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Podrían ser condenados cinco policías por la feroz golpiza a dos hermanos

Zoilo Palacios en 2011. Foto: Cosecha Roja / Nicolás Bravo.

Zoilo Palacios en las puertas de tribunales, en 2011. Foto: Nicolás Bravo / Gentileza Día a Día.

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En junio de 2011 los hermanos Daniel y Zoilo Palacios, vecinos de barrio Loza de Río Ceballos, aparecieron en los diarios con sus caras llenas de heridas y moretones, producto de una brutal paliza policial. Uno de ellos incluso tenía una herida de bala de goma en una de sus piernas.

La paliza comenzó cuando Zoilo y su hermanito de 10 años juntaban leña y un móvil policial se acercó para pedirles documentos. Zoilo no los tenía. El caso fue un ejemplo del comportamiento patoteril que en ocasiones caracteriza a la fuerza y de la violencia que habilitaba el viejo Código de Faltas. La negativa a identificarse, hasta hace poco, era una contravención.

Seis años después, la Cámara Quinta del Crimen podría condenar a cinco policías, entre ellos una mujer. Hoy el fiscal Fernando Amoedo comenzará los alegatos contra el oficial Gerardo Federico Gómez y los suboficiales Fabián Nicolás Martínez, Matías Roberto Salce y Marcos Alberto Simbrón, imputados de “lesiones leves calificadas” y “vejaciones”. En tanto que a la policía Roxana Beatriz del Valle Campos la acusa por presunto encubrimiento. Amoedo solicitó un agravamiento de la imputación por las lesiones que, a su criterio, deben ser consideradas “graves”. Si la Cámara adhiere al pedido, podrían ir a prisión.

En la audiencia de hoy también alegarán los tres abogados defensores, el querellante y el representante de la provincia, ya que el juicio acarrea una demanda civil contra el Estado.

De la golpiza hubo una tercera víctima, que no llegó al juicio. Se trata de Luis Zoilo Palacios padre, que murió de un infarto el 1° de enero de 2012. Zoilo padre intervino para defender a sus hijos y terminó pasando una noche en el calabozo. Tras lo sucedido, era tal el rencor que tenía que se acostaba en su cama cucheta mirando los recortes de diarios, con sus hijos amasijados a golpes, que había pegado en el elástico de la cama de arriba.

DOCUMENTOS

El mediodía del 8 de junio de 2011, Zoilo Palacios, por entonces de 27 años, fue acompañado de su hermano menor hasta un campo cercano a buscar leña. Según la acusación, Zoilo vio llegar un móvil con dos agentes. Los mismos que, según declaró en el juicio, lo venían acosando desde hace tiempo.

–Documentos.

–No lo traje, pero si quiere le digo. Anote: treinta y un millones ciento…

– ¿Qué, te la vas a tirar de malo, putito?–, escuchó por respuesta.

Dos vecinos -Adrián Flores y Silvia Moreno- que pasaban por allí en un vehículo vieron la escena y decidieron parar. El muchacho les pidió que avisaran urgente a su familia. “Cuando estábamos por retirarnos a buscar al papá de Zoilo escuchamos que un policía lo insultaba por lo bajo, provocándolo. Entonces decidimos quedarnos y llamar por teléfono”, explicó Flores durante el juicio. Mientras esperaban aparecieron en el lugar una camioneta CAP y otro móvil. Zoilo padre llegó junto a su hijo Daniel, de 26 años, a bordo de un Rastrojero y encontró a sus dos hijos sentados sobre la leña, rodeados por seis policías.

– ¿Qué quieren ahora? ¡Ya me tienen cansado!–, exclamó el hombre.

La situación estaba controlada, hasta que el subinspector Gerardo Gómez le dio una cachetada a Zoilo y quiso meterlo por la fuerza en un móvil. El chico se resistió. Entonces, lo que comenzó como “un control de rutina”, como explicaron los uniformados, se transformó en un desmán de piñas y culatazos entre los seis policías y los dos hermanos Palacios. Fue el propio Gómez quien decidió ponerle fin a la pelea con un disparo al aire realizado con una Itaka que tenía municiones (AT) Anti Tumulto. Los otros dos tiros fueron dirigidos al cuerpo de Zoilo.

– ¡Me pegó el hijo de puta!–, dijo el oficial antes de dispararle. Erró el primer tiro, y a un metro y medio de distancia, impactó el siguiente en la pierna del muchacho. Después hubo más culatazos y patadas en el piso, donde quedó la sangre y la leña desparramada.

Según explicó el fiscal Amoedo, el hecho es complejo porque tiene muchas etapas. La pelea y el disparo fueron apenas el comienzo. En lugar de ser llevados a un centro de salud, los dos hermanos y su padre fueron trasladados la comisaría de Río Ceballos y encerrados en dos calabozos distintos. Según declaró Daniel, fueron golpeados y “verdugueados” toda la noche. “Uno de los policías le metió el palo de goma en la herida a mi hermano y también se lo pasaba por el culo, así sobre la ropa. Le decía que igual se lo iban a romper en la UCA”, contó en la causa. Desde su calabozo, Zoilo padre escuchaba los alaridos de sus hijos y gritaba: “No les peguen más a los chicos”.

A las 19 de ese día, los “contraventores” abandonaron la comisaría de Rio Ceballos. Don Palacios fue trasladado a la UCA donde pasó la noche. Sus hijos fueron derivados al Hospital de Urgencias, pero antes hicieron una parada en la comisaría de Unquillo. El parte médico del Urgencias habla de múltiples lesiones en los cuerpos de los dos chicos. Por los golpes que tenían no los recibieron en la UCA y tuvieron que llevarlos de nuevo a la comisaría de Rio Ceballos.

El día de la paliza, en el Centro de Salud de Río Ceballos, le informaron a los policías que Zoilo estaba haciendo tratamiento psicológico, que era nervioso y tenía problemas para dormir. Zoilo dijo en su declaración ante el fiscal que eso fue usado por los uniformados para provocarlo aun más. En Unquillo, uno de los agentes los obligó a abrir las piernas y ponerse contra la pared. “Yo soy más loquito que vos. ¿Sabes? En el barrio mandamos nosotros”, les dijo y después les pateo los testículos.

Antes del episodio, Zoilo había sido varias veces demorado por los efectivos. Incluso llegó a presentar una denuncia ante el Tribunal de Conducta Policial, que el propio tribunal desestimó.

Por la tarde, los hermanos palacios ya estaban siendo investigados por el fiscal Eugenio Pérez Moreno por “resistencia a la autoridad”. Nadie le había informado de la paliza.  Luego cambió el rumbo de la investigación, hasta elevarla a juicio.

waldo.cebrero@enredacción.com.ar

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