Si no fuera por la boletería en la entrada, desde adentro, El Cuenco podría ser una casa cualquiera, de esas antiguas que engalanan el barrio de Alta Córdoba. Con disposición “chorizo”, aún conserva las ventanas viejas, las paredes de ladrillo y un patio con galería, que antes de convertirse en un teatro, desembocaba en un extenso espacio verde. Ahora es el camino de entrada a la sala grande, que en 2009 los actores que conformaban el grupo, convertidos en albañiles y pintores, construyeron al fondo del terreno.
La sala chica, donde funcionaban las habitaciones de la anterior morada, es el rincón preferido de Rodrigo Cuesta, uno de los responsables de El Cuenco. “Me encanta porque tiene puertas y deja entrar la luz”, le cuenta a ENREDACCIÓN. Libertad y Maipú era la ubicación anterior de la sala, donde en un galpón de casi media cuadra de tamaño había abierto sus puertas en 1996. “Cuando dejamos la otra sala, no vine a conocer esta casa hasta marzo. Tres meses negado total, no quería saber nada, pero bueno, había que hacerse cargo, empezaba el año. Vine y me enamoré. Pienso en la época de El Cuenco viejo y ese galpón donde nos pasábamos horas y horas y no sabíamos si era de día de noche. Acá es otra cosa, tenemos verde a fuera, abrís las ventanas y entra el sol. Es más casa y eso está buenísimo”. De hecho, para él es como su segundo hogar, “sino el primero”, dice entre risas. El Cuenco y Rodrigo llevan juntos más de 20 años.
Era un joven universitario, de la carrera de Licenciatura en Teatro, cuando habló con Roberto Videla, uno de los fundadores del espacio, para formar parte: “‘¿Qué hay que hacer? Me arremango y me pongo a laburar’, le dije. Y me sumé antes que inaugure, en la acomodada final”, recuerda. Otra de las fundadoras es Mariel Bof, quien falleció el año pasado. Por eso, el reconocimiento de los Premios Provinciales de Teatro 2017 como Sala Independiente tuvo un sabor especial.
Para Rodrigo además hubo una cuota extra, ya que ganó en las categorías Mejor Dramaturgia, Mejor Director y Mejor Obra con Volver a Madryn. Es miércoles y se quedará hasta tarde en la sala, porque está ensayando N/Narcos que se reestrena en abril, también con la puesta de Volver a Madryn, en la que actúan Alejandro Orlando, Hernán Sevilla e Ignacio Tamagno y que se repone para la Noche de los teatros.
¿Por qué tuvieron que mudar la sala?
No nos renovaron el contrato después de 12 años. Tuvimos que buscar un lugar, queríamos uno que nos garantice mínimo 10 años. Pedimos ayuda a la provincia y al Instituto deTeatro. Con el Instituto logramos un subsidio para compra un lugar. Habíamos conseguido uno…¡no sabes lo que fue trasladar un teatro a un espacio muy venido abajo! Con muy buenos ojos iba a estar buenísimo. Al final la compra no se hizo por un problema entre los primos que eran dueños, así buscar urgente otro lugar porque el subsidio se caía, estábamos a principio de diciembre y terminaba el 31. Mariel encontró este lugar y dijimos que sí. Y de ahí volver a mudar. Dos mudanzas…¡te la debo!
¿Alta Córdoba es teatral?
Es raro. No hemos logrado enganchar demasiado con el barrio. No hay muchos talleres que se ofrezcan desde acá y Alta Córdoba es más bares, es más esa onda que teatro. Además, estamos alejados, no es como en la zona del Abasto que están nuestros primos los Cirulaxia, y al frente está Quinto Deva, y están por abrir una nueva, y eso está buenísimo porque podes compartir cosas, e incluso el público se entera de que hay otra obra. Nosotros tenemos que conservar más ese público que cautivamos.
¿Qué características observas en el teatro independiente?
En Córdoba es buenísimo. Es muy diferente al teatro de otras provincias, tiene originalidad, cierta frescura, cierta impronta, no sé cuál es realmente, un humor particular o un drama particular. Ayuda muchísimo que haya escuelas de formación, que hace que las cabezas de los hacedores de Córdoba funcionen diferentes a la hora de crear. Últimamente hay falta de público, se buscan estrategias para conservar el público, y sin embargo, cada vez se abren más teatros, grupo que necesitan espacios para mostrar, hasta departamentos funcionan como espacios de teatro. A pesar de que no nos quitamos el público, pero tratamos de retenerlo. Lo que sucede es raro.
¿Hay más hacedores que público?
Hay que saber conservarlo, en El Cuenco observo que hay un afluente de público distinto al de hace unos años. Antes llegabas y podías saludarte con un montón de gente. Ahora no conoces a nadie, y está buenísimo. Porque alguien vino por una obra y desde ahí se hizo habitué y lo toma como una salida.
¿Tenés algún ritual cuando estás en el teatro?
No lo tenía, hasta que paso lo de Mariel, que fue martes y el viernes hicimos una juntada despedida, le dijimos a la gente del teatro que se acerque, tomamos unos vinos, pusimos música. Fue como una despedida alegre y de fiesta. Vinieron Lola, la hija de Mariel, y su papá, con una plantita, y enterramos parte de las cenizas… fue hermoso. Hasta ese momento, no tenía nada especial cuando entraba a la sala, pero ahora cada vez que llego toco una hojita, la que sea, y saludo a mi amiga.
¿Te parece que fue bien merecido el reconocimiento?
Sí, por supuesto. Es un mimo cariñoso, el recuerdo de Mariel está tan presente, que se mezclan muchas cosas. Es un reconocimiento a la sala y a ella en particular también.Me parece que está bien, es mucho esfuerzo mantener un sala por 20 años, bien merecido lo tenemos.
El 16 de abril El Cuenco cumple 21 años, y Rodrigo no sabe con certeza que les espera en el recorrido de la mayoría de edad, de lo que está seguro es que los encontrará haciendo teatro. Los cuencos de hoy son: Coco Albarracín, Samuel Silva, Rodo ramos, Rodrigo Brunelli, BelenPistone, Lucia Pihén, Ana Ruiz, Maxi gallo y Rodrigo.
Agradecimiento especial a Rodrigo Brunelli por las fotografías.
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