Córdoba le fue fiel al presidente Mauricio Macri y dio nacimiento a un nuevo orden electoral. Como sucede hoy con la opinión pública, esto no significa que sea permanente ni eterno, pero es parte de un nuevo ciclo político. Primero fue la era conservadora, encabezada por la UCR y el PJ en los ’80, ’90 y hasta 2003, el del bipartidismo clásico. A este tiempo le siguió el sistema de los tercios, con Unión por Córdoba, la UCR y el Frente Cívico de Luis Juez que duró como tal hasta 2011. El último fue el de dos fuerzas de mayor tamaño, UPC y UCR, luego UCR-PRO, y dos bloques menores: El kirchnerismo y la izquierda. Ese esquema es el que finalizó en este comicio, dando paso a uno bipartidista Cambiemos versus UPC con una fuerza pequeña en transición, el kirchnerismo.
Cambiemos, con hegemonía del PRO y acompañamiento de la mayoría de la UCR es un nuevo bloque de político, que en la medida que Mauricio Macri no atraviese crisis políticas o económicas, está en condiciones de disputar con éxito el poder en la provincia de Córdoba en 2019. En esa línea, Héctor Baldassi es el gran vencedor de la elección y Ramón Mestre, el intendente de Córdoba, el que le sigue en escala, a partir de sus triunfos en la opinión pública frente al conflicto de colectiveros y las disputas con Ruben Daniele del SUOEM. Al igual que el gobierno nacional con temas de derechos humanos o corrupción, Mestre polarizó con los sindicatos, atrayendo hacia su figura los grupos sociales de pensamiento más conservador. Entre Macri en el contexto nacional y Mestre en el local, secaron la plaza para las otras opciones y los que fueron votos prestados en 2015, se convirtieron en votos propios o encolumnados con su liderazgo en estas PASO.
Por oposición a ellos, dentro del mismo espacio, el alfonsinista Dante Rossi pudo canalizar el descontento de los radicales respecto a la estrategia del PRO de liderar la alianza en Córdoba. Consiguió 130 mil votos y fue la cuarta candidatura más votada. Sin embargo, por el modelo electoral excluyente elegido por el oficialismo partidario, Rossi no será candidato a diputado, ya que obtuvo el 15,37% de los sufragios de Cambiemos y necesitaba el 30% para ingresar por la minoría.
El otro emergente de las PASO fue el kirchnerista y secretario General de la ADIUC, el sindicato de los docentes universitarios, Pablo Carro. Si bien perdió buena parte del caudal electoral que supieron reunir Eduardo Accastello en 2015 y Carolina Scotto en 2013, se posicionó como tercero y con posibilidades de conseguir la novena banca de diputado nacional que pone en juego la provincia de Córdoba, en las legislativas del mes de octubre. En las PASO, Carro quedó con una ventaja de 47.000 votos sobre el sexto diputado de Cambiemos, Walter Nostrala (Frente Cívico). Tiene tres ventajas para explotar y hacer crecer esta primera aparición: Está atado a la suerte electoral de Cristina Fernández de Kirchner que quedó como la única dirigente política en condiciones de enfrentar al presidente Macri; el PJ cordobés, luego de la derrota del domingo, quedó en terapia intermedia; y su figura no tiene la resistencia social de otros dirigentes de ese espacio. Su desventaja, es que no es peronista, y habrá que ver si los votos de ese origen político lo ponen en el radar; y que posee altísimos niveles de desconocimiento.
Entre los que salen perdedores de estas primarias, se encuentra el gobernador Juan Schiaretti. Unión por Córdoba quedó entrampado en un escenario muy comprometido: La polarización Macri-Cristina; la posibilidad de que los intendentes no jueguen todas sus fichas en una elección que consideran perdida; y el riesgo de perder el poder en 2019. Para colmo, en el territorio nacional aspiraba a liderar la Liga de Gobernadores, que es la expresión de poder del peronismo moderado, y su amplia derrota lo bajó de ese escenario.
Liliana Olivero es la otra dirigente que salió maltrecha de las PASO. En 2013, cuando quedó a muy escasa distancia de ser la primera diputada nacional de izquierda trotskista en Córdoba, había obtenido 143.903 sufragios. Este domingo cosechó 82.584, esto es 61.000 votos menos que cuatro años antes. Probablemente, el FIT pagó -por un lado- la derechización de la agenda política, que favoreció a los candidatos de Cambiemos y restó espacio a las opciones de izquierda; y -por otro- la reaparición de Cristina Fernández en el escenario, que la puso frente a frente con el presidente, reduciendo los márgenes de los otros contendientes.
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