierno echa mano a esta salida:
-Necesita aglutinar a su base política y electoral para confrontar con el bloque populista, en una etapa en la que está en juego la reducción de los costos laborales, (salarios y leyes laborales). Es una salida urgente, de corto plazo, que despierta a una especie de “monstruo”. Con ello, también, deja entrever una elevada irresponsabilidad en los pasillos del poder.
La legitimación de Chocobar es una salida urgente, de corto plazo, que despierta a una especie de “monstruo”. También, deja entrever una elevada irresponsabilidad en los pasillos del poder.
-El modelo neoliberal que intenta restaurar el presidente es esencialmente desigual en países centrales y también en los periféricos como el nuestro. La represión interior y el disciplinamiento social requieren del control de los sectores expulsados del sistema económico, social y cultural. El policía que asesinó al joven ladrón viene como anillo al dedo a la legitimación de esta política.
Observado en un marco de mediano y largo plazo, legitimar a Chocobar, lamentablemente, implica liberar la maquinaria de la muerte -no sólo de la persecución- y muestra la decisión y voluntad de la nueva derecha de excluir al populismo y la izquierda como opciones de poder, cultura, economía y sociedad. La grieta se ahonda y como una mancha de aceite puede ensuciar a todos, tanto en el gobierno nacional como en los gobiernos provinciales. La realidad, por cierto, es más potente que la ficción del discurso de la posverdad.
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