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[Opinión] La derecha impone medidas radicales que desestructuran y lesionan a la representación política nacional

El edificio de YPF en Buenos Aires. (Foto: Archivo).

(Por Roberto Feletti *). Los cientistas políticos aseguran que, en las últimas tres décadas, como consecuencia de las reformas de mercado, los partidos de masas tradicionales del siglo XX han perdido el anclaje social y estable de parte de su voto, en favor de una ciudadanía que puede oscilar en votar ofertas del centro a la derecha, o propuestas nacional-populares y/o progresistas.

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Este comportamiento electoral, es evidente, actúa en forma muy desestructurante para la implementación de políticas de largo plazo.

Esto nos sirve para entender las peculiaridades que puede sufrir un país como la Argentina cuando no existen consensos y/o cohesión social en torno a un rumbo estructural, cuestión que nos diferencia de otras naciones de nuestra región con un grado de diversidad productiva y desarrollo económico similar o superior.

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El voto a Jair Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, a pesar del diseño monetario y cambiario desindustrializador que implementó, no tuvo más consecuencias que modificar una política económica coyuntural, como es la evolución de las variables nominales, tasa de interés y tipo de cambio.

En la Argentina, en cambio, un voto a formaciones políticas neoliberales tiene consecuencias muchísimo más gravosas.

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Ocurre que, en nuestro caso, la derecha, y ahora la ultraderecha, acometen velozmente reformas estructurales, con apoyos institucionales pero también políticos, que bordean el límite democrático.

El gobierno de Mauricio Macri, sin ir más lejos, concluyó en escasos cuatro años con un abultamiento de la deuda pública en US$ 110.000 millones, incluidos US$ 45.000 millones correspondientes a un préstamo condicionado del FMI, dejando al Banco Central sin reservas y las variables nominales de la economía desmadradas.

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Ahora, el presidente electo Javier Milei propone restablecer el modelo pastoril de fines del siglo XIX y cambiar la moneda por el dólar.

Entonces, mientras que en Brasil los comportamientos zigzagueantes de una porción de la ciudadanía que puede votar por izquierda o por derecha, según los vientos de época, son fácilmente digeribles por el sistema político, en la Argentina la derecha impone medidas radicales (sobre todo al calor de recurrentes ciclos de endeudamiento público y fuga de capitales) que desestructuran y lesionan a la representación política nacional.

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El dato que corrobora esta afirmación lo da el hecho de que los dos últimos presidentes solo han cumplido un mandato de los dos consecutivos a los que estaban autorizados por la Constitución.

Mauricio Macri fue eyectado de su ambición reeleccionista en primera vuelta mientras que Alberto Fernández – que no logró revertir gran parte del daño hecho por su predecesor- ni siquiera pudo aspirar a una postulación.

Numerosos países en el mundo han logrado afirmar un rumbo estructural de modo que las coyunturas políticas tienden a converger en el mantenimiento del timón nacional en ese sendero, con independencia de los mecanismos de legitimación política.

Con ese objetivo, en la reciente campaña electoral el candidato del peronismo Sergio Massa había propuesto un gobierno de unidad nacional para abordar de conjunto el ciclo de precios internacionales favorables y producción de energía abundante, de modo de consensuar un modelo de desarrollo industrial del mercado interno y externo en simultáneo.

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Sin embargo, la irrupción del candidato ultraderechista Javier Milei cabalgó sobre el malestar inflacionario y pudo construir una mayoría electoral -al menos en el balotaje- compuesta en parte por ciudadanos y ciudadanas que en 2019, golpeados por las políticas de Macri, habían apoyado al Frente de Todos.

El presidente electo Javier Milei, en sus primeros pasos hacia la asunción, expresa un programa que contiene:

-Aceleración de la devaluación del peso y la consecuente inflación derivada para forzar una desmonetización de la economía, licuando salarios, jubilaciones y ahorros.

-También se depreciarán las partidas presupuestarias destinadas a las provincias, las universidades y los subsidios tarifarios.

-Producida la reducción de los medios de pago circulante, el reemplazo del peso por una moneda estable anclada al dólar, o el dólar mismo.

-Privatización de la mayoría de los activos estatales, en particular YPF, dueña de reservas de gas y petróleo no convencional gigantescas.

-Apertura externa y desregulación interna de todos los mercados.

-Precios de consumos esenciales, como los alimentos y la energía, a su valor internacional.

Este programa, según sus propias palabras, va a ser aplicado sin gradualismo, es decir, como un shock de corto plazo.

De llevar adelante esto tal como ha trascendido, implica un cimbronazo de transferencia de ingresos en favor de los agentes económicos más poderosos, a cambio de una estabilidad monetaria de precios en alrededor de un año.

Es posible que parte de su base electoral no se sienta conforme con las consecuencias de este plan.

El problema es que modificar el rumbo que impulsa el presidente electo va a requerir algo más que un voto distinto en las elecciones de medio término de 2025.

Para ese entonces, existe la posibilidad concreta de que la Argentina haya perdido sus activos estatales, sus universidades públicas y gratuitas, su sistema de protección previsional y social y, sobre todo, su moneda.

Al respecto de esto último, es bueno recordar que hasta ahora no existen antecedentes de un país que haya abandonado su moneda y luego vuelto a ella.

Por todo lo dicho, el campo nacional-popular -entendido en su definición más amplia- tiene el desafío de recuperarse rápidamente de la derrota sufrida, hacer una correcta caracterización del proceso político y económico en curso, escuchar las legítimas demandas y reclamos de la sociedad y proponerle una alternativa viable a mediano y largo plazo.

Solo así podrá surgir un proyecto que garantice un rumbo sostenido en el tiempo, condición esencial para poder construir un país no solo previsible, sino también justo.

* Roberto Feletti es economista.

El economista Roberto Feletti. (Foto: Télam / Archivo).

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