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Rusia, EE.UU. y una nueva arquitectura de seguridad mundial

El presidente ruso, Vladimir Putin.

El conflicto que se vive en Ucrania por estas horas es una de las tensiones que se producen por la propuesta de Rusia ante EE.UU. y la OTAN para establecer una nueva arquitectura de seguridad mundial.

Rusia propone que la OTAN desmantele sus infraestructuras críticas retirando sus sistemas de misiles de los países que a partir del año 2000 forman parte de la Unión Europea (Rumania, Bulgaria, Países Bálticos, etc) y que otrora pertenecían al Pacto de Varsovia, y en particular exige que Ucrania y Georgia no se incorporen a la OTAN y con ello no establezcan contingentes militares y bases de misiles, como una forma de crear una zona de amortiguación o “buffer” entre Rusia y la OTAN.

Cuando se desintegró la Unión Soviética y esta retiró sus tropas de Europa Oriental, en las conversaciones previas entre los ex presidentes Ronald Reagan y Mijail Gorvachov estaba implícito que la OTAN no se extendería hacia al este y esto no ocurrió.

La OTAN presenta como algo natural que sus misiles estén establecidos en sus países socios que limitan con Rusia, ¿qué diría EE.UU., sí México se asociara con Rusia y colocara misiles rusos en el límite con Texas?

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El planteo ruso de una nueva arquitectura de seguridad mundial mediante la celebración de varios tratados regidos por el Derecho Internacional, no es más que el reflejo de la nueva realidad multipolar y policéntrica que debe incluir también a China para disminuir las tensiones en las adyacencias de su zona marítima y en otras regiones del mundo, tal como se estableció en Helsinki en los 70’ y en los 80’ con el tratado INF de reducción de misiles de corto y medio alcance (rangos de 500 a 1500 km). Esta propuesta encuentra resistencia en la intransigencia anglosajona, con hegemonía dentro de la OTAN, que impulsa la globalización de esta organización, formalmente definida como de defensa, pero que no dudo en atacar Yugoslavia, Irak, Libia, Afganistán e instigar hoy en Ucrania enviando importantes ayudas militares.

Epec

El conflicto en Ucrania, que por su complejidad excede a esta nota, es presentado en gran parte de occidente como responsabilidad de una agresión rusa, señalando que Rusia invadió Crimea en 2014; omiten decir que el 98 % de los habitantes de Crimea votaron a favor de la integración con Rusia, país al que pertenecían hasta 1953 cuando el ex presidente Nikita Jrushchov la incorporó administrativamente a la Republica Socialista Soviética de Ucrania integrante de la ex URSS. Las tensiones actuales en las repúblicas populares de Donestk y Lugansk (ubicadas al este de Ucrania), deberían resolverse a partir de los acuerdos de paz firmados en Minsk I (Ucrania, Rusia y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) y Minsk II (Ucrania, Alemania, Bieolorrusia, Francia y Rusia) que reconocen a estas repúblicas como regiones autónomas de Ucrania con autoridades electas en elecciones supervisadas por la UE, entre otras cuestiones. La guerra civil que ya provocó la muerte de 13.000 personas, los desacuerdos y contradicciones en la política interna ucraniana, el incumplimiento del alto del fuego, la ecuación electoral de Kiev respecto de la participación de estas regiones, el interés de EE.UU y el Reino Unido de apoyar militarmente a Ucrania (Reino Unido trabaja en la modernización de la flota ucraniana), la posibilidad que Rusia reconozca formalmente a estas repúblicas (cuestión que viene ocurriendo en los hechos con la extensión de pasaportes rusos y reconocimiento de derechos sociales como jubilaciones) y la decepción de parte de la sociedad ucraniana respecto a las propuestas de paz y convivencia del presidente Volodimir Zielinski, no han permitido que avancen estos acuerdos y han consolidado una situación de inestabilidad en la región del Donbass.

La escalada de este conflicto pone en una situación incómoda a Europa por los impactos económicos y sociales sobre la provisión de gas ruso a través de los gasoductos de Nordstream II, próximo a funcionar, y los gasoductos que atraviesan Ucrania y Bielorrusia. Es hora que Europa recupere un papel protagónico y equidistante para aportar a su propia seguridad como en su tiempo promovió el presidente francés Charles de Gaulle.

Ucranianos y rusos son pueblos hermanos, una Ucrania que asuma una postura independiente y neutral puede aportar a la solución del conflicto. Sería bueno que los gobernantes anglosajones apoyen esta idea, por el bien de la humanidad y la paz de los pueblos, y dejen que Ucrania sea Ucrania y que Rusia sea Rusia.

* Omar Ruiz es legislador Provincial (MC), abogado, Magister en RRII, y Diplomatura en Defensa.

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