Salvador Treber murió en Córdoba, en la mañana del 15 de julio, a los 90 años. El economista nacido en Chajarí, Entre Ríos, que llegó para estudiar en la UNC, como suele suceder en esta temperamental provincia, no fue suficientemente reconocido en cuanto a su valor académico, político y económico en defensa del interés nacional y las mayorías populares y en su enfrentamiento al neoliberalismo autóctono y global. Los artículos de los medios cordobeses, hasta el cierre del presente y salvo el del colega Adrián Camerano, en La Nueva Mañana, realizan una despedida obligada y formal de semejante personaje. Dicho esto, independientemente de la ideología o el parecer de cada uno.
Muchas veces, Córdoba, los cordobeses, parecen arrastrar la viborezca conducta del olvido y el ocultamiento de los que forman parte esencial de la vida por aquí, como si se tratara de “ovejas negras” del rebaño o hijos descarriados de familias “reconocidas”. Treber, como tanto otros, corre con las generales de la ley.
Como Aldo Ferrer, Treber estudió, analizó, trabajó y escribió sobre la existencia de un camino distinto al que importaron los economistas del establishment económico. Al igual que Ferrer, consideró que “el ahorro interno debe jugar un rol esencial del proceso (hacia un modelo argentino de crecimiento) y que el externo asuma un grado de accesoriedad que no implique supeditar a él las posibilidades de cumplimiento de las metas propuestas (por el Estado)” (cita de su libro La economía argentina). Adhirió a la escuela Keynesiana-estructuralista e impulsó una fuerte planificación y participación del Estado en la economía.
A veces, es necesario apelar a otras voces, otras personalidades, para dimensionar a la persona de la que se habla. En este caso, voy a traer a colación una crítica a su libro “La economía Mundial: Claves para el siglo XXI”, escrita en Realidad Económica N°217, por el economista, historiador, especialista en relaciones internacionales y escritor, Mario Rapoport.
Dice Rapoport: “El profesor Salvador Treber tiene acento cordobés y espíritu universal. Sus aportes a la economía, a través de la investigación, el periodismo y la docencia universitaria, son muy reconocidos, así como su pertenencia al grupo Fénix de la Universidad de Buenos Aires. Esto se expresa en un libro sobre la economía mundial que tiene el mismo lenguaje llano y directo que sus exposiciones. Pero su mérito principal consiste en que no sólo no teme decir lo que piensa sino que tampoco vacila en enfrentar los problemas de fondo que afectan al mundo y a nuestra sociedad. Por supuesto, su pensamiento no es neutral: está del lado de aquellos a los que la globalización y las políticas neoliberales dejaron en el camino. Treber empieza explicando las claves del escenario mundial al principio de nuestro siglo y señalando cuáles son para él los principales rasgos del proceso de globalización: una acentuada redistribución de ingresos en favor de los más ricos, un creciente predominio del sector financiero en la economía mundial, el intento de reducir el rol de los Estados nacionales en beneficio de unas leyes del mercado no votadas por ningún parlamento y que existen sólo en los libros, y una diferencia cada vez más abismal entre las potencias hegemónicas y el mundo periférico. Todo esto lo lleva a preguntarse hacia dónde marcha el mundo y qué intereses lo dominan. En cuanto a la primera cuestión, si bien señala que la globalización, es decir, la cada vez más estrecha vinculación entre países o regiones, es un hecho que no se circunscribe sólo a aspectos económicos o financieros, esto no significa que su resultado principal sea el progreso de la humanidad, o que las ideas predominantes que la impulsan constituyan una brújula que nos guíe hacia un mundo mejor. Treber marca no sólo la falsedad de estos asertos, por cuanto ese progreso existe únicamente para unos pocos, sino también la de los mismos conceptos. Por un lado, en los países más desarrollados el Estado no ha dejado de jugar un rol fundamental en la actividad económica y social y, por otro, tampoco el poder mundial es compartido por una comunidad de naciones sino que está concentrado sobre un puñado de ellas”.
