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[Historias de 64 casillas] Un enorme maestro de siete décadas

El ex campeón del Mundo de Ajedrez, Anatoly Karpov. (Foto: Gentileza Clarín).

Anatoli Eugenievich Karpov nació el mismo día que la Policía mató a Bonnie y Clide (1934) y el día que inauguraron el Obelisco en Buenos Aires (1936). Sucesos que ocurrieron un 23 de mayo. Pero el que nos interesa se sitúa en 1951, en un pequeño pueblo de los Urales, Zlatoust, Rusia, donde nació “Tolia”, el segundo hijo del matrimonio de Nina Sokolova y Eugenievich Karpov.

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Karpov acaba de cumplir 70 años. De chiquito quería ser aviador. Por suerte eligió el ajedrez. Él es uno de los más extraordinarios ajedrecistas de todos los tiempos, que pudo superar con creces el estigma de ser un “campeón de escritorio” por haber ganado la corona mundial sin derramar un solo jaque contra otra leyenda del tablero: Robert James “Bobby” Fischer, nada menos.

En el inconsciente colectivo, incluso para quienes no siguen de cerca el ajedrez, Karpov es un apellido que no pasa desapercibido; y se asocia indefectiblemente con el de Kasparov, con quien protagonizaron uno de los duelos más encarnizados en la historia del deporte. Comparable a un Nadal-Federer, Borg-McEnroe, Prost-Senna o Alí-Frazier.

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Tuve oportunidad de entrevistarlo cuando vino al país en agosto de 2010, enfundado en el traje de candidato a presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (Fide). No quiero abundar sobre mi temeridad cuando le pedí opinión sobre una variante de la defensa Siciliana porque ese bochorno está descripto en detalle en esta nota.

Karpov y Juan Carlos Carranza. (Foto Gentileza).

En mi primera pregunta quise trazar una analogía con Diego Maradona. Quería saber si estaba convencido de que haber sido un grandísimo jugador le aseguraba también ser un gran dirigente. Por entonces, nuestra eliminación del Mundial de Sudáfrica con el Diego como DT era un doloroso recuerdo.

“En Argentina tenemos el ejemplo de Diego Maradona, que fue el mejor jugador del mundo, pero como entrenador, como organizador de un equipo, no logró cumplir las expectativas. Usted fue el mejor jugador del mundo, ¿no siente que le puede pasar lo mismo?”.

Epec

Eso le pregunté y el tipo soltó una sonrisa. “Todo el mundo esperaba que Argentina estuviera peleando por el título, pero tal vez el problema no fue de Maradona, sino de los jugadores que no estaban listos. Además, en el Mundial de Sudáfrica también había otros muy buenos jugadores. Por supuesto, cuando alguien emprende algo nuevo, no siempre puede ser exitoso, como Maradona lo fue en el fútbol o como yo cuando jugaba al ajedrez. Pero, en mi caso, hace bastante que vengo haciendo cosas por el ajedrez. Yo desarrollé un programa de educación de ajedrez que fue un éxito mundial, fui creador de un especial sistema de competición, la olimpíada de ajedrez para niños. Pude organizar ocho olimpíadas, con auspiciantes privados y sin ayuda de ninguna federación”, me contestó Karpov.

Finalmente, Karpov no ganó la elección, pero eso es otra historia.

¿QUÉ HUBIERA PASADO…?

Al mundo ajedrecístico le quedó para siempre la espina, ¿qué hubiera pasado en un duelo entre Fischer y Karpov?

Por desgracia, nunca lo sabremos. Muchos piensan que Bobby era superior a Karpov en 1975, cuando debieron enfrentarse y el estadounidense desapareció de la faz de la Tierra. Pero no hubiese sido tan fácil para Fischer. “Tolia” venía de tumbar a varios “Goliath” en su camino a la tierra prometida: Lev Polugaievsky, el excampeón mundial Boris Spassky y el “terrible” Víctor Korchnoi sucumbieron al paso firme del enjuto y esmirriado gladiador de los Urales.

Otros opinaban distinto, aunque con cierta exageración, como el ex campeón mundial Tigran Petrosian, quien señalaba que la desaparición de Fischer del ajedrez se debió probablemente porque descubrió que su repertorio de aperturas había sido refutado. Garri Kasparov tiene una visión más amplia y una perspectiva más completa de lo que pudo haber pasado por la mente del gran Bobby en aquél momento.

“(Fischer) Comprendió que tendría que jugar contra el líder de una generación que había crecido a la sombra de la revolución de aperturas y que había absorbido los avances cualitativos del ajedrez. Contra un luchador de sangre fría, que no sólo sabía asimilar las lecciones de sus duelos con Polugaievsky, Spassky y Korchnoi, además de utilizar los análisis de los mejores grandes maestros soviéticos, sino también exhibir su habilidad única para absorber, digerir al instante y poner en práctica todas las ideas estratégicas válidas. Al observar el ciclo de clasificación, comprendió que Karpov resultaría especialmente fuerte en la primera parte del maratón. Bobby, en vista de su inestablidad psicológica, probablemente comenzó a sentir temor ante un mal comienzo. Sin embargo, estos temores se basaban también en la calidad de la preparación de las aperturas. Fischer percibió que en un encuentro con Karpov, su preparación podría no estar a la altura de las exigencias del momento. Angustiado por numerosos complejos, acabó encerrado en un círculo vicioso: temía no estar bien preparado, y esto, a su vez, generaba nuevos temores…”, argumenta Kasparov en el volumen 5 de su saga Mis geniales predecesores.

