Si cambia el estilo de vida, cambia la esperanza de vida. Eso es lo que afirma un nuevo estudio que encontró que no fumar, cuidar el peso y seguir aprendiendo cosas nuevas podría ayudarle a vivir más tiempo. A su vez, los genes juegan una parte importante en las decisiones del estilo de vida que toman las personas, según los investigadores de la Universidad de Edimburgo, en Escocia.
“El poder de los datos y la genética nos permite comparar el efecto de distintas conductas y enfermedades en términos de meses y años de vida perdidos o ganados, y distinguir entre la mera asociación y el efecto causal”, señaló el investigador Jim Wilson en un comunicado de prensa de la universidad en el que informa sobre el trabajo y sus implicancias.
La investigación encuentra evidencias, pero no demostró que las decisiones del estilo de vida causen que la esperanza de vida se acorte o se alargue.
En el estudio, los científicos analizaron la información genética de más de 600.000 personas en Estados Unidos, Europa y Australia a fin de determinar el modo en que los genes afectan a la esperanza de vida.
Por ejemplo, ciertos genes se asocian con un aumento del consumo de y la adicción al alcohol, explicaron los autores del estudio.
A su vez, fumar y los rasgos asociados con el cáncer de pulmón tuvieron el mayor efecto en la reducción de la esperanza de vida. Los investigadores determinaron que fumar un paquete de cigarrillos al día a lo largo de toda una vida lleva a una pérdida promedio de 7 años de vida.
Sin embargo, la buena noticia fue que los fumadores que abandonaron el tabaco vivieron tanto tiempo como las personas que nunca fumaron, según el informe.
Los investigadores también encontraron que la grasa corporal y otros factores asociados con la diabetes reducen la esperanza de vida. Por cada exceso de un kilo que tiene una persona, la esperanza de vida se reduce en 2 meses, según estos hallazgos.
Las personas que están abiertas a nuevas experiencias y que tienen unos niveles más altos de aprendizaje también tienden a vivir más tiempo, precisaron también los investigadores. Cada año pasado en la escuela estudiando añadió casi un año a la esperanza de vida de una persona.
Wilson y sus colaboradores también encontraron que las diferencias en un gen que afecta a los niveles de colesterol en la sangre pueden reducir la esperanza de vida en unos 8 meses, y las diferencias en un gen asociado con el sistema inmunitario pueden añadir aproximadamente media año a la esperanza de vida.
El estudio fue publicado por la revista Nature Communications.
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