Noam Chomsky asegura en una entrevista en el diario El País de España, que “a la gente ya no le importan los hechos”. O al menos -habría que agregar-, algunos de ellos. El presidente Mauricio Macri, según la encuesta de Gustavo Córdoba & Asociados tiene su nivel imagen en los niveles previos a la elección de octubre: 47,7% señala que su imagen es positiva y 49,4%, que es negativa.
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El quiebre se produjo en diciembre, con la costosa reforma (ajuste) previsional (el hecho). Ese mes, el presidente tenía, de acuerdo al mismo trabajo de Gustavo Córdoba & Asociados, 59,2% de imagen positiva y 37,3% de negativa. Esto significa que las jubilaciones esfumaron el 11,5% del apoyo que había obtenido luego de los comicios legislativos del año pasado.
Sin embargo, como se puede observar, conserva el apoyo de uno de cada dos argentinos. Allí está su propio límite y también el de los opositores, tanto en el territorio nacional, como en las provincias.
Como bien percibieron los gobernadores, entre ellos, el cordobés Juan Schiaretti, el discurso de apertura del año Legislativo del presidente Macri dejó en carne viva sus debilidades, que a la luz de las encuestas son importantes, pero aún no determinantes. Por eso, ninguno apunto tanto al escenario nacional, sino más bien a las provinciales, donde las flaquezas del relato presidencial les permiten una sobrevida.
LA EVOLUCIÓN DE LOS PRINCIPALES PROBLEMAS
LA EVOLUCIÓN DE LA IMAGEN DEL PRESIDENTE
¿Qué significa? Que el gobierno nacional no tiene un As de espadas, pero no ha sido derrotado, ni está en retirada, ni ha perdido el control de la situación. Pese a ello, ya no posee la gruesa caparazón que lo recubría de cualquier incidente o desgaste. Ahora, puede ser impactado por la realidad. La caparazón, siguiendo a Chomsky, estaba compuesta de creencias y valores. El ajuste a los jubilados puso frente a frente la creencia en Macri contra el largo calvario de los jubilados en Argentina, que en el imaginario social son “los pobres jubilados”. Ese hecho, como un tiro al corazón resquebrajó la creencia en el credo que cuidadosamente había montado Jaime Durán Barba.
Visto en términos de la política, la decisión del gobierno de jugarse la medida más antipopular en el momento de mayor popularidad puede ser una derrota parcial que capitalice en algún momento más adelante, sobre todo, porque le permitirá controlar la expansión del gasto público, un eje de su política de restauración neoliberal.
Esta tesis queda en evidencia al analizar la evolución de las preocupaciones sociales:
En julio de 2017, la inflación era una preocupación para el 10% de la población; en marzo de 2018, lo es para el 18,8%. La inseguridad tenía un 8,5% en julio 2017 y saltó a 15,6% en marzo 2018. Por el contrario, cayeron Corrupción (22,5% en julio 2017; 13% en marzo 2018); Educación (17,2% versus 15,2% en los meses citados); Pobreza (19,7% contra 18,3%); y Desempleo (16,6% frente a 12,4%).
En primer lugar, esto índica que la inflación y la inseguridad crecen a la par que disminuye la imagen y el apoyo a la gestión del presidente. En segundo término, la agenda económica domina con cuatro temas entre los seis principales. Y en tercero, pese a la falta de control de la inflación y el aumento del problema de la inseguridad, el presidente sostiene niveles de apoyo pre-electorales: 46,5% de imagen positiva en julio de 2017 y 47,7% en marzo 2018 y 49,5% de imagen negativa en julio 2017 versus 49,4% en marzo 2018.
Contra la inseguridad, el presidente apuesta a la Doctrina Chocobar. Frente a la inflación, su jefe de Gabinete, Marcos Peña, ha salido ayer domingo a asegurar que este año será el último del ajuste tarifario, el principal motor de la inflación por redistribución de ingresos que lleva adelante el Ejecutivo. Algo así como aquella famosa frase de Carlos Menem en los ’90: “Estamos mal, pero vamos bien”. Al caudillo nacido en La Rioja le dio resultado. Ahora, habrá que ver si Macri consigue el mismo efecto.
La otra maniobra es política: el viernes, el PRO anunció que impulsará la reelección del presidente en 2019; y el sábado mismo, volvieron “las timbreadas” en todo el país, encabezadas por la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. La jugada es, a suerte y verdad. Ahora, el presidente será “la víctima” en el discurso oficial, ya no será sólo Cristina Fernández de Kirchner su adversario. Desde esta decisión, es todo lo que se intente conformar en su contra para impedir que “siga el cambio”. Como sabe que puede no serle suficiente o que frente a un “mano a mano” con el peronismo unido, podría tener dificultades, es que apostará a multiplicar las divisiones en el entramado opositor. No es nada nuevo, es parte del manual de quien ejerce el poder.
Se suma, que la nueva derecha argentina apuesta -como hizo Cristina Fernández con las leyes de medios audiovisuales y de matrimonio igualitario- a promover el debate de leyes en línea con la demanda de colectivos sociales influyentes, en este caso el de las mujeres (aborto e igualdad salarial). Por cierto, un nuevo escenario se abre a partir de ahora. No será fácil -lo cual no quiere decir que no puedan- para el PJ y el resto de las fuerzas políticas construir propuestas políticas con posibilidades electorales frente a la fortaleza del presidente y el gobierno.
EN LA PROVINCIA
Schiaretti desarrolla en un tramo de su acción, el mismo libreto del gobierno nacional: tratar de dividir a la oposición; adelantar la elección a gobernador, separándola de la nacional; y unir todo lo posible al PJ, con el objetivo de evitar fugas innecesarias.
Como ya lo adelantó no confrontará con Macri. La elevada imagen del presidente condiciona una estrategia de ese tipo. Por eso, trabaja alrededor de la ambigüedad: va a aportar a la gobernabilidad del país, sin ponerse en primera fila. Espera cosechar desde ese lugar con el mensaje de que no se necesita un “macrista” como gobernador de Córdoba. Lo que suceda en la presidencial luego de la provincial será un problema del resto de los peronistas en la estrategia del oficialismo provincial.
La segunda idea es que será su imagen versus la de dirigentes que tienen -sin el plus del presidente- una consideración inferior en el electorado. Para abonar ese factor riega a diario la realización de obra pública en toda la provincia y en la ciudad de Córdoba, le pondrá Rubén Américo Martí al túnel de la mujer urbana, para simbolizar su reconocimiento a las políticas de Estado; se diferenciará del gobierno de Macri sin exagerar, otorgando cláusula “gatillo salarial” a los estatales y docentes; y resistirá hasta que pueda cualquier intento de ajustar las jubilaciones provinciales.
Un incógnita para esa estrategia, es si la figura del presidente y la ola del cambio encuentran cauce a través de un candidato local suficientemente potente. La foto del verano de 2018, es que la ola amarilla parece haber llegado a su límite máximo, pero aún sigue arriba de la escollera. Y para Schiaretti, que más allá de su voluntad, sin un PJ nacional que enamore a los sectores sociales que han perdido la fe en el gobierno nacional, es altamente probable que tenga dificultades para defender su feudo cordobés.
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