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[Historias de 64 casillas] El tablero cordobés tiene una pequeña reina

La ajedrecista Camila Ferrin. (Foto: Gentileza).

El ajedrez tiene eso del amor a primera vista. Camila Ferrin tenía 5 años cuando vio por primera vez un tablero de ajedrez. Estaba en un mural de su jardín de infantes. Cuando volvieron a casa, la pequeña le pidió a su papá Juan si podía guiarla a ese país de las maravillas dividido en escaques con figuras bélicas y medievales.

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“En toda casa siempre hay un tablero de ajedrez”, debería ser una ley física comparable a las leyes de Newton. Juan tenía un juego, apenas los rudimentos básicos y todo el entusiasmo y la curiosidad de Camila. “A Cami le picó la curiosidad del ajedrez cuando vio un tablero mural en un pasillo de su jardín. En casa había un ajedrez así que yo le enseñé los nombres y los movimientos y todo quedó ahí. Tiempo después vimos que había un taller, le ofrecimos llevarla y se enganchó enseguida”, cuenta el papá.

En el secundario, Juan Ferrin tuvo clases esporádicas de ajedrez, pero nunca llegó ni siquiera a la categoría de “aficionado”, según su propia confesión. “Soy simplemente el utilero cuando viajamos a clase o a los torneos”, admite.

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Al poco tiempo se vio que Camila tenía la ferocidad de Atila y, como sucede en estos casos, el primer rey que sucumbió fue el de papá Juan. “Hace mucho que me gana, pero ese es mi secreto”, dice, incauto, sin saber con quién está hablando. “No sólo me gana, sino que noto, a veces, que no lo hace tan rápido como podría para que yo no ‘sufra’”, se sincera.

Actualmente Camila tiene 10 años, vive en Capilla del Monte con sus papás Juan y Romina y su pequeño hermano Salvador de 4 años. A principios de abril fue noticia al ganar el torneo “Milenio es Comunidad” jugado en la plataforma virtual gratuita Liches.org, en el que participaron jugadores aficionados de todas las edades con puntaje menor a 1800. Todo un logro considerando que jugaron varios ajedrecistas experimentados. Su Nick es “Capillita” y en su perfil dice: “Para mí lo más importante del ajedrez es divertirse. Si ganas, mejor, pero no hay que hacerse problema 😉. Siempre hay que seguir!!!!!!!!!!!!”.

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“Capillita” es alumna en el Club Atlético Belgrano, donde toma clases con el maestro internacional Guillermo Soppe. Y también recibe lecciones virtuales del maestro Juan Pereyra que dicta en forma gratuita desde la Escuela de Ajedrez de la Municipalidad de La Calera.

“Camila tiene una valentía que me recuerda a mi hermana Edith (Soppe, maestra internacional ya fallecida). Juega todas las partidas a ganar. Y no tiene miedo cuando juega con varones. Este es un momento crucial para ella, porque tiene que estudiar mucho”, apunta Soppe y sabe de lo que habla.

El mismísimo Bobby Fischer reflexionaba que el talento es importante, pero más lo es el trabajo duro frente al tablero. Y lo dice alguien que pasó más tiempo estudiando libros de ajedrez que jugando en torneos.

Cami Ferrin frente al tablero de ajedrez.

“Comete pocos errores y realiza jugadas ‘normales’ en la apertura. Se mata estudiando y encima te quiere ganar. Tiene buena memoria, analiza con la ayuda de algunos. Pero estudia de todo. Estábamos estudiando medio juego, después pasamos a finales y ahora estamos con temas de ataque y defensa”, agrega Pereyra, su otro profesor.

“MI SUEÑO ES AVANZAR Y ENSEÑAR A OTROS”

Camila va al quinto grado de la escuela Manuel Belgrano de Capilla del Monte. Es fanática de las tortillas de papa que preparan sus dos abuelas. Hincha de Vélez Sársfield por su papá. No tiene ídolos en el ajedrez, aunque dice que le gustan las partidas de Garri Kasparov. Es como si a su papá le preguntasen por Daniel Willington o Carlos Bianchi.

Días atrás, desde la ciudad del mítico cerro Uritorco, Camila habló con ENREDACCIÓN.

“Cuando voy a Belgrano, Guillermo nos reproduce una partida y nos hace adivinar las jugadas de los grandes maestros. Con Juan Pereyra tomo clases virtuales. Me gusta estudiar los finales y el medio juego. Mi sueño es seguir avanzando, ser mejor, para enseñarle a otros”, asoma la vocecita suelta de Camila del otro lado del teléfono.

En su corta experiencia en torneos presenciales infantiles, a “Capillita” no se la ha pasado por alto una cuestión importante, no sólo en el ajedrez sino en otros deportes: el rol de los padres.

“Por suerte mis papás me apoyan y no me obligan a jugar ni a entrenar cuando yo no quiero.  Pero en los torneos he visto cómo papás les gritan a sus hijos y les dicen que a los torneos hay que ir a ganar, no a hacer amigos. Los maltratan si pierden y hasta los incitan a hacer trampas para ganar”, comenta un tanto desilusionada.

Pero se rehace cuando explica su pasión por el ajedrez. “Lo que más me gusta del ajedrez es que, al no ser un juego de equipo, todo lo que haces bien es mérito tuyo y cuando haces algo mal, también. Además, es divertido crear un plan de juego y que dé el resultado que esperabas”.

Cami junto a su hermano Salvador. (Foto: Gentileza).

En el hogar de los Ferrin, el que viene pidiendo tablero es Salvador. El pequeño de 4 años (“¿Cómo se porta? Regular”, acusa su hermana) es el encargado de armar y desarmar el juego. Aprendió a colocar las piezas viendo a Camila jugando con su papá. “Sí, él quiere jugar. Más o menos sabe cómo mover las piezas. A veces dice: ‘Esta pieza no puede salir porque la cierran los amiguitos’”.

Los torneos infantiles de ajedrez suelen ser un verdadero caos. Si no, basta preguntar a los organizadores. Aunque una vez que empiezan las partidas, todo se calma. Juan Ferrin recuerda una anécdota muy graciosa sucedida en una de estas competencias. “Ocurrió en el segundo torneo de Cami, la liga infantojuvenil de ajedrez del Valle de Punilla. En la primera ronda le tocó jugar con piezas negras, pero le faltaba una torre. Avisó al árbitro y este dijo que ya lo solucionarían. Claro, el hombre se olvidó y los chicos se largaron a jugar igual. Al final, con una torre de menos sacó unas tablas, pero quedó un poco ‘chivaza’”.

Camila durante la patida en la que debió jugar con un torre menos, en la Liga de Ajedrez infantojuvenil del Valle de Punilla. (Foto: Gentileza).

Los diamantes no se forman de un día para el otro. Por suerte, Camila tiene en Juan y Romina, sus papás, una fragua a fuego lento. El tiempo dirá cuál es el destino que Caissa tiene reservado para “Capillita”. Mientras tanto, los que tuvimos amor a primera vista con el ajedrez disfrutamos de los jaques de esta pequeña reina del tablero cordobés.

* Juan Carlos Carranza es periodista especializado en ajedrez.

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