Cada 8/10 años la Argentina se suicida. Somos un muy extraño caso de un país que retrocede en una historia de crecimiento económico global. Esta extraña situación de nuestro país no es responsabilidad de un gobierno ni de un partido político. “El problema argentino”, es mucho más profundo. Tampoco es económico, ni monetario, ni financiero. O al menos, no lo es exclusivamente.
Llevamos 35 años de democracia con cinco recambios presidenciales sucesivos. Con programas económicos que van desde el neoliberalismo puro hasta el estatismo autoritario. Y nada cambia. Cada 8 o 10 años, la Argentina explota. Veamos los hechos históricos.
Hemos perdido las cuatro batallas que se planteó la democracia en el año 1984: pobreza, inflación, corrupción y crecimiento económico.
Son cuatro derrotas de la democracia argentina, más allá del color político de los gobiernos. De un índice de pobreza del 14 al 16% hemos pasado a un índice de pobreza de un 30/34%. En materia de inflación, estamos en una situación muy parecida a la de 1983, cuando salimos de la Guerra de Malvinas. En materia de corrupción hemos avanzado. Transparencia Internacional nos sitúa entre los tres países de más alta corrupción en América. Y en materia de crecimiento económico, la Argentina es el país que menos ha crecido en el continente americano y de tener el PBI per cápita más alto en 1984, hemos pasado al cuarto lugar.
Por cierto, no nos debemos olvidar de que Argentina es el país del default de deuda soberana más grande del Siglo XX.
LA CORRUPCIÓN COMO MODELO DE PODER POLÍTICO, ECONÓMICO Y SINDICAL
El problema argentino es político y cultural. Lo Económico es consecuencia y reflejo de lo cultural y de lo político.
Podemos decir que la Argentina de la democracia, sea durante los gobiernos neoliberales, como lo fue el menemismo, o bien durante los gobiernos autoritarios y estatistas como lo fue el del Kirchnerismo, se ha caracterizado por mantener y sostener un modelo de construcción y de acumulación de poder político, de poder económico y de poder sindical, basado en la corrupción. Este es el denominador común que cruza la democracia argentina y que asimila la identidad de todos los gobiernos en estos 35 años. Este modelo de poder basado en la corrupción, es el que ha gobernado en la Argentina durante 35 años.
Estamos hablando de un modelo de poder, que quiere decir de un sistema ordenado y estructurado con eficacia y plena libertad para construir y acumular poder político, económico y sindical. Aquí está el huevo de la serpiente. Un país y una sociedad que tiene como modelo de acumulación de poder político, económico y sindical, a la corrupción, no puede generar otra cosa que la decadencia de la sociedad y la marginalidad del país. Este no es un análisis ni religioso ni jurídico. Es un análisis sistémico basado en datos físicos expresados por encuestas científicamente validas que fueron motivo de análisis por parte de la Comisión de Expertos del Colegio de Abogados de Córdoba en el año 2017. En ese contexto, se analizaron las causas de la desconfianza del argentino en la Justicia y se llegó a la conclusión que la causa principal de esta desconfianza social era la impunidad de los delitos del poder. Hemos visto, en los últimos años casos obscenos de poderes políticos, económicos y sindicales que han crecido en base a la corrupción. Podemos citar el caso del vicepresidente Amado Boudou o del ex ministro Julio De Vido, o de José López. Podemos citar en el campo de la economía a los empresarios que reconocieron judicialmente el pago de sobornos para la ejecución de obras públicas. Podemos citar en el campo sindical a los llamados “sindicalistas millonarios” procesados y con embargos superiores a los 2000 millones de pesos.
Esto habla de un “sistema” organizado y legitimado por la Justicia argentina de acumulación de poder basado en la corrupción o impregnado en la corrupción. Un sistema de construcción de Poder que va más allá de Partidos Políticos y de ideologías. Lo único que interesa en este modelo de poder es el crecimiento político y económico de dirigencias que aceptan a la corrupción como el instrumento adecuado para acumular poder.
Un sistema de construcción de Poder que va más allá de Partidos Políticos y de ideologías. Lo único que interesa en este modelo de poder es el crecimiento político y económico de dirigencias que aceptan a la corrupción como el instrumento adecuado para acumular poder.
El argentino debe dejar de pensar que la corrupción es un pecado religioso o un simple delito contra la administración pública. Y, sobre todo, debe dejar de pensar que el “éxito borra la corrupción”. Y ese modelo de poder es el que ha generado mayor pobreza y mayor inflación y menor crecimiento económico. Desconocer esta realidad es más que un error en el diagnostico histórico. Es mala fe intelectual.
Ese modelo de poder político, económico y sindical basado en la corrupción, que es el dominante en la Argentina de la democracia, es la causa principal de la decadencia. Ese modelo de poder ha funcionado con total impunidad porque la Justicia ha renunciado a su función constitucional de controlar los abusos del poder político y económico. Allí radica, que la justicia argentina tenga hoy un 82% de desconfianza social. Esto no significa que no haya jueces, sindicalistas y políticos honestos.
Los hay. Pero su responsabilidad es su silencio.
Este es el desafío de hoy de los argentinos. Más allá de Mauricio Macri y de Cristina Fernández. Desmontar este modelo de poder político, económico y sindical. Modelo de poder que ha funcionado con plena impunidad legal en los 35 años de democracia y más allá del neoliberalismo o de la lucha contra el neoliberalismo.
Este es el desafío de hoy de los argentinos. Más allá de Mauricio Macri y de Cristina Fernández. Desmontar este modelo de poder político, económico y sindical. Modelo de poder que ha funcionado con plena impunidad legal en los 35 años de democracia y más allá del neoliberalismo o de la lucha contra el neoliberalismo.
En el campo de la economía el ejemplo más fuerte de este modelo de poder basado en la corrupción es sin duda el de la obra pública. El gobierno ha reconocido, y las pruebas judiciales también, que los sobrecostos en la obra pública llegaron hasta un 40% sobre precios internacionales. Sobreprecios, sobornos y lavado de activos eran públicos en la Argentina y nadie decía nada.
Y en el campo de la Política, los sobornos y el lavado de activos fueron moneda corriente tanto durante el neoliberalismo menemista como durante el falso progresismo del kirchnerismo.
Este es el sistema de construcción y de acumulación de poder que ha tenido vigencia en la Argentina de la democracia. Y este es el diagnostico realista y serio de las crisis cíclicas de Argentina.
Seguir insistiendo con que la solución a los suicidios argentinos pasa por programas económicos o por ministros de Economía, no es sólo un error en el diagnóstico, sino que es mala fe intelectual.
Seguir insistiendo con que la solución a los suicidios argentinos pasa por programas económicos o por ministros de Economía, no es sólo un error en el diagnóstico, sino que es mala fe intelectual.
La ley de Emergencia alimentaria, recientemente sancionada, ataca la coyuntura solamente, pero no sirve de nada en términos del objetivo central de la democracia, que debe ser el de desmontar el modelo de poder político, económico y sindical impregnados de corrupción que define la vida democrática.
Por otra parte, es también un grave error, pensar que la solución al problema argentino pasa por reformar los códigos penales o procesales.
Lo que hace falta es una decisión política que mire el problema argentino en su profundidad y en su contexto. Y en base a ese diagnóstico elabore un conjunto de medidas legales, económicas y morales que de manera sistémica enfrenten el desafío de terminar con la corrupción como instrumento de acumulación de poder. Que busquen ejemplaridad moral, igualdad ante la ley y recupero de confianza en la Justicia.
En la Argentina de hoy, las instituciones con menor prestigio social son los sindicatos y la Justicia. Si no logramos recuperar confianza social en la Justicia y en la Ley. Ningún programa económico le servirá de nada a nuestro país.
No tenemos más tiempo. O cambiamos y desmontamos ese modelo de poder basado en la corrupción o nuestro destino será repetir las crisis cíclicas de decadencia.
No tenemos más tiempo. O cambiamos y desmontamos ese modelo de poder basado en la corrupción o nuestro destino será repetir las crisis cíclicas de decadencia. Entre Macri y Fernández no hay diferencias de fondo en este punto. Pero no nos desesperemos. Somos una sociedad que tenemos capacidad de recuperación en todos los órdenes.
Un país como el nuestro con 5 premios nobeles, 3 de los cuales son en ciencias duras tiene derecho a la esperanza.
> Juan Carlos Vega es ex presidente de la Comisión Penal de la HCDN.