Fischer y Karpov se vieron por primera vez en 1973, en el Supertorneo de San Antonio, Texas. La Fide invitó al entonces campeón mundial, quien (como de costumbre) llegó tarde a la cita y se debió posponer una hora el inicio de las partidas. Bobby apareció como una tromba, estrechó la mano los maestros presentes en el escenario y permaneció en la sala de juego apenas un cuarto de hora.

Hay algunas evidencias de que Fischer seguía de cerca la evolución de quien consideraba podía ser su desafiante al título. Así fue que, en ocasión de la disputa del Mundial Estudiantil de 1973, en Berlín, Bobby mandó a su madre Regina a sacarle fotos de Karpov durante unas partidas simultáneas.

Ambos tuvieron varios encuentros, algunos de ellos en secreto, tratando de llegar a un acuerdo para disputar el campeonato del mundo. Fischer exigía en ese momento que el ganador debería obtener 10 victorias, sin contar los empates, en un match sin límite de partidas. Y en caso de que el marcador llegase 9 a 9, el campeón retendría el título. Las negociaciones fueron muy tensas. La Unión Soviética no estaba dispuesta a ceder ante las demandas de Fischer y Bobby, tal vez, ya no quería jugar.

Lo que sigue es historia conocida. El 3 de abril de 1975 el entonces presidente de la Fide, Max Euwe (excampeón mundial, además), proclamó campeón a Karpov. Aunque la cosa no terminó ahí. Hubo tratativas secretas para que el match se celebrase. En una entrevista con el diario El País, de Madrid, Karpov contó que en 1976 estaba estampando su firma en un contrato cuando de pronto Fischer exclamó: “¡Un momento!”. Bobby quería que el match se llamase “Campeonato del Mundo Profesional”. “Tolia” no le pudo hacer entender que las autoridades soviéticas jamás aceptarían ese nombre. Fue el último intento de disputar un duelo que habría sido épico para el mundo del ajedrez. Después de las frustrantes negociaciones, un decepcionado Karpov concluyó que Bobby sufría un patológico miedo a perder.

CAMPEÓN DE TORNEOS

A fuerza de participar en numerosísimos torneos internacionales (y ganarlos), Anatoli se quitó el mote de “campeón de escritorio”. El enorme trabajo de preparación para enfrentar a un coloso como Fischer le sirvió a Karpov para arrasar a sus rivales.

A lo largo de su carrera ganó más de 180 torneos. Ostentó la corona durante una década. La defendió con éxito dos veces ante Korchnoi y sólo sucumbió ante otro genio como Garri Kasparov.

En el primer encuentro entre las dos K, en 1984, Karpov lo tenía “grogui” al Ogro de Bakú. Iba ganando 5 a 0 y le bastaba una victoria más para retener la corona. Kasparov lo admite en su libro Garry Kasparov sobre Garry Kasparov 1973-1985. En la partida 41, Karpov, que llevaba piezas blancas, omitió un sacrificio de pieza en la jugada 33 que hubiera significado la sexta y definitiva victoria. “¡Error histórico! Tras gastar la mitad de los 16 minuto que le quedaban, Karpov pasa por alto una opción inesperada de ganar la partida y el match”, señala Kasparov.

A pesar de todo, esa “histórica partida” se aplazó en situación ventajosa para el campeón, pero los analistas de Kasparov encontrar la ruta correcta hacia el empate. Para Garri ese fue el momento de quiebre psicológico de su adversario y el comienzo de su remontada.

Después sobrevinieron cinco duelos con Kasparov, en los que el Ogro de Bakú retuvo la corona, pero no le resultó nada fácil. Incluso, en Sevilla (1987) el match terminó igualado. Dos puntos de diferencia en favor de Kasparov muestran la paridad de fuerzas de estos titanes del tablero.

Tras el cisma provocado por Kasparov en la Fide, Karpov recuperó el título de campeón, que ostentó entre 1993 y 1999. Su figura siempre fue atractiva para las autoridades soviéticas, luego rusas (no así la de Kasparov, hoy acérrimo enemigo de Putín). Fue diputado del Congreso de Rusia, presidente del Fondo Internacional para la Paz, presidente de la comisión para los damnificados de Chernobil, y embajador Unicef. Y, por si fuera poco, es doctor en Filosofía.

Hace poco, el 14 de febrero pasado, murió su madre a los 101 años. Se casó dos veces: Irina Kuimova (1979-1982) y Natalia Bulanova (1986). Tuvo dos hijos: Sofía (22) y Anatoli (42).

Salud a este enorme maestro de siete décadas. El ajedrez, agradecido.

* Juan Carlos Carranza es periodista especializado en ajedrez.

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1 Comentario

1 Comentario

  1. Guillermo Carlos Arias

    5 junio, 2021 a 17:02

    Buenísimo

Comentario:

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