El desastre ambiental en Córdoba repite la secuencia depredadora de un sistema económico cuyo vértice sigue siendo el modelo primario, consolidando el rol que las potencias hegemónicas –económica y políticamente interpretadas por líderes rocosos como los de OCDE– nos adjudicaran, aquella nunca vencida división internacional del trabajo. Así, hoy se lee en informes oficiales que la sojización del suelo argentino (resistiendo a la tentación de llamarlo “suelo extranjero”) apretó el acelerador a partir del 2015 (Macri) con la supresión de los derechos de exportación.
Concediendo tal apreciación, la memoria nos lleva al actual canciller Felipe Solá, a cargo de la Secretaría de Agricultura de Carlos Menem, recordando que fue quien firmó el expediente de aprobación de la soja transgénica, en base a estudios de Monsanto. La misma firma que bajo los auspicios de Cristina Fernández y José Manuel De la Sota, intentaran lo que la resistencia social les impidió, activar aquí lo que el mundo le prohíbe, sus negocios impuros de muerte y desolación.
Pasó un cuarto de siglo y aún hoy el 60 por ciento de la tierra cultivada está ocupada por soja, vertiendo 200 millones de litro de glifosato cada año. Su cultivo pasó de seis millones de hectáreas a doce en el año 2003, alcanzando los veinte millones en el 2015.
Recordemos que “a partir del año 2000-2003, las economías latinoamericanas se vieron enormemente favorecidas por los altos precios internacionales de los productos primarios (commodities), lo cual se vio reflejado en las balanzas comerciales y el superávit fiscal (…)
Sea en el lenguaje crudo de la desposesión (neodesarrollismo liberal) como que aquel que apunta al control del excedente por parte del Estado (neodesarrollismo progresista), el actual modelo de desarrollo se apoya sobre un paradigma extractivista, se nutre de la idea de ´oportunidades económicas’ o ´ventajas comparativas’ proporcionadas por el Consenso de los Commodities”, aquel que sustituyera al Consenso de Washington, en su ordenamiento económico. Quien así se pronuncia es Maristella Svampa en su lúcido ensayo “Del cambio de época al fin de ciclo”.
El extractivismo manifiesto sobre el que volcaron sus expectativas tanto la administración progresista como la conservadora-neoliberal, dan cuenta de las dificultades para cortar lazos con un programa de dependencia que nos corroe desde principios de la organización.
Pero volvamos al punto de partida, el desastre ambiental en desarrollo. Greenpeace señala que Argentina se encuentra en emergencia forestal ambiental y se ubica entre los diez países con mayor pérdida de bosque nativo desde principios de siglo. Una vez más en el largo historial de vandalismo con traje de negocios, las víctimas se repiten. El 60 por ciento de la población con Necesidades Básicas Insatisfechas viven en territorio de bosque nativo. ¿Quién más? Los indios: más del 60 por ciento de las comunidades indígenas también habitan suelo de monte devastado por agronegocios, desarrollismo alentado aupado por la política y sus agencias, las necesidades de sostener presupuestos en el insondable precipicio de cada nueva crisis. Alguna vez, para eludir responsabilidades criminales durante la Guerra del Golfo (1991) Pentágono, Casa Blanca y Departamento de Estado se escudaron en los “daños colaterales”. En economía utilizan el término “externalidades” para que los actores económicos no afronten las consecuencias, en este caso, de herir de muerte al monte nativo.
De las 12 millones de hectáreas de bosque nativo cuando despuntaba el siglo XX, hoy solo queda el 3 por ciento. Los relevamientos más auspiciosos se estiran a 7, no cambia mucho la perspectiva, el saqueo de recursos es escandaloso. Consultado por el periodista Camilo Ratti para su esclarecedora nota “Donde hubo fuego negocios quedan”, el Geógrafo Joaquin Deón (Conicet) advierte que el 95 por ciento de los incendios en Córdoba son intencionales. Al cronista le dirá, “después de los incendios se siguen realizando circuitos de enduro, cuadriciclo y motocroos como herramienta para el cambio de uso del suelo, lo cual está expresamente prohibido por la ley, además del avance urbano en desarrollos para los que siempre tienen a mano una vía de escape reglamentaria. Por último la minería es el último vector de producción del desastre, ya que la ley de bosques en su artículo 37 permite el avance minero en las sierras. En mucho territorio quemado hay emprendimientos mineros explotados y por explotar”.
Mientras levantamos la mirada al cielo cada mañana, anhelando agua del cielo, nadie está autorizado a pensar que se trata de un hechizo, maldición o castigo divino. Árbol. Humedad. Nubes. Agua. Ciclo virtuoso que se origina cuando la cobertura vegetal que influye en los grados de presión atmosférica y por lo tanto en las corrientes de aire, realiza sus alcances. La Teoría de la bomba biótica de los Físicos A. Makarieva y V. Gorshkov, dirá además que los bosques mantienen la evaporación más alta de humedad, e incluso evaporan más agua por unidad de superficie que los océanos. En Córdoba, la humedad solo se manifiesta en los ojos trémulos de quienes lo perdieron todo. Lágrimas ácidas que como último y desesperado recurso, intentan abrirse paso hacia el cuero insensible de los dueños del fuego.
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