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Pedro Marchetta, el DT legendario de las mil y una anécdotas

Pedro Marchetta. (Foto: Gentileza Clarín).

Pasaron dos años del fallecimiento de “El Negro” Marchetta, ocurrido el 7 de abril de 2022, en Villa Carlos Paz. Este artículo fue publicado originalmente por el autor en 2020 en el diario Clarín. Lo volvemos a publicar para recordar a uno de los DT más carismáticos del fútbol argentino.

En su documento figura Jorge Pedro Marchetta (1942, Lomas de Zamora). Alfio Basile, apenas llegó a Racing de Avellaneda, le rebanó el Jorge y pasó a ser Pedro. Pero la mayoría lo conoce como El Negro. A secas. Ni Jorge. Ni Pedro. Es El Negro Marchetta y es también uno de esos lindos personajes que cada vez aparecen menos en nuestro fútbol.

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Ocurrente como pocos, en Córdoba dirigió un montón de equipos: Talleres, Belgrano, Instituto, Racing, Juniors y Universitario. Fue y es ídolo de Rosario Central, al que sacó de la B y con el que se quedó con la espina de ver desde lejos su último título en Primera. Se sentó en el banco de Racing e Independiente, los dos grandes de Avellaneda. Estuvo en Vélez, en Platense y también anduvo por Ecuador. Dice que es hincha de La Academia, pero el amor de su vida es Los Andes. Una locura que lo llevó a tener interminables discusiones con su amigo y ocasional abogado, Eduardo Duhalde, el ex presidente de la Nación que es