La República Argentina, tiene una rica historia en relación al sindicalismo. Con el transcurso de los años, han pasado distintas generaciones de dirigentes gremiales en nuestro país. Muchos de ellos, han marcado el Norte a seguir. Hablamos de dirigentes sindicales de la talla de Agustín Tosco, Atilio López, Raimundo Ongaro, René Salamanca, y Saúl Ubaldini, entre otros.
Muchos de ellos han sido verdaderos líderes naturales (y no impuestos por nadie). Fundamentalmente, siempre lucharon por ideales, defendieron siempre al trabajador (respondiendo sólo a sus bases), mantuvieron independencia política y de la patronal, y fueron consecuentes entre lo que dijeron y lo que hicieron.
Actualmente, existen muy buenos dirigentes sindicales. Pero es necesario decir que no existen Mesías en los sindicatos. Sí existen grandes líderes y grandes conductores. Sin embargo, el verdadero poder de los gremios radica en sus propias bases.
Un buen dirigente sindical debe trabajar por todos los que representa y nunca para él y su grupo de amigos cercanos. Debe aceptar las felicitaciones, pero también las críticas constructivas; pues aceptar a quienes piensan distinto, es una manera de saber que estamos frente a dirigentes sindicales sin soberbia y sin absurdos egos personales.
Un buen dirigente sindical, debe lograr el consenso de todos (mediante su gestión), y no solo de un grupo reducido; pues volver sectario el obrar de un gremio, sólo termina alejando a los dirigentes de los trabajadores. También debe capacitar y formar cuadros y no aspirar a reelecciones eternas; pues es bueno oxigenar esos espacios, permitir el recambio generacional, la alternancia, la incorporación de gente con sangre joven y nuevas ideas. Tampoco busca perpetuarse en el poder, como si el sindicato fuera una propiedad personal.
Parte del aprendizaje de las nuevas generaciones de dirigentes sindicales, es continuar el legado de líderes que nos enseñaron con su ejemplo el camino a seguir; pero que nunca lo impusieron.
Eso demuestra en definitiva a los trabajadores, la diferencia entre quienes son líderes y quienes no lo son.
* Carlos Emanuel Cafure es abogado laboralista.