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[Historias de 64 casillas] La noche más larga con el maestro Bazán

Kasparov y Karpov se saludan al final de un match por el campeonato del Mundo. (Foto: Gentileza).

Los que hemos vivido más tiempo en el siglo pasado podemos dar fe de que las cosas no tenían la velocidad de ahora. El comienzo de los duelos entre Anatoli Karpov y Garry Kasparov, algo así como el River-Boca del ajedrez, coincidió con mi adolescencia en Villa Dolores.

Allá por el año 1984, con mi amigo Marco Jacobo íbamos a pedir las jugadas que llegaban al teletipo de Radio Champaquí, frente a plaza Mitre. Era eso y correr al Salón del Círculo (un tradicional bar, también frente a la misma plaza) a reproducir la partida con nuestro querido maestro Eduardo Pastori. Hoy las partidas se pueden seguir en vivo, hay comentaristas y módulos de computadora que lo analizan todo. En aquél tiempo, descubrir los secretos que escondían las jugadas de los maestros dependía de “la propia cabecita”.

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Eso no cambió mucho cuando ingresé a la sección Deportes de La Voz del Interior en octubre de 1987. Por esos días se disputaba el tercer match entre las dos K, en Sevilla. El encargado de las crónicas ajedrecísticas de entonces estaban a cargo principalmente de Héctor Luis “el Avión” González, secundado por Raúl Grosso. “El Avión” González se encerraba con un tablero en una pequeña oficina de la vieja sección Deportes cuando La Voz funcionaba en el edificio de calle Avellaneda, en barrio Alta Córdoba.

Tímidamente, me presenté como un nuevo cronista volante del diario y enseguida “el Avión” me invitó a que analizásemos juntos la partida del día. El sueño del pibe. Las jugadas seguían llegando por teletipo, de manera que las cosas no eran diferentes a como estaba acostumbrado en Traslasierra.

UN LLAMADO AL CIERRE

En 1990 el “Avión” González ya no estaba (murió en agosto de 1988). Tomamos la posta de la cobertura de ajedrez en el diario con Grosso, aunque Raúl ya hacía tiempo que trabajaba en la sección Economía (junto a otro entrañable amigo, Juan Antonio Castro Torres) y eso le insumía todo su tiempo. Fue entonces que ese año me tocó seguir el último match de la saga de las dos K. La primera parte (12 partidas) se jugó en el Teatro Hudson de New York y la segunda, en Lyon, Francia.

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No tuvimos problemas con el horario de cierre del diario mientras el encuentro se disputó en la costa este de los Estados Unidos (teníamos una hora más con New York).  El problema fue cuando los contendientes se trasladaron a Francia. ¡Cinco horas de diferencia! El tiempo de reflexión de los jugadores era de dos horas y media para 40 jugadas, luego de lo cual las partidas se suspendían hasta el otro día.

En una partida “normal” llegábamos con lo justo a publicar el resultado para que saliera en el diario del día siguiente (Internet recién estaba asomando). Pero no contábamos que la partida 16 del match se extendiese a lo largo de 102 jugadas. El propio Ogro de Bakú en su libro Garry Kasparov sobre Garry Kasparov dice: “(…) Esta no fue sólo la partida más larga de nuestros matches (con Karpov), sino también la más prolongada en toda la historia de las partidas de los campeonatos del mundo con resultado positivo”).

El ajedrecista Osvaldo Bazán (Foto Gentileza).

Mi contraparte ajedrecística en el diario Córdoba era nada menos que el maestro Osvaldo Bazán. Ambos recibíamos las jugadas por los cables de las agencias, con un retraso importante. La cuestión es que los jefes de Deportes de ambos diarios nos apuraban para el cierre. Esa larga batalla debió suspenderse dos veces, con lo cual el titular habitual de nuestras crónicas era “Al cierra de esta edición Kasparov suspendió con ventaja…”.

En la segunda reanudación del juego, por la jugada 70 suena mi teléfono del diario. Del otro lado de la línea, el maestro Bazán: “Oiga Carranza, este final va para largo y me están apurando para cerrar. Ustedes tienen previsto esperar a que termine”. La verdad era que ya estábamos pasados del horario de cierre y demorar la salida del diario por una partida de ajedrez, por más Kasparov-Karpov que sea, no estaba en los planes de nadie.

“Maestro, si quiere cerramos en la jugada 75”. “¡Listo!”, se escuchó desde el diario Córdoba. Así fue que ambos diarios salimos con la clásica: “Al cierre de esta edición Kasparov mantiene la ventaja contra Karpov”. Finalmente, ganó Kasparov en la movida 102.

LA JUGADA INTERMEDIA

El maestro Osvaldo Manuel Bazán (14 de octubre de 1934-30 de mayo de 1997), conocido como el Negro Bazán, fue uno de los máximos exponentes que ha dado el ajedrez de Córdoba.

Kasparov y Karpov, durante una de sus estelares partidas.

En la reseña de su vida que Sergio Negri y Enrique Arguiñariz hacen en el libro Historia del Ajedrez Olímpico Argentino, La generación plateada 1950-1976 dan cuenta que Bazán fue 10 veces campeón de Córdoba, se ubicó segundo en el campeonato argentino de 1959, detrás del maestro internacional Bernardo Wexler, lo que le valió acceder a su única participación en las olimpíadas de ajedrez en Leipzig en 1960, donde jugó como cuarto tablero titular y obtuvo el 55 por ciento de los puntos (cinco victorias, cuatro tablas y cuatro derrotas).

Entre sus logros también se cuentan el haber empatado con Bobby Fischer y los yugoslavos Gligoric e Ivkov en el Magistral Sesquicentenario que se jugó en Buenos Aires en 1960. El punto más alto de su carrera ocurrió a fines de la década de 1950, cuando según Chessmetrics ocupó el puesto 124 a nivel mundial con un ranking máximo de 2.530 puntos.

Fue analista de Edith Soppe (ya fallecida, hermana del maestro internacional Guillermo Soppe) cuando disputó el Interzonal femenino en Río de Janeiro en 1979. Soppe lo retrata al Negro como el último bohemio, un “filósofo” que le daba lenguaje al ajedrez.

Precisamente, esta cualidad le permitía ser un docente de alta escuela y me involucra en otra historia que tuve la suerte de compartir con este maestro. A fines de los ‘80, una noche estaba disputando el torneo de segunda categoría de la Unión Cordobesa de Ajedrez (UCA). En la partida con piezas blancas contra Daniel Garrido sacrifiqué una pieza para forzar la posición a mi favor, pero resultó un grave error que me costó el punto.

Sin que me percatara, Osvaldo había estado mirando la partida. Estaba desconsolado (porque así quedamos los ajedrecistas cuando perdemos) por la pifia y Bazán se tuvo que haber dado cuenta porque se me acercó y me dijo: “Estabas jugando bien, tenías buena posición, pero antes de sacrificar la pieza tendrías que haber hecho una jugada intermedia”. Dicho esto, se sentó y me mostró la variante con la que hubiera mejorado la posición y tal vez la suerte en la partida.

Una clase magistral sin cargo, un gesto generoso para un ajedrecista desconocido. Años después la devolución de gentilezas llegaría en la noche más larga del match Kasparov-Karpov con el maestro Bazán.

(*) Juan Carlos Carranza es periodista especializado de ajedrez.

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