Las cifras de desempleo y subocupación en la provincia ponen en crisis el modelo económico, el relato político y el punto de vista dominante de los factores de poder cordobeses.
Algunos números primero, para comprender la dimensión del problema. En el país la desocupación del tercer trimestre de 2019 fue de 9,7%, en el Gran Córdoba, 11% (+1,3%). La subocupación, en tanto, en Argentina fue de 12,8%, y en el conglomerado capitalino de 16,6% (+3,8%). Córdoba se encuentra en el top five de las ciudades con más problemas de empleo, en ambos rubros. También sale perjudicada en la comparación con Rosario, una ciudad de similar tamaño, pero otro desempeño económico: 8,7% versus 11% (+2,3%) y subocupación, 10,6% versus 16,6% (+6%).
Una primera reflexión es que el cordobesismo del relato político del gobernador Juan Schiaretti es ineficaz frente al desempeño económico del país y las políticas desindustrializadoras que puso en marcha Mauricio Macri. También, es insuficiente el modelo provincialista de desarrollo político, que primero supone el triunfo electoral y luego la negoción con el poder central. Las cifras de pobreza y los dramas de empleo, como consecuencia de la crisis y el modelo neoliberal aplicado indican el fracaso de esta estrategia. Dicho de otro modo, la aparente desconexión que implica el discurso político oficial funcionó como el paisano que intenta parar la corrida de las gallinas de un gallinero con las manos.
El segundo componente, es que el privilegio y defensa que hacen Schiaretti, el poder político y económico, y las usinas de pensamiento de Córdoba de la producción agropecuaria y de los productores del campo, tiene efectos en la estabilidad política conservadora, pero pobres resultados sociales. Básicamente, porque la crisis de pobreza y trabajo, tiene que ver con la desindustrialización. Una primera conclusión, es que en la estructura económica el conglomerado agro-industrial es insuficiente para garantizar equidad a los habitantes de la provincia. Esta es, además, una figura que resume los males del país: la producción agropecuaria y el conglomerado agro-industrial son los sectores más potentes de la economía nacional, pero no pueden sostener la vida de las mayorías y, por lo tanto, un proyecto político sustentable. No es una novedad, se sabe desde que Hipólito Yrigoyen fue presidente en 1916, lo que indica una traumática repetición de la misma tragedia.
El ex ministro de Economía de Carlos Menem y Fernando De la Rúa, Domingo Cavallo, arquitecto del primer ciclo neoliberal post-1983.
Hay un tercer elemento, del que las elites cordobesas deberán hacerse cargo alguna vez: la defensa de los modelos neoliberales (Carlos Menem, Fernando De la Rúa y Mauricio Macri) han traído padecimientos a la provincia, porque su base industrial se ve perjudicada cada vez que estos programas se ponen en marcha. Es entendible que las organizaciones del campo lo hagan, teniendo en cuenta que el factor tierra es el principal bien transable en la economía mundial que tiene Argentina y su desarrollo en la provincia es superlativo. Es decir, pueden competir sin necesidad de ninguna ayuda o colaboración social. Integrarse al mundo, subordinados a la globalización financiera puede ser comprendido en ese contexto. También el proyecto político emergente, que evidentemente, a colonizado a los partidos mayoritarios. Sin embargo, llama la atención que los industriales cordobeses adhieran ciegamente a ese planteo a la luz de los resultados que arrojan estos ciclos.
Por último, es notoria la carencia de vigor de la interpelación que realizan las organizaciones sociales, sindicales y universitarias a este esquema de poder e ideas.
Quizá, todo esto, permita explicar la hegemonía electoral y cultural del macrismo en Córdoba, una de las tres provincias más industrializadas del país.
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