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El caso de “los “Magistrados”: la historia de Carlos Otero Álvarez, el hombre de las malas noticias

Carlos Otero Álvarez sale de tribunales federales. Lo acompaña su abogado, Marcelo Britos. Foto: Sebastián Salguero.

Carlos Otero Álvarez sale de tribunales federales. Lo acompaña su abogado, Marcelo Brito.
Foto: Sebastián Salguero.

Carlos Otero Álvarez salió con una sonrisa y levantó su dedo pulgar en señal de “todo bien” a la salida del juicio, ayer, frente al parque Sarmiento. Sobre él recaían 92 acusaciones por encubrimiento y omisión de denuncia. Los jueces del Tribunal Oral lo absolvieron. Las razones de la decisión se conocerán recién el mes que viene con los fundamentos del fallo. Por ahora, el hombre que según su abogado era un funcionario de número, porque el juez tenía otro hombre de confianza, el subsecretario Penal, Manuel González Pizarro, logró surfear las olas de la complicidad civil durante la dictadura.

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VER Complicidad civil con la dictadura: dos condenas y dos absoluciones de funcionarios judiciales.

De cualquier modo, los expedientes, documentos y testimonios muestran otra cosa: Otero Álvarez siempre estuvo en el lugar de los hechos junto al fallecido juez Adolfo Zamboni Ledesma.

VER “Celebramos que haya justicia con una parte de los cómplices y lamentamos que no haya llegado a todos”.

El caso del asesinato de Raúl Bauducco. Paco, que era estudiante de comunicación social, había nacido en Río Cuarto en 1948 y fue asesinado el 5 de julio de 1976, durante una requisa en la cárcel del barrio San Martín, donde estaba detenido desde 1975. Lo mató el cabo Miguel Ángel Pérez de un tiro en la cabeza. En el expediente del caso -cuenta el abogado Rubén Arroyo-, el secretario Penal Otero Álvarez le comunica al juez Zamboni Ledesma que salió en el diario que habían muerto cinco subversivos, entre ellos figuraba Bauducco. Entonces, el juez le pide al secretario que le corra vista al fiscal Alí Fuad Alí, y que pida el certificado de defunción para poder sobreseerlo por “extinción de la acción penal por muerte”. A su mujer Doris Caffieri, que estaba detenida en otro pabellón de la UP1 no la notificaron del fallecimiento ese día. Recién, varios días después, fueron a la cárcel Zamboni Ledesma, Otero Álvarez y Luis Molina, defensor oficial de la mujer. Allí se dio el siguiente diálogo:

VER MÁS ARTÍCULOS DE FABIÁN GARCÍA.

-Venimos a comunicarle su sobreseimiento provisorio, le dice el juez a Doris Caffieri.

-¿Y mi marido, dónde está?, pregunta ella.

-…  (Silencio).

-¿Mi marido dónde está? Yo estaba con él cuando fui detenida, insiste.

-Luego de otro momento de silencio, Otero Álvarez toma la palabra: Su marido murió al querer arrebatarle el arma a un custodio…

-¿Ustedes creen que soy tan imbécil? Mi marido nunca, nunca tuvo un arma en la mano. Por favor -le dice a la guardiacarcel-, sáquenme de acá, esta gente me da asco.

Otero Álvarez espera la sentencia junto al resto de los funcionarios judiciales. Foto: Sebastián Salguero.

El caso de Marta Juana González de Baronetto. El 11 de octubre de 1976 la fusilaron a poca distancia de la UP1 y cuando los militares comunicaron el hecho, pusieron una intersección de calles que no existía (Guido y Amado Nervo). Los detenidos en la cárcel, incluso, escucharon los disparos. Junto con ella, fueron asesinados Jorge Oscar García, Pablo Balustra, Florencio Esteban Díaz, Miguel Ceballos y Oscar Hubert.

A Vitin Baronetto, su marido, que todavía estaba detenido en la UP1 tampoco le dijeron nada. Lo trasladaron primero al penal de Olmos y luego a Sierra Chica. Baronetto relató en su momento que “a mi mujer la mataron el 11 de octubre y el 15 de octubre suspendieron una audiencia por incomparecencia del abogado, pero en realidad ése fue el día que la enterraron”. Las palabras del hombre son un recitado de la documentación que está en el expediente.

Allí también figura que el 22 de marzo de 1977, Zamboni Ledesma, Otero Álvarez, y Molina se presentaron en el penal bonaerense para tomarle declaración indagatoria.

Fue en una sala de la cárcel, que Baronetto dijo: –Antes de responder cualquier pregunta, quiero saber por qué mataron a mi mujer –indagó a los funcionarios.

Se hizo un largo silencio, hasta que Otero Alvarez tomó la palabra:

–Mire, Baronetto. Lo único que puedo hacer es leerle este parte militar.

Leyó entonces un comunicado sobre la muerte de seis “delincuentes subversivos” el 11 de octubre de 1976, mientras eran trasladados desde la cárcel del barrio San Martín a un destino desconocido. “Vehículos civiles” interceptaron a la patrulla, se produjo un “intenso tiroteo” que terminó con seis muertos de un lado y ni un rasguño del otro.

–Eso a mí no me dice nada. Acaban de escuchar a Eduardo De Breuil contar que lo obligaron a presenciar el fusilamiento de su hermano y el comunicado dice que fue durante un “intento de fuga”. Usted sabe que esos partes son pura mentira. Yo quiero saber quién autorizó que mi mujer fuera sacada de la cárcel, ya que estaba bajo las órdenes de ustedes –preguntó Baronetto,

Zamboni Ledesma, ya fallecido, se mantuvo en silencio. Otero Alvarez volvió a tomar la palabra y repitió “no podemos hacer nada” . Ante la insistencia de Baronetto, su defensor oficial, Luis Molina, le advirtió: “El único perjudicado va a ser usted, deje las cosas como están”.

Zamboni Ledesma, ya fallecido, se mantuvo en silencio. Otero Alvarez volvió a tomar la palabra y repitió “no podemos hacer nada” y ante la insistencia de Baronetto su defensor oficial, Luis Molina, le advirtió: “El único perjudicado va a ser usted, deje las cosas como están”.

Baronetto también relataría ante el Consejo de la Magistratura en 2008, que siete meses antes del golpe de Estado denunció ante el Juzgado que integraba Otero Álvarez las torturas a las que fue sometido junto con su mujer. “Tanto me torturaron que tuvieron que internarme en el policlínico policial. Lo relaté cuando me indagaron -en 1977-, pero no investigaron ni hicieron nada”, relató el actual funcionario.

También contó en esa oportunidad que “Otero Alvarez, en ocho ocasiones autorizó traslados de detenidos en un claro exceso funcional, toda vez que la única autoridad capaz de disponer de los detenidos era y sigue siendo el juez”.

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