Como ocurre los 10 de diciembre cada 4 años, la Argentina vive un proceso de cambio, una nueva esperanza que nace. Esta idea de pensar en un mejor porvenir es permanente, producto de las crisis cíclicas que vive nuestro país, pero como buenos habitantes de esta tierra no nos rendimos y constantemente buscamos salir adelante, depositando la confianza en quienes ocupan los poderes del Estado.
Este proceso que vivimos esta semana, con la asunción del nuevo presidente de la República Argentina, Alberto Fernández, es una clara muestra de democracia que debemos celebrar. Debemos felicitar a la gestión entrante y respetar el voto de la mayoría. Las reglas de la democracia establecen que quien obtenga el mayor caudal de votos es quien es elegido para gobernar los destinos del país por los próximos 4 años, respetando la constitución e independencia de los otros poderes y siendo dignos con el pueblo de la nación.
El respeto nos da la esperanza de que podremos vivir sin agresiones, en el marco del entendimiento más allá de las diferencias ideológicas, de credo y de pensamiento histórico. Ojalá durante los próximos años empiece a reinar ese respeto entre todos nosotros y que las peleas sin sentido sean cosas del pasado.
Superar ese revanchismo que atrasa nos permitirá poder abocarnos en los verdaderos problemas que tiene nuestro país; la pobreza estructural, la falta de comida en muchos hogares, la falta de empleo y tantos otros que requieren del enfoque y la acción necesaria para poder darles solución. Echarse la culpa mutuamente de lo que hizo la anterior gestión, seguir alimentando ese conflicto permanente y en consecuencia una pelea entre hermanos que no tiene fin, nos paraliza para progresar y esto entristece a nuestra querida patria.
Tampoco debe permanecer en nuestros corazones la envidia, el egocentrismo, la soberbia las críticas infundadas, y la miseria humana, porque contamina el camino de felicidad por el que debemos andar y construir de aquí en adelante.
Esta nueva etapa que inicia requiere una mayor madurez de nuestra parte a la hora de enfrentar los problemas. Aceptar los errores del pasado y realizar una autocrítica de los mismos es quizás uno de los primeros pasos para desandar el camino del crecimiento y que esta vez se direccione en un sentido amplio que lleve dignidad a toda la clase trabajadora, con más oportunidades para nuestros jóvenes y una vida tranquila para nuestros jubilados.
Es hora de sentarnos en una mesa amplia con todos los actores de la sociedad y establecer las bases para que el proyecto político, económico y social de los próximos años no deje a nadie afuera. El mismo no puede ni debe ser rehén de los capitales extranjeros en desmedro del pueblo argentino.
Apoyemos al nuevo gobierno que fue elegido democráticamente y tiremos todos para el mismo lado, para poner de pies a nuestra querida Argentina, donde estemos todos incluidos, sin violencia y sin una grieta entre nosotros que nos separe.
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