(Por Griselda Baldata*). El hecho protagonizado por el ahora ex diputado Juan Emilio Ameri escandalizó de manera sobredimensionada a la dirigencia política y a la sociedad en general.
El ultimátum de Diana Conti presidenta del Partido de la Victoria fue inmediato: “Renunciá ya y dejá de dar notas a la prensa”. La ex diputada admitió que tenía denuncias por acoso, aunque ocultó un detalle: Esas acusaciones contra Ameri fueron conocidas con anterioridad al armado de la lista que lo llevó a ocupar un lugar expectable en la misma. Doble moral la de Conti además de oportunista.
No pretendo justificar al ex diputado. Estuvo mal. Su comportamiento fue indecoroso, irresponsable, patético y merecía sanción. No obstante, todos sabemos que lo de Ameri es infinitamente menor a la inmoralidad que se practica desde siempre en el Congreso de la Nación. Desde un asesinato en el Senado, a los diputados truchos para sancionar leyes sobre privatizaciones, a la borocotización o transfuguismo (que es moneda corriente), a “Las Banelco” adheridas a los sobres que corrieron entre senadores del PJ, y otras yerbas que sería imposible describir en pocas páginas.
Ha corrido mucha agua y millones de pesos en los pasillos del Congreso, aunque el escándalo del mes pasado en la sesión virtual, anula toda posibilidad de análisis más fino.
Por otra parte, veamos dos ejemplos de legisladores que merecen ser más duramente considerados al abrir juicio sobre el comportamiento del “diputado cariñoso”. Es obvio que una cosa no quita la otra. Ameri merecía ser separado del cuerpo, pero esa decisión, contrasta en demasía con el amparo a otros personajes para quienes ameritaba, no solo expulsión, sino una Justicia independiente ocupándose del caso.
Aquí cito dos de ellos. El ex presidente Carlos Menen, que con sentencia firme por ser responsable de hacer volar casi media ciudad encontró un refugio seguro en el Senado, con asistencia casi nula en todos estos años. También, con idéntico amparo encontramos situaciones más recientes y con connotaciones de carácter sexual, como el caso del senador por Tucumán, José Alperovich, que por una cuestión mucho más grave, acusado de violación, obtuvo licencia con goce de sueldo, renovada recientemente.
Pero fuera de casos particulares que tomaron estado público hay un mundo subterráneo oscuro, inmoral y deshonesto en el funcionamiento del Congreso. ¿Acaso desconocemos que las votaciones son muchas veces motivo de trueque? “Me das tu voto, te designo varios empleados mas…o… te levantas al momento de votar….te paso a planta permanente algunos empleados”. “Tráfico mercantil de leyes” al decir de Gustavo Beliz décadas atrás. La magnitud del acuerdo depende de la necesidad del oficialismo en obtener quórum, o votos de los opositores (también propios) y por supuesto de los valores e integridad que, por suerte, muchos no pierden al ingresar a las Honorables Cámaras del Poder Legislativo Nacional.
Durante varios años, el trueque consistía en el nada despreciable beneficio de ser adjudicado con la titularidad de un “Registro del Automotor”, fuente inagotable de ganancias.
Estas inconductas muchas veces delictivas se han naturalizado de forma tal, que el colectivo social, por resignación o anestesia lo acepta como parte necesaria de la “cultura política argentina “, pero se escandaliza frente al irresponsable suceso de Juan Emilio Ameri. También pone al descubierto la perversidad de un sistema político, que sólo reconoce a los poderosos en recursos y en estructuras partidarias. Claramente Ameri no está en esa línea política, no tiene status social ni económico, ni estuvo lo suficientemente apadrinado para sostenerse en la banca.
Por cuestiones muchísimo más graves, otros llegan igual a los primerísimas líneas de la política, y ostentan los más altos cargos. Nadie desconoce la intima relación de los matrimonios Kirchner/ Alperovich, incluso Beatriz Rojkés de Alperovich llegó a estar en la segunda línea de sucesión presidencial. Militante de los derechos de la mujer, lo bancó a su marido en unos de los delitos más aberrantes para nuestro género: “la violación”.
Acotación al margen, tampoco el colectivo feminista militante kirchnerista puso el mismo énfasis en las denuncias contra Juan Darthés que con Alperovich.
Pero tan grave como la doble moral en la dirigencia política, es el peligroso discurso anti-política que estos hechos generan. El descrédito de la política, el divorcio entre la sociedad y sus representantes, el abismo entre los problemas de la gente y el estado de confort de sus gobernantes, nos interpela como sociedad. Debemos denunciar todo lo grave que ocurre en el ámbito político, pero debemos preservar “La política como herramienta de transformación”. Solo la política orientada en la búsqueda permanente del bien común puede aliviar la pesada y abrumadora cotidianeidad de la gente. Y la sociedad así debe exigirlo. La política bien gestionada nos puede llevar a ser Alemania. La política gestionada como lo sido desde hace décadas, en poco tiempo nos lleva seguro a ser Burundi. De nosotros depende hacia donde queremos ir.
* Griselda Baldata es profesora y senadora provincial (Mandato Cumplido –MC-) y diputada Nacional (MC).
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