El presidente Mauricio Macri perdió otra vez, aunque el duelo con su contrincante principal, Alberto Fernández, haya estado igualado o, incluso, tuviera pasajes a su favor. En Santa Fe, no pudo sobreponerse a la presión del candidato peronista y la crisis. Lució enojado, distante, se equivocó varias veces y quedó demasiado solitario en el contexto. Estaba claro, que su libreto era mantener el electorado propio, pero frente a los ataques de su principal rival, no había podido sobreponerse. Este dómingo 20 de octubre, en Buenos Aires, sí lo logró, se levantó de ese incómodo sitio que es el de perdedor.
Pero el problema, lo que define lo sucedido, es que eligió traer al kirchnerismo de vuelta a la mesa de los argentinos. Se trata de un error estratégico, porque las encuestas que se conocen señalan que Cristina Fernández de Kirchner ronda la mitad de imagen positiva y él, más del 60 por ciento de consideración negativa. Esa combinación convierte en agua, a lo que el presidente creyó que era nafta. Ese argumento, era valioso en 2015, hoy no tiene ni por asomo la misma incidencia, por el contrario, se gana la elección siendo anti-macrista.
La idea de aglutinar a su propios electores con el kirchnerismo como adversario le rinde sus frutos, pero no es suficiente para disputar la tendencia electoral que lo ubica como derrotado.
Para esa franja social, que le dio la espalda como gestor de un cambio para mejorar su situación económica y sus proyectos de vida, el presidente no tuvo discurso. Basicámente, porque es el responsable de la situación de crisis frente a los ojos de los ciudadanos. La herencia, el kirchnerismo, el autoritarismo, la corrupción son factores asociativos que componen el pensamiento del espacio político, electoral, cultural y social no peronista, pero la crisis económica los sacó del foco de un tercio del electorado que no integra ni uno ni otro espacio.
Macri sufrió, además, por primera vez, ataques desde distintos ángulos. No sólo lo castigaron Alberto Fernández y Nicolás Del Caño con acusaciones de corrupción contra el grupo económico familiar, sino que José Luis Espert, por derecha, lo instaló en el lugar de quién ha fracasado con las reformas pro-mercado que dijo sacarían al país del kirchnerismo.
UN ERROR DE DISCURSO
Si el debate hubiera sido antes de la elección primaria, usar la palabra “ellos” para designar al kirchnerismo, hubiera pasado desapercibido o podría, incluso, haber cumplido su función de polarizar a su favor. Como el dedo de Alberto Fernández, en el primer debate de Santa Fe, el “ellos” se dirige a través de su candidato a los alrededor de 10 millones de votantes que acompañaron al vencedor de las PASO. Es decir, aglutina a quiénes quiere desunir.