(Por Máximo Brizuela *). Después de 36 años, la mayor gloria futbolística abrazo nuevamente a nuestro país. Con un grupo humano de gran nivel y un corazón enorme, que nos hizo sentir representados, la tan ansiada copa finalmente fue levantada por el capitán Lionel Messi.
Este resultado le devuelve la alegría a un pueblo que la necesitaba y no tengo dudas, merecía más que nadie. Porque dentro de tanta tristeza y angustia, esta copa es una caricia al alma. Por un día, todos y todas, sin distinción, estaremos unidos y nos abrazaremos por el fervor que produce el haber salido campeones del mundo.
La historia de esta copa quizás fue una analogía de nuestro país, comenzando con una caída para luego levantarnos, creer y dar pelea hasta el final.
“Que la gente confíe, que este grupo no los va a dejar tirados”, expresó Lionel Messi, tras caer 2 a 1 contra Arabia Saudita. Esa promesa hizo que creamos aún más en que todo era posible. Partido a partido aquellas palabras, aquella promesa, se hizo carne en cada gambeta del diez de la selección, atajada del “Dibu” Martínez, corrida de Nahuel Molina, goles de Julián Álvarez y el despliegue general de cada jugador, comandados por un gran cuerpo técnico, con Scaloni a la cabeza.
Argentina es fiesta y alegría. Las plazas de cada pueblo y ciudad se llenan y tiñen de celeste y blanco. Hoy es un día histórico, uno que recordaremos por siempre, que traerá hermosos recuerdos que nos dibujarán una sonrisa cada vez que revivamos lo que hoy es presente.
VAMOS ARGENTINA, VAMOS SELECCIÓN.
* Máximo Brizuela es secretario General del Sindicato Regional de Luz y Fuerza (SiReLyF).
—