Treinta y tres años tenía. Separado. Padre de cinco hijos. Se llamaba Emanuel Ramos, pero los compañeros y amigos le decían “Chicho”.
Ayer por la mañana lo encontraron muerto en su puesto, el Bis 1, al fondo de la Cárcel de Cruz del Eje, donde cubría ese sector, el más alejado de toda la guardia externa.
Había tomado su turno a las 7,15 y caminado hasta ese extremo, un lugar adonde el único contacto con sus compañeros durante todo el horario de trabajo es cuando le llega el relevo.
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Pero ayer por la mañana, muchas horas antes de que llegara quien lo tenía que remplazar, por allí pasaría otro empleado penitenciario junto a fajineros que estaban trabajando en la limpieza de esos espacios comunes.
“El preso lo ve inmóvil y piensa que está dormido. Entonces le avisa al empleado para que lo despierte”, comentó desahuciado un excompañero de Ramos. “Al ingresar al puesto para intentar despertarlo, se dan cuenta de que estaba muerto”, contó.
El preso lo ve inmóvil y piensa que está dormido. Entonces le avisa al empleado para que lo despierte”, comentó desahuciado un excompañero de Ramos. “Al ingresar al puesto para intentar despertarlo, se dan cuenta de que estaba muerto”, contó.
CANSANCIO, SOBRECARGA E INCOMUNICACIÓN
No fue el día más frío de las últimas semanas, pero los 8 grados que hacía a la mañana se volvían bastante menos en la casilla donde Chicho iniciaba su faena.
Quizás más que la temperatura, lo que puede haber contribuido al paro cardiorrespiratorio que acabó con la vida de este empleado fue la gran sobrecarga de trabajo que venía cumpliendo. Sus compañeros coinciden en señalar que “estaba con muchas deudas y venía haciendo un montón de adicionales para intentar acomodarse”, según le contaron a ENREDACCIÓN.
El muchacho estaba separado desde hacía poco tiempo de su pareja, con quien compartían cinco hijos. El día anterior, Ramos había publicado en su perfil de Facebook una serie de cálidas publicaciones en homenaje a su papá, por celebrarse el Día del Padre. Nada hacía presagiar que sería una despedida.
Cuando fue hallado duro e inmóvil en su puesto de vigilancia, ya era demasiado tarde. Sus compañeros creen que llevaba al menos 40 minutos de fallecido, y aseguran que en ese lugar no funcionan los intercomunicadores, y que los handies por lo general tampoco. “Tal vez pudiera haber alcanzado a pedir ayuda si se estaba sintiendo mal. Pero ahí, incomunicado y aislado no podés hacer nada”, coincidieron.
“Le quisieron hacer maniobras de resucitación, pero no hubo caso”, contó otro compañero de la misma guardia. Fue trasladado al hospital zonal, donde confirmaron el motivo de la muerte: paro cardiorespiratorio.
PLANA MAYOR, SIN NOTICIAS DE ELLA
El cuerpo ya sin vida fue luego llevado a la morgue judicial, donde anoche recién a las 21 horas sus familiares pudieron recibirlo, lo cual motivó un malestar entre las filas penitenciarias.
“El muchacho estaba con problemas económicos, y ni tenía para servicio de sepelio”, aseguró uno de los empleados que, consternados, le contaron a este medio acerca de la “total indiferencia y ausencia por parte de las autoridades” del Servicio Penitenciario de Córdoba. “No se hizo presente nadie de la superioridad, no se comunicaron con los deudos, no se acercaron para darle una mano a esta familia de un muchacho que falleció prestando servicio como funcionario público”, masculló.
De hecho, según informaron otros compañeros de trabajo, el sepelio de Ramos se estaba realizando anoche “en la casa de su padre, porque no tenían adónde llevarlo”.
Un gobierno que nunca se preocupó por la seguridad pública, mucho menos lo hace por la de sus empleados de la Policía y el Servicio Penitenciario”, evaluó René Zabala, titular del gremio de policías y penitenciario UPPAC
Tampoco se hizo eco de la muerte de su propio empleado el portal de noticias del gobierno de la Provincia de Córdoba ni del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos del cual dependen las cárceles. “Fijate, cuando se muere un preso, ahí no más publican la novedad porque no quieren tener problemas. Pero se muere uno de los nuestros y parece que ni al Ministerio de Justicia le importa”, señaló otro penitenciario.
“Un gobierno que nunca se preocupó por la seguridad pública, mucho menos lo hace por la de sus empleados de la policía y el Servicio Penitenciario”, evaluó René Zabala, titular del gremio de policías y penitenciarios UPPAC, institución que sí se puso en contacto con los familiares de Ramos.
La muerte de este empleado inevitablemente lleva al triste antecedente de marzo de 2017, cuando el empleado Marcos Nieto, que había sido obligado a regresar de un cuadro psiquiátrico pese a no contar con el alta médica, fue asignado a un puesto de control en la guardia externa, donde se quitó la vida, disparándose con el arma reglamentaria. A muy pocos metros de esa torreta, ayer una nueva muerte volvió a sacudir los ánimos entre los empleados de las cárceles cordobesas.
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