“Pedir ayuda, por sobre todo, es un ejercicio de humildad. Reconocer nuestra derrota, es nuestra primera victoria. Yo tuve que reconocer la mía con la adicción”, dice con sinceridad Gastón Pauls. El actor hace catorce años reconoció que el consumo de cocaína no era vida, que le entregaba sus mejores días a la muerte y se animó a pedir ayuda. Hoy quiere que el mensaje de esperanza llegue a otros en situación de adicción, porque está convencido de que este mundo nos empuja a la soledad y a consumir desesperadamente.
Las adicciones pueden tomar forma de cualquier cosa, como el alcohol, el tabaco, la comida, la tecnología o una persona, por enumerar algunos ejemplos. Además, es una pandemia y no tan silenciosa. Asegura que la mayoría de los hogares tiene algún familiar o persona cercana sufriendo la problemática, y que es una enfermedad que no reconoce clases sociales.
Por eso, le dio forma y está al frente de Seres libres, un programa de televisión donde aborda abiertamente del tema y recoge testimonios de personajes públicos, como Nazarena Vélez, Cabito y Fabiana Cantilo, y además abre el micrófono para los ciudadanos anónimos. En cada emisión, él también habla. Mirando a cámara, arroja sus pensamientos y su “experiencia tristemente adquirida”. Lo que no sale ahí, lo vuelca en un papel, a modo de “vómito literario”. La expresión es la base para la libertad, dirá en esta entrevista con ENREDACCIÓN.
No es la primera vez que intenta ayudar a que otros puedan dar el paso para iniciar una recuperación. Ha dado charlas por todo el país en las cuales los espectadores superaban los cien mil.
Adicción significa no decir ¿Qué no podías decir?
No podía decir lo que soy, y lo que soy es abstracto y muy pequeño a la vez, poder hablar con mi voz, caminar como camino… Cuando nací en el ‘72 no había internet, pero uno sentía la mirada del afuera, hoy esa mirada está potenciada por millones, cualquier cosa que hagas es vista, criticada o alabada por muchos. Todo nace y muere en ser uno, que no es tan fácil, sobre todo en una sociedad que te invita a copiar y pegar, repetir la fórmula que otro le funcionó. Hay que animarse a ser como uno es.
“Hay que animarse a ser como uno es”.
¿Quién es Gastón?
Lo que hoy acepté es que soy alguien que camina con chuequera, que no tiene una fórmula definida, que está en plena búsqueda, que disfruta de los momentos con sus hijos, alguien que necesita pasar el mensaje de que otra vida en todo sentido es posible. Soy alguien que pude equivocarse, antes era una autoexigencia y cuando es así, más te equivocas porque no disfrutás lo que hacés.
¿Sobre qué necesitás seguir profundizando?
Siempre dije que tenía una memoria prodigiosa. Pero ahí está la trampa del ser humano, cuando nos confiamos en nuestros dones y nos olvidamos que mal utilizados pueden convertirse en los grandes padecimientos. A la memoria la tengo que ejercitar, tengo que recordarme todos los días dónde no quiero estar o dónde quiero estar. La adicción es una enfermedad social sobre todo en una sociedad de consumo que te hace creer que la felicidad y el encuentro están afuera, a los que puedo acceder comprando en dosis esa sustancia, artefacto o posesión material. Me tengo que recordar todos los días que esa búsqueda es más pequeña y mucho más hermosa.
¿Después de pedir ayuda qué sigue?
Cuando llega la ayuda lo más difícil es aceptarla, ubicarse en lugar más humilde para recibirla. La pedís cuando estás desesperado, pero cuando viene, quizá te olvidás de que quince minutos antes estabas desesperado, por eso hablo de la memoria. Esa ayuda que uno pidió no es circunstancial o momentánea, es aceptar que no podés solo con la vida y que ese nuevo presente se puede replicar día a día. Lo más difícil es caminar con esa ayuda diariamente y no soltarla a los veinte pasos. Sigamos de la mano que es más lindo.
¿Si la persona adicta no quiere que lo ayuden, no se puede?
Sí, ahí está lo más triste de la enfermedad, que es la ceguera. Lo mismo sucede con la ayuda, la mano del Poder Superior está tendida todos los días, como la de un montón de seres, pero cuando estás en pleno proceso de consumo, estás ciego porque creés que en un papel de merca, en sexo desenfrenado, en pastillas o alcohol está la felicidad. No podés ver las manos tendidas hasta que no hacés el clic y entendés que te tenés a arrodillar de alguna manera, bajar la cabeza y quizá sea levantarla por primera vez. Ese bajar la cabeza es aceptar que solo no podés y elevarla es reconocer tu imposibilidad.
“Cuando llega la ayuda lo más difícil es aceptarla, ubicarse en lugar más humilde para recibirla”.
¿El programa “Seres Libres” es una mano tendida?
Sí. La misma que me ofrecieron a mí, ni siquiera es mía, es una grupal. Cuando entré a mi recuperación, en los grupos anónimos me dijeron “no estas más solo” y “te vamos a querer hasta que aprendas a quererte”. Y eso ocurrió, no me sentí más solo. Es ese mismo mensaje hacia otros, así como me contagiaron la esperanza, el programa intenta eso. Ojala llegara a millones, pero sabemos que es un tema difícil, porque no todos quieren ver, escuchar y aceptar. Sobre todo en este mundo hay intereses muy concretos de que la gente siga consumiendo, sino se termina un gran negocio, se cae el sistema. Estamos en un círculo vicioso.
¿Cuesta decirle enfermedad a la adicción? ¿Será porque a un enfermo es más difícil de condenar?
El día que me dijeron, hace unos veinte años, no tenés un problema moral ni sos un hijo de mierda, tenés una enfermedad, ahí empecé a entender: así como los celiacos que no pueden con el gluten, yo no puedo con una sustancia ni con el consumo, porque tengo una personalidad adictiva; comprendí que no tiene cura, tiene tratamiento y podés vivir con eso. Al haber transitado y conocido ese lugar, si entrás en recuperación vas a tener una visión más amplia de algunos asuntos, como yo, que ahora veo que ésta “es una sociedad de adictos”. Lo digo desde mi lugar de adicto, que al menos está en recuperación y trabaja todos los días para no decaer, porque no es fácil. La tentación viene de todos lados, en forma de porro, de comida, de posesiones, de celular, de lo que sea. La sociedad no la interpreta como enfermedad o sino se ocupa de decir, por ejemplo, “es una enfermedad rosa” que padecen aquellos que eligieron el camino “incorrecto”, hasta con la enfermedad la sociedad juzga y apedrea. Acá si me pongo bíblico: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, y también, hay que sacarse la viga del ojo propio antes de sacar la paja del ajeno.
El programa se llama Seres libres, y estamos en un momento donde la palabra libertad está en debate, ¿qué es la libertad?
Hago el programa que se llama Seres libres y paradójicamente ante esta pregunta me quedo por primera vez mirando por la ventana. Creo que es una búsqueda diaria, me siento libre en estar tomando estos segundo para encontrar la respuesta y no copiar una de Wikipedia. Me siento libre para decir que tal vez no tengo la respuesta, para debatir con mis hijos cuáles son los verdaderos roles de poder en una paternidad y ser hijo.
En la ONG que creaste, “La Casa de la Cultura de la Calle” también buscás generar oportunidades de expresión, ¿es la base para poder ser libre?
Sí, no tengo dudas. CACUCA tiene que ver con un nene que estaba con una bolsa de Poxiran y me dijo que necesitaba un lugar para expresar lo que pasaba. Creo que hay que ofrecer escenarios, micrófonos, lápices, hojas, tenemos que ofrecernos un lugar expresivo donde exorcizar, canalizar y modificar realidades. El verdadero sentido del arte, sacándolo del esnobismo y de la crítica, tiene el mismo valor el Guernica de Picasso y una pintura de un nene de 4 años que denuncia una violación. De ahí también quiero salir, de la evaluación estética y de poder del arte, el arte es simple y natural. Las cataratas son arte del Poder Superior, y no veo críticos diciendo si está bien o mal la caída de la Garganta del Diablo.
“Si entrás en recuperación vas a tener una visión más amplia de algunos asuntos”.
¿De una recuperación se sale mejor persona?
Creo que sí, y no lo digo por mi caso, veo gente con un pasado de verdad oscuro, que en un determinado momento descubre algo de su horror y enfermedad y lo único que quieren es intentar ayudar para no seguir contagiando esa muerte, esa desesperanza. Estamos acostumbrados a que la palabra contagio sea sinónimo de enfermedad y muerte, pero también se puede contagiar esperanza, amor, posibilidad, vida.
ACTOR DE MUCHAS VIDAS
Gastón Pauls guarda recuerdos de cuando apenas tenía un año de vida. El nacimiento de su hermano Nicolás en la casa de su tío o estar con sus padres en una habitación, “son imágenes con un lindo tinte, fotos con esa luz hermosa de mi infancia”, cuenta el actor de Nueve Reinas. Como esas, también conserva las experiencias de vida que alimentan su ser actor, tanto los momentos felices como las angustias, son parte de su bagaje profesional.
Tiene varios guiones de cine terminados, está con ganas de escribir una obra de teatro y avanza sobre un libro libro autorreferencial sobre todo lo vivido en estos años. Si bien le gustaría dirigir, “viendo la coyuntura del mundo en los próximos años, hay que ver si sigue existiendo el cine y el planeta, al menos, tal como lo conocemos”, dice quien empezó en la década del ‘90 con la tira televisiva Montaña Rusa.
Cada día, luego de agradecer despertarse, se levanta temprano para dedicarse a sus proyectos y confiesa que le cuesta relajar. “Nos cuesta disfrutar del ocio, el esparcimiento o la tranquilidad, la cabeza no puede y está pensando tendría que estar haciendo tal cosa o adelantando el trabajo de 2036. Solo desconecto absolutamente cuando estoy jugando con mis hijos”, comenta mientras mira por la ventana el árbol oriental y el eucalipto de su patio, a donde sale descalzo para sentir el contacto con la tierra.
¿Estás un buen momento con la actuación?
Tuve la bendición en este contexto, de filmar el enero pasado Lennons de José Cicala y me divertí como si fuera niño. Algo que no siempre es tan fácil. Esta fue la película setenta y uno de mi vida, algunas amé, otras me conmovieron, pero hubo dos donde no paré de reírme, una es Nueve Reinas y la otra ésta. Más allá de cómo quedó el film o si no se estrena, me importa el momento del rodaje, el proceso de laburo creativo; si yo hago esto para reírme, si disfruté el proceso, no es importante para mí lo que ocurra después.
¿Cuánto más vida, mejor actor?
Me lo pregunto hace un montón años, por qué no sigo estudiando o preparando actoralmente y en realidad sentí que sumaba a mi bagaje actoral emociones humanas. De hecho el actor tiene que trasmitir la alegría, el horror, el pavor, la desesperanza, la esperanza, la fe, el miedo con su instrumento que es el cuerpo el alma. Estuve transitando un poco de eso y trato de reconocer esas sensaciones en mí para poder compartirlas. Aquí va el verdadero quid de la cuestión, de qué manera trabajamos la humildad, es el gran trabajo que tiene la humanidad, salir de la soberbia. Mi trabajo como actor es ver cómo esos sentimientos que transité en mi vida, con humildad, los pongo en el escenario o frente a la cámara, para compartirlos, que al otro le llegue y le sirva.
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