“¿Denuncia? ¿Qué denuncia?” Pasaron tantos años desde que Walter Ordóñez denunció las torturas que recibió en una celda de aislamiento del Complejo Penitenciario de Bouwer, que ya las había olvidado. El lunes, el Tribunal Oral Federal N°1 de Córdoba dictará sentencia a los penitenciarios Carlos Eduardo “Fantasma” López, Julio Villalba y Gustavo Moyano, acusados de apremios ilegales.
El hecho data del 7 de octubre de 2005, cuando Ordóñez era un reo condenado por narcotráfico. El juicio empezó la semana pasada, pero Walter no se enteró, la Justicia no pudo ubicarlo. Cuando cumplió su pena, se esfumó: ahora atiende el teléfono desde Brasil, donde vive.
“Pensé que eso era un caso perdido. No tenía la menor idea de que esa denuncia había llegado a juicio. Me estoy enterando por vos, ahora voy a tener que viajar para llegar el lunes”, dice a ENREDACCIÓN.
Sobre Ordóñez se ha escrito en los expedientes judiciales y en los diarios, donde llenó páginas en la sección de sucesos, pero también entre las noticias culturales. En 2013 publicó la novela “Triple frontera. Secuestro y complot”, un thriller que tiene de todo. Lo escribió estando preso y a la presentación del libro llegó encadenado y custodiado.
Pero el juicio que se lleva adelante en los Tribunales Federales es parte de otro capítulo. La paliza que Ordóñez recibió está vinculada a la fuga espectacular protagonizada por Martín “el Porteño” Luzi, condenado a 25 años de prisión por el secuestro de Marcelo Dezotti, un empresario agropecuario de Oncativo.
A las manos de Ordóñez había llegado un celular y un chip usado en la fuga que dejó en ridículo al Gobierno provincial y a la en ese entonces, su flamante cárcel de máxima seguridad. “Dame el celular, quiero depurar la fuerza”, le habría exigido el “Fantasma” López. El preso se negó. López insistió pero con un cachetazo y a cambio recibió una trompada de Ordoñez. Lo que siguió fue el abuso de poder de parte de los empleados del Estado: el reo fue llevado a una celda de aislamiento. Allí estuvo entre la tarde del 6 de octubre y la mañana del día siguiente, sujetado por las muñecas. López lo habría golpeado con un garrote, conocido en la jerga carcelaria como “tate quieto”.
En el auto de elevación a juicio se detallan las escoriaciones en las muñecas y en la espalda, muslos y piernas. Por eso “El Fantasma” quedó imputado por el delito de apremios ilegales agravado.
Los otros penitenciarios están acusados por redactar y firmar un acta de lesiones falsa en la que escribieron: “Que en horas de la madrugada, momentos en los que se encontraba en el interior de la celda N°11, bajo una fuerte crisis de angustia y depresión ya que perdería la visita familiar del día de la fecha, tomó la determinación de golpearse contra los mobiliarios de la celda, provocando las lesiones que presenta”.
Ahora, Ordoñez prefiere no evocar nada que tenga que ver con aquella noche. “Si esto llegó a juicio, es gracias a la defensora Mercedes Crespi que insistió”, dice. En octubre de 2003, cayó preso en barrio San Vicente como parte de una banda que traía cocaína desde Buenos Aires a Córdoba. Un año después fue condenado por el Tribunal Oral Federal N°2 a siete años. La golpiza que recibió en Bower fue bisagra en su vida: hizo que fuera trasladado a un régimen de semi-libertad en La Pampa. De allí se fugó el 17 de mayo de 2007 y llegó a Paraguay, el escenario principal de su primera novela. Fue detenido un año después en una causa por robo, en Carlos Paz. Por eso su encierro se extendió hasta 2014.
Pero fue en el Penal de barrio San Martín, en los talleres literarios de la Facultad de Letras, entre 2010 y 2013, donde Ordóñez comenzó a escribir en hojas sueltas que iba pegando en la pared, su primera novela. Los talleristas del Programa la Universidad en la Cárcel, le ayudaron a comprender que eso que tenía, era una novela.
El personaje, Mario Gavier, tiene la edad del autor al momento en que suceden los hechos. También coinciden escenarios: Paraguay y Carlos Paz. “Córdoba. Catorce de febrero de dos mil tres. Mario Gavier, un hombre de treinta y tres años, despertó sobresaltado cuando escuchó sonar su teléfono celular. Miró el reloj. Eran las nueve de la mañana del domingo. Lanzó un insulto y atendió”, dice un fragmento y deja plantada la acción, en la que hay un secuestro y dinero de la campaña política de fondo.
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