El caso de Klara Shagenovna Kasparova debe ser uno de los más inspiradores, y conmovedores a la vez, en la historia del ajedrez y del deporte en general. La triste noticia su muerte días atrás, el 25 de noviembre, culpa del maldito virus que puso de rodillas al mundo, se hizo eco en todos los medios.
Su célebre hijo, el excampeón y uno de los mejores ajedrecistas de la historia Garri Kasparov, se encargó de informar en su cuenta de Twitter sobre su fallecimiento y también de rendir un sentido homenaje a su mentora, su cómplice y todo.
“Con gran pesar comparto la noticia de la muerte de mi madre, Klara Shagenovna Kasparova. Mi modelo de conducta, mi más grande campeona, mi sabia consejera y la persona más fuerte que jamás conoceré. Te quiero, mamá”, escribió Garri.
Garri no asistió al funeral en Moscú, por razones de seguridad. Como férreo opositor de Vladimir Putin, el presidente ruso, Kasparov temió que su viaje a Moscú fuese sólo de ida. Es así cómo están las cosas. En 2007, Garri fue detenido dos veces luego manifestarse por las calles de la capital rusa en contra del gobierno. Y en 2013 decidió exiliarse en Nueva York, ya como ciudadano croata.
Klara, quien siguió viviendo en Moscú, tenía 83 años y no sobrevivió al Covid-19. Kasparov admite que culpa de la pandemia no pudieron tener su tradicional reunión familiar de verano en Croacia. La última vez que se vieron fue en noviembre de 2019, en Vilna (Lituania), durante el foro “Rusia Libre”.
Garri reconoce que llamaba a su madre siempre, desde el lugar donde estuviera, incluso en horas en las que ella no podía hablar porque seguramente estaba durmiendo. Este gran amor de madre-hijo, no obstante, tiene una historia triste por detrás.
REFUGIO DE LA TRISTEZA
El papá de Kasparov, Kim Weinstein, era de origen judío y su mamá, armenio. El pequeño Garri nació en Bakú, capital de la entonces república soviética de Azerbaiyán, el 13 de abril de 1963. El esposo de Klara murió a los 39 años víctima de leucemia cuando Garri tenía 7 años. El pequeño, que había aprendido a jugar ajedrez a los 5 y ya se perfilaba como un genio, entró en una profunda depresión como lo haría cualquier niño que pierde a su padre.
La madre de Kasparov decidió que era el momento de dejar de lado su brillante carrera como ingeniera de armamento para fomentar a pleno el talento de su hijo. El ajedrez tenía que ser la llave para sacarlo de tanta tristeza. Pero, al mismo tiempo, ella estaba convencida de que Garri se convertiría en campeón del mundo. Kasparov recuerda que, sobre su cama, su madre había escrito de puño y letra la frase: “¿Si no eres tú quién más?
Hasta los 10 años, Garri llevó el apellido de su padre, Weinstein, pero Klara pensó que el nombre judío podía causarle problemas por el antisemitismo reinante en las altas esferas soviéticas, razón por la cual le puso el suyo: Kasparov.
Klara tomó la posta de su marido en cuanto a la educación de su hijo, a tiempo completo, especialmente en relación al ajedrez. En cierta ocasión, el periodista español Leontxo García supo preguntarle a Klara a qué dedicaba el tiempo libre: “¿Tiempo libre? Usted no entiende nada. Ser siempre el número uno es durísimo. Y vivir por el placer de vivir es algo que ni mi hijo ni yo comprendemos”, fue la respuesta.
Otro personaje importante en la vida de Kasparov que describe a Klara es Alexander Nikitin, uno de los grandes entrenadores que tuvo el ex campeón mundial. “La madre de Garri es una mujer excepcional con un destacado gusto por las artes. Posee una gran intuición y una nobleza de sentimientos extraordinariamente desarrollados. Cuando la vida la sorprendió con el terrible golpe que fue la pérdida de su marido, ella tomó el lugar del padre en la educación de Garri. Volcó todo su amor sobre su único hijo del que se convirtió en amiga íntima y devota esclava. Jugó un papel inconmensurable en su formación como persona y como ciudadano, y también le transmitió sus cualidades… y sus defectos. No conozco ningún caso de ósmosis más completo entre madre e hijo”, dice Nikitin en su libro Kasparov.
Kasparov recuerda que cuando llegaron sus primeros éxitos en ajedrez y la prensa comenzó a ensalzarlo, su madre le advirtió sobre los riesgos de la vanidad: “Todo el mundo tiene talento para algo, pero ese talento no siempre se revela. Tu eres afortunado de que tus habilidades se manifestaran tan pronto. ¡Eso es simplemente suerte!”, le lanzó Klara según cuenta el propio Garri en su libro Garry Kasparov sobre Garry Kasparov (parte I).
Para bajarle los pies a tierra, Garri señala que su madre lo hacía hacer los mandados: comprar leche o pan en el almacén o cuidar a sus primos más pequeños.
Siempre que pudo, Klara acompañaba a su hijo por todo el mundo donde hubiera una competencia ajedrecística. Su clave era sentarse en la tercera fila, para que Garri pudiera hacer contacto visual en los momentos críticos.
En el tributo que escribió en su página (https://www.kasparov.com/a-short-tribute-to-my-mother/), Kasparov dice: “Cuando ella me decía que yo podía convertirme en campeón mundial, no era porque yo estuviera ganando demasiado, sino porque ella quería que yo supiera que ella creía que yo podía hacer cualquier cosa. Y entonces, yo me lo creí. (…) Su ejemplo me mostró, y a todos nosotros, que dar todo de uno mismo a los otros puede ser el más grande logro”.
Que en paz descanses, Klara.
* Juan Carlos Carranza es periodista especializado en ajedrez.