Sin aliento quedan tantos los actores como los espectadores de Matadero. Mientras Peter Lanzani y Germán Cabanas se despliegan por el escenario con una gran exigencia física y textos que fluyen desde las entrañas, el público queda inmóvil en sus butucas hasta el final, atrapados por el relato de los cuerpos y por la voracidad de un texto carnal.
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La obra no es una propuesta habitual para el teatro de Carlos Paz. Es una combinación entre danza, técnicas cirquenses y teatro de texto que moviliza el espíritu y dispara reflexiones profundas.
En Matadero las palabras emergen en monólogos y los cuerpos son los que dialogan entre signos de violencia, pero también de amor. Por la intensidad de la interpretación, de los performers se desprenden por igual saliva y transpiración. De hecho, en el cuadro inicial no hablan, pero la coreografía que emprenden deja claro que lo que continúa tendrá acción y tensión.
No importa si se trata de amigos u hermanos, la relación entre los protagonistas no es determinante para la historia, que va y viene, incluso repitiendo texto. Es el vínculo de dos hombres que parecen compartir un pasado y un presente, quienes van atravesando o repasando diferentes estados y pensamientos de su vida. Sin embargo, también son los deseos y traiciones personales, las incapacidades del alma y el resurgir desde las cenizas de cada individuo o de cualquiera. Al mismo tiempo, puede leerse como una síntesis del comportamiento de la humanidad, de cómo somos capaces de amarnos y matarnos a nosotros mismos como especie.
Sus creadores definen acertadamente a Matadero como “una confrontación emocional”. En la pista se enfrentan agresivamente toda la gama cromática de sentimientos, hasta tal punto que hay que tomarse varios minutos para recuperar la respiración luego de que se cerró el telón.
Con esta obra, Lanzani demuestra una vez más su intención de ser un actor todoterreno y en proyectos de calidad. Si bien sus antecedentes no se encuentran en el teatro físico, se nota el riguroso entrenamiento y la entrega artística para esta creación colectiva entre el propio ex Casi Ángeles, Cabanas y el coreógrafo francés Redha Benteifour. Los últimos trabajos del actor han tenido corrida internacional y con buenas críticas para sus interpretaciones, como el caso de la película El Ángel (Luis Ortega) y la serie Un gallo para Esculapio. En teatro se animó a desafíos como El emperador Gynt y Equus. Por su parte, Cabanas viene de la danza contemporánea y el teatro físico. Su musculatura marcada es el mejor curriculum y lo corrobora logrando un manejo total de su cuerpo durante la performance, sin que se le note un mínimo esfuerzo, consigue que movimientos de fuerza se aprecien sutiles.
Entre ellos la química es evidente. Además, demuestran que con los ensayos previos y las funciones en Buenos Aires y Mar del Plata, alcanzaron el equilibrio necesario entre los dos para que ninguna de las escenas se vea forzada y que cada uno se luzca, más allá de su formación específica. Benteifour ha sido un punto clave en esto, dirigiendo con precesión y soltura a los actores. Es que la trayectoria de este coreógrafo y director no tiene flaquezas: ha creado coreografías para largometrajes de Roman Polanski y Alain Delon, también para videoclips o shows musicales de consagrados como Elton John y Michael Jackson. Incluso tuvo a su cargo la organización de eventos masivos, teles como la presentación del Mundial de Francia 1998.
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Sábados y domingos de enero, a las 22 horas, en Teatro Acuario, Leandro N. Alem 48 Planta Alta, Carlos Paz.
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