(Por Máximo Brizuela*) Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner hubo una frase, casi un slogan de su militancia, que decía “la patria es el otro”. Si hacemos alguna clase de analogía, quizás forzada, podemos decir que hoy, con el gobierno de Javier Milei, el otro, nuestros vecinos, amigos, los trabajadores y sobre todo los jubilados son “la casta”. Esa misma entelequia que tanto se anunciaba que se venía a combatir y que parecía que solo se suscribió a sectores de la política.
En una reciente entrevista y para justificar el fuerte ajuste que están recibiendo nuestros viejos, nuestro presidente argumentó que son el porcentaje de población que menos pobres tiene (un 15% según lo manifestado por el Ministro de Economía), como si el objetivo de su gestión fuera nivelar la pobreza que existe en nuestra sociedad.
Tal afirmación y argumento no merece demasiado análisis, porque es insensato pensar que nuestros jubilados son un sector privilegiado de esta sociedad que día a día sigue cayendo en la pobreza e indigencia.
Como organización gremial sabemos del poder adquisitivo que se ha perdido, y aunque la promesa de una recomposición de ingresos tanto para activos como jubilados se esfumaron con la derrota del oficialismo en 2023, es también cierto que es un reclamo que llevamos a las más altas esferas de manera permanente y seguiremos persistiendo a pesar del rechazo y el destrato.
Nadie puede estar de acuerdo con los niveles de ingresos de nuestros jubilados y mucho menos pensar que esos ingresos son un obstáculo para alcanzar los objetivos fiscales del actual gobierno nacional.
Esas personas, aportaron y trabajaron durante toda su vida, para poder gozar de un salario digno en su retiro. Pensar que aplicar recortes a los ingresos de los jubilados son un mérito para alcanzar unas supuestas metas económicas, es un error, más bien es una falta de sensibilidad e ingenio por parte de la administración nacional.
Es honesto decir que esa pérdida de poder adquisitivo ya venía de gobiernos anteriores, por lo que esa recomposición es la deuda que tiene el Estado con ellos. La solución no puede ser profundizar la desigualdad ya existente. Nuestros viejos demandan soluciones.
Es difícil pensar y querer llamar a la reflexión a nuestro presidente, que en esos más de 70 días de gobierno demostró ser poco receptivo para el diálogo y la construcción con otros espacios. El consenso es el camino para paulatinamente dar soluciones tangibles y no promesas de sufrimiento para un supuesto goce de aquí a varios años.
Las necesidades presentes y los problemas económicos no pueden tener como variable de ajuste a los que menos tienen, a los trabajadores activos y jubilados, a nuestra educación y salud pública.
Parafraseando a nuestro presidente, “si nada puede cambiar con los mismos de siempre”, tampoco nada puede mejorar ajustando a los mismos de siempre.
* Máximo Brizuela es secretario General del Sindicato Regional de Luz y Fuerza (SiReLyF).
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