Hay que reconocer la osadía y el carácter para enfrentar a la fuerte corriente del poder económico y del pensamiento neoliberal dominante y forjador de la dependencia nacional por parte de Treber. Sobre todo, con la presencia de una usina de pensamiento neoliberal como la de la Fundación Mediterránea y de su economista más importante, Domingo Felipe Cavallo, en Córdoba. Sin observar y comprender eso, sin valorar su coherencia, es difícil entender su vital e incansable acción de divulgación en medios de comunicación, publicación de una docena de libros, estudio de la realidad económica, participación en la vida institucional y política desde su actividad, y su práctica docente en la Universidad Nacional de Córdoba y también en la Universidad de Buenos Aires. Tampoco ha sido menor su visión, en este caso como co-fundador y participé del Grupo Fenix en Buenos Aires, con la intención de debatir desde el pensamiento nacional.
De sus artículos, intervenciones públicas y funciones, se puede recordar una característica que lo diferencia: Nunca improvisó. Cada planteo de Treber tiene la virtud de haber sido analizado y sostenido sobre datos y conocimiento científico. Más allá de poseer una lucidez e inteligencia fuera de la común, nunca descansó en ellas, por el contrario, cada posición tuvo una razón.
Hay una dimensión histórica y otra en presente y futuro del paso de una persona por la vida. Treber representó la visión nacional y heterodoxa de la economía en Córdoba y desde aquí fue también un referente nacional.
Mientras pudo, mantuvo su contrapunto y su disputa dentro de la UNC, donde se forman los economistas locales, pero ninguno de sus discípulos ha alcanzado aún su dimensión ni influencia. Córdoba es neoliberal en el pensamiento económico por las grandes compañías extranjeras que se asientan aquí y también por el sistema de producción con base agroindustrial que penetra a casi todo el sistema político, social, institucional y cultural. Pero también lo es, porque la burguesía local creó la Fundación Mediterránea y colonizó al peronismo con Domingo Cavallo en los ’90, imponiendo una revolución neoliberal de la que buena parte de sus estructuras y pilares aún perduran. Si hay un triunfo del dictador Luciano Benjamín Menéndez, es ese: haber legado una institución que influyó orgánicamente con las ideas y programas que moldearon en democracia al país que el golpe cívico-militar de 1976 y los planes de Estados Unidos intentaron imponer.
Treber era la antítesis de Cavallo. Sin embargo, a su alrededor no hubo un contrapoder similar, una estructura económica, de medios y de política del mismo volumen. Por eso, contrario a lo que suele suceder en otros campos, donde las universidades son reservorios y promotores de las corrientes de pensamiento alternativo o contrario al sistema dominante e injusto, la UNC sigue dando economistas mayoritariamente alineados con el establishment. No estaría mal, sino fuera por la injusta distribución de la riqueza que asola nuestra Nación de manera creciente y salvo algunos interregnos, de manera creciente. Habrá que ver, en este campo, si el tiempo honra la memoria y el pensamiento de este economista.
Formó parte como asesor de Raúl Alfonsín y director del Banco Central de la República Argentina (BCRA), entre 1983 y 1986, del último intento del viejo modelo de desarrollo nacional –empujado tanto por peronistas como radicales hasta los años ’80- que dirigió Bernardo Grinspun y que, en ese momento, trató de restaurarse luego de las desoladoras secuelas de la dictadura. Algunas líneas de ese esquema volvieron a aplicarse luego de 2003, durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner, pero, por cierto, aún sigue pendiente la construcción de una vía nacional para el desarrollo que permita superar la creciente desigualdad social.
“Entendemos que en el caso argentino no se puede soslayar la imperiosa necesidad de planificar seriamente la economía. Queremos subrayar el adjetivo seriamente pues los ensayos realizados han carecido hasta el presente de toda seriedad y estuvieron, por ello, destinados de antemano al fracaso”.
“(…) La planificación que propugnamos debe comenzar por definir la dimensión y participación del sector público en la actividad económica general. Ello no significa hacer una evaluación cuantitativa previa ya que ella surgirá como consecuencia de la realizada en términos reales; esto es, a partir de los servicios, actividades y ramas que, en base a las decisiones políticas que se formulen, pasen a ser encaradas por el mismo en forma exclusiva o compartida. De esta forma quedará determinado claramente el ámbito privado”.
Si bien se trata de un libro escrito entre 1975 y 1976, La economía argentina (análisis, diagnóstico y alternativas) conserva aún la frescura de una obra que trasciende el tiempo de su creación y continúa desafiando, sobre todo a las nuevas generaciones a tomar en mano la tarea inconclusa del desarrollo económico y la vía nacional, como herramienta sustancial para construir un país libre de dependencias, justo y soberano.
La profunda mirada de Treber todavía puede alumbrar ese camino.
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