Uno de los más grandes ajedrecistas de la historia, el ruso Garry Kasparov, estuvo dos veces en Córdoba. En su última visita, en septiembre de 1997, jugó mano a mano contra nueve exponentes locales, varios maestros, una maestra, algunos juveniles y Delfín Hernández, un taxista aficionado al juego ciencia que se ganó el derecho de desafiar al Ogro de Bakú tras terminar primero en un clasificatorio.
La noticia cobró entonces otra dimensión. Alguien como nosotros, los cientos de miles de aficionados al ajedrez, se iba a cruzar con una leyenda del tablero. El sueño del pibe. Como entrar a una cancha de fútbol y jugar con Maradona, Messi, el Beto Alonso o el mismísimo Bochini.
En aquella oportunidad pude entrevistarlo para la sección Deportes de La Voz del Interior. En la previa de la partida más importante de su vida, Delfín, un muchacho sencillo y simpático de barrio Sargento Cabral, declaró que si le tocase jugar con piezas blancas iba a plantear el Gambito de Rey, una romántica apertura de ataque. Para quienes no conocen de ajedrez, sería algo así como si en fútbol el técnico decidiera salir a jugar con tres en el fondo.
La misma actitud valiente iba adoptar si la suerte decidía que debía ir con piezas negras. Si le presentase la oportunidad, Delfín anticipó, sin temor a velar sus armas, que no iba a dudar en oponer la Variante del Dragón de la Defensa Siciliana. Como tirar el achique de Menotti.
No era una bravuconada, Delfín sólo quería disfrutar de la partida con Kasparov. “Yo quiero que salga una partida linda. A mí me gusta atacar. Además, lo voy a forzar al ‘genio’ a que haga jugadas brillantes”, explicó. En los días previos, nuestro taxista-ajedrecista no pudo pegar un ojo. Y mientras esperaba pasajeros en las paradas entrenaba su mente con Los 1001 sacrificios y combinaciones de Fred Reinfeld.
LA TORMENTA PERFECTA
Miércoles 10 de septiembre de 1997. Llegaba la hora de la verdad. El fixture del torneo dispuso que Delfín enfrentase a Kasparov en la sexta ronda. El tiempo de reflexión era de 10 minutos para cada jugador. Se presume que cuando hay menos tiempo para pensar, las posibilidades de los jugadores más débiles se acrecientan.
Como en la película La tormenta perfecta, en la que los marinos de un barco pesquero deciden enfrentar una descomunal tempestad para salvar su carga, así fue que Delfín Hernández asumió su partida contra uno de los máximos genios que ha dado la historia del ajedrez.
Su tormenta perfecta estaba al otro lado del tablero y ¡con piezas blancas! Una colmada sala del Patio Olmos (más de 500 personas) le dio el último aliento a su soldado preferido antes de ir al frente: “¡Vamos tachero!”, arengó un hombre del público.
Delfín correspondió con una leve sonrisa nerviosa. En cambio, Garry Kasparov, que por eso le dicen el Ogro de Bakú, ya lo miraba como los despiadados depredadores miran a su presa. El tachero, con su puñado de piezas negras, sabía que sus posibilidades de salir airoso en la batalla eran muy escasas. Y así fue. Pronto, semejante desproporción de fuerzas se hizo evidente. No acabó de pestañear Delfín que ya había perdido a uno de sus soldados. La partida terminó como tenía que terminar, con el rey de Delfín asediado y finalmente ejecutado. Cuando el tachero extendió su mano en señal de rendición, el público ovacionó a ambos gladiadores por el espectáculo.
Para su consuelo, Delfín no fue la única víctima. Kasparov ganó de punta a punta el torneo. Venció a Sandra Villegas, Aris Yosifídes, a los juveniles Mariano Agüero y Pablo Jacobo, al maestro internacional Guillermo Soppe, al maestro Fide Raúl Monier, y a los veteranos, Elías Miana y Gerardo Bazán.
La sensación que todos tuvimos en aquella jornada histórica para el ajedrez cordobés fue la de haber disfrutado de un genio y una verdadera leyenda del tablero. Kasparov, quien llegó a Córdoba acompañado de su amigo el gran maestro argentino Miguel Ángel Quinteros, siempre pareció tener más tiempo en su reloj durante las partidas. Incluso, hasta se daba tiempo para analizar otras partidas. “Después que acordamos tablas con Guillermo (Soppe), se acercó Kasparov y nos mostró una variante en la que yo ganaba”, recuerda el maestro Raúl Monier.
CONTRA LAS CUERDAS
Hay que decir que algunos maestros lograron buenas posiciones contra el ruso, como Gerardo Bazán y Monier. Pero el que más cerca estuvo de la victoria fue Soppe. Con piezas blancas, el maestro cordobés jugó una variante muy estudiada por él y logró ganar un peón en el medio juego.
El rostro de Kasparov se desfiguró cuando se dio cuenta de su error: meneaba la cabeza para todos lados y mascullaba por lo bajo. “No es fácil estar ganando contra Kasparov y mantener el equilibrio psicológico en la partida”, cuenta Guillermo Soppe. “La verdad es que Garry te hace sentir la presión. Cuando conseguí la ventaja debo admitir que me ‘fui’ de la partida. Empecé a pensar en las repercusiones de un triunfo frente al entonces número uno del mundo en lugar de concentrarme en lo que pasaba en el tablero. La cuestión es que no vi un par de jugadas fáciles para consolidar la ventaja y Kasparov aprovechó la oportunidad para ganar la partida”, dice el dos veces excampeón argentino.
Las expresiones de Soppe son coincidentes con las de los otros maestros al término de la competencia: nadie pudo abstraerse de la intimidante presión psicológica del Ogro. Un karma para los que la padecieron y un enorme goce para los aficionados cordobeses.
[DATOS] Garri Kimovich Kasparov, nació en Bakú, Azerbaiyán, el 13 de abril de 1963. Campeón del mundo entre 1985 y 2000. Se retiró oficialmente de la competencia en 2005. Sólo volvió a jugar partidas de exhibición en un torneo de rápidas en agosto de 2017, en Saint Louis (Estados Unidos).
[HUÉSPED DE HONOR] Así fue declarado por el intendente Rubén Martí cuando vino en 1997.
[EN LA PEATONAL] Apenas llegó a la ciudad de Córdoba, Garry quiso visitar la peatonal para ver jugar a la gente detrás de la Catedral (la Municipalidad aún mantiene este espacio, a cargo de Alberto Cuestas y Juan Pereyra). Es muy cómico lo que sucedió ese día. Para los ajedrecistas muchas veces el tablero es nuestra verdadera realidad y no la que nos rodea. Así estaba de absorto uno de los jugadores que ni reparó cuando Kasparov se paró a mirar su partida. Fue su contrincante quien tuvo que advertirle: “¡Che, mirá quién está atrás tuyo! Cuando se dio cuenta, la picardía cordobesa le ganó a la sorpresa: “¡Ey maestro! ¿cómo anda? ¡Qué jugada me recomienda!”. Kasparov sonrió, pero se excusó de dar consejos.
[BONUS TRACK] Tabla de posiciones del torneo: Kasparov 9 puntos (9 sobre 9); Guillermo Soppe y Raúl Monier, 7; Aris Yosifides y Gerardo Bazán, 5,5; Elías Miana, 4; Mariano Agüero, 3,5; Pablo Jacobo, 2,5; Sandra Villegas, 1; Delfín Hernández, 0.
* Juan Carlos Carranza es periodista especializado en Ajedrez.