Las canastas de indigencia y de pobreza subieron un 53,5 y 52,9 por ciento, respectivamente, lo que sumado a la caída de los ingresos, revelan un fuerte deterioro de las condiciones sociales. La canasta básica alimentaria, que define la línea de indigencia, tuvo en diciembre un alza del 0,7 por ciento frente al mes anterior, mientras que la canasta básica total que mide pobreza avanzó 1,1 por ciento, informó el INDEC. Ambos datos quedaron por debajo de la inflación del último mes del año, que fue de 2,6 por ciento.
En diciembre, un hogar compuesto por dos adultos y dos menores requirió 25.493 pesos para no ser considerado pobre por las cuentas nacionales. Esa canasta se ubicaba en 16.677 pesos un año atrás. La canasta de indigencia para el mismo hogar se valorizó en 10.197 pesos, cuando cotizaba 6644 pesos en diciembre de 2017.
Mientras que los alimentos y servicios básicos subieron a un ritmo superior al 50 por ciento, los ingresos lo hicieron de un modo mucho más moderado. La jubilación mínima arrancó 2018 en 7246 pesos y ahora está en 9300 pesos, una suba del 28,3 por ciento, al igual que el alza registrada en la Asignación Universal por hijo (AUH), que pasó de 1412 pesos por niño o niña a los 1816 pesos actuales, aunque los titulares de la AUH recibieron bonos compensatorios por la pérdida de poder adquisitivo. El salario real promedio del sector privado registrado, según el Ministerio de Trabajo, acumuló hasta octubre de 2018 una caída del 10,9 por ciento. En peor posición están los trabajadores no registrados y los desocupados.
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