El presidente Mauricio Macri salió a reconocer las 22:10 la derrota del oficialismo en las elecciones nacionales, pese a que no se había dado a conocer un sólo resultado oficial.
También dijo una frase para tratar de cerrar el momento de derrota, que será recordada por mucho tiempo y que como tantos otras definiciones escuchadas en la Argentina, quedará en el recuerdo: “vayanse a dormir”.
La derrota del oficialismo nacional se consolidaba en 15 puntos porcentuales, lo que explicaba el gesto desolado del presidente, dado que en condiciones de normalidad, el resultado de esta Primarias no tiene modo de alterarse. No por las matemáticas, sino por el hecho de que representa un cambio de ciclo político.
Con toda claridad, los argentinos decidieron virar de rumbo y convirtieron las PASO en una virtual primera vuelta, lo que transforma un episodio electoral de ordenamiento interno de los partidos y por lo tanto sin operatividad sobre la gestión, en un capítulo definitorio del proceso político, que para ser legal, deberá esperar a octubre. Se trata de un hecho que deja al Ejecutivo en una debilidad política, cultural y económica descomunal, que agrava el riesgo de una transición complejísima para el país, sobre todo por la reacción posible del mercado frente a un cambio de las reglas políticas.
Distintas fuentes del gobierno adelantaban que este lunes podrían producirse cambios de gabinete, tanto en Nación como en la provincia de Buenos Aires, en un intento desesperado por alterar el curso de los acontecimientos. Sin embargo, lo sucedido en la elección revela que la sociedad considera inviable a la restauración conservadora que encarnó Macri y ha decido poner en manos del peronismo su futuro político, económico y social.
Hay otros dos detalles relevantes del discurso del presidente: No saludó al ganador de la elección hasta el cierre de este artículo, algo básico de una sociedad democrática y más para un dirigente que en estos tres años y medio se pronunció como preocupado por la institucionalidad del país; y tampoco reconoció a los terribles efectos de su programa económico como un causante de su calvario político. Por el contrario, culpó a los argentinos de no entenderlo: “el mundo nos ha acompañado en este cambio”, trató de argumentar en su defensa, pero sus palabras no hacían más que acentuar la evidencia de la incomprensión de lo que efectivamente estaba sucediendo. También, es cierto, que se prepara para culpar de las turbulencias económicas que vendrán a la oposición. Por lo tanto, las próximas horas serán determinantes para los meses que vendrán y para el lugar definitivo que el presidente ocupará en la historia.