“Un espíritu libre y revulsivo”, así define Germán Arrascaeta a Bam Bam Miranda, el percusionista peruano que vivió en Córdoba y dejó una marca indeleble en el cuarteto.
Siguiendo la huella que dejó el músico, Arrascaeta, cordobés y periodista, publicó El patrón del ritmo. Buscando a Bam Bam Miranda. “Que no seamos amigos fue el plus para poder preguntar por él sin ningún tipo de apriorismos o temores, atendiendo fundamentalmente a mi curiosidad”, le cuenta a ENREDACCIÓN, sorprendido por la repercusión del libro en todo el país.
El legado del Miranda excede su país de naciemiento, incluso el territorio cordobés, a donde se instaló en la década del ‘90, luego de tocar con los mejores del mundo. Acá, su ritmo se hizo carne en Raza Negra de Carlos La Mona Jiménez.
Miguel Ángel “Bam Bam” Miranda murió la madrugada del 29 de julio de 2011, la misma noche en que se presentaba con su proyecto de jazz latino Guarango, en el Teatro del Libertador por el aniversario de la independencia de Perú. Apenas inició el concierto, se desvaneció al lado de su cajón peruano. Él se había vestido de blanco y su orquesta de negro. Tenía 55 años y nada de formalidades en velatorio, sino música y baile en 990 Arte Club, un mítico boliche que frecuentaba.
Los detalles de la vida y obra del maestro de la percusión afro-peruana, Arrascaeta los reconstruyó a través de los relatos de sus colegas, amigos y discípulos, como Facundo Guevara, Teresa Parodi, Viviana Pozzebbón, Willy Crook, Toño González y La Mona Jiménez. También, incluyó las entrevistas que él mismo le hizo para La Voz del Interior y confiesa que se quedó con ganas de algún familiar directo, aunque está contento por la charla con una de las ex parejas. “Cada persona que entrevistaba a fines de una biografía formal, me presentaba una versión distinta de un mismo acontecimiento y notaba que la posibilidad de un desarrollo lineal era imposible. Todos tenían datos que no calzaban con los que otra fuente había vertido, y así. Entendí que la mejor forma era que cada uno contara su versión de Bam Bam”, explica sobre el desarrollo de este libro que inició tras la muerte del músico y que finalmente retomó durante la cuarentena por la pandemia.
Buscando a Bam Bam, ¿qué encontraste?
Pude contrastar que mucha información que tenía sin un sustento, era verosímil. En principio, que Bam Bam era un personaje fascinante, con muchos pliegues y, por sobre todas las cosas, un tipo revulsivo y de espíritu libre, de los que hace falta, de los necesarios. Porque así como era muy productivo y afectaba positivamente un montón de frentes, también era emocionalmente incorrecto, altivo, prepotente, era un personaje poliédrico.
¿Qué es lo que más te sorprendió de los testimonios?
Más que sorprenderme, me conmocionó el relato de Liliana Vitale, sobre cómo Bam Bam atravesó su vida, de cómo alteró su arte, de cómo interaccionó con él en términos artísticos para alumbrar un disco que ella considera uno de los mejores de su discografía. Lo que relata es increíble y se aproxima cabalmente a quién era. También deja ver la relación que hay entre el solista que pone su nombre y su músico de acompañamiento. Ella da relieve a ese vínculo entre ellos y señala que un músico de acompañamiento puede ser determinante en el curso de tu arte. Eso es revelador, porque por lo general hay una visión utilitarista en la industria de la música, que se trata de alguien que toca lo que le dice el jefe y cobra por ese aporte, sería bastante triste si solo se limitara a eso. Vitale subvierte esa lógica diciendo que con tu músico podés experimentar, desafiar límites, incluso a vos mismo y cambiar el curso de tu obra.
¿Crees que fue poco reconocido?
No. Todo el mundo le dio la importancia que tuvo, no creo que haya sido despreciado o subestimado. Me da la impresión de que no pudo realizarse para dejar un legado potente en términos de grabaciones, no dejó discos publicados con su nombre o de Guarango. Quien lo conoció tenía muy en claro su estatura artística y su carisma apabullante, se lo reconoció en su debida dimensión. En todo caso, podría haber tenido el respaldo decisivo de algún directivo discográfico, nadie le puso un contrato al frente. Una vez Bam Bam me comentó que Guarango estaba por ser fichado, pero sonaba algo inconsistente, hablamos de una vida bastante desordenada. Tampoco era fácil de encorsetar ni someter a los términos de un contrato. Creo que cumplió con su deber como músico de acompañamiento de La Mona Jiménez y como obrero de la música intentó un camino alternativo con Guarango, que lo consolidó y la huella que dejó es potentísima. Las enseñanzas y los patterns (patrones) estéticos o éticos que dejó a sus compañeros son imborrables. Creo que se lo valoró en su justa medida.
¿Cómo te lo imaginás si siguiera vivo?
La pena de su muerte es que, más allá de que hablamos de un tipo muy desorganizado, de un adicto, tengo la sensación de que iba a cristalizar el sueño del disco propio. Creo que iba en camino a cumplir ese anhelo, lo estaba buscando, no le alcanzó la vida para cumplirlo, pero eso no va en detrimento de la huella que dejó que es imborrable, casi nítida. Me lo imagino haciendo discos y viviendo la vida a pleno, a esta altura no lo hubiéramos cambiado.
Luego de la investigación, ¿con qué palabras lo describís?
De acuerdo a mi percepción, espíritu revulsivo y libre, son las que mejor lo describen. Era un tipo que hacía todo en sus términos, que estaba en permanente movimiento y que atendía sus pulsiones artísticas sin importarle absolutamente nada.
El patrón del ritmo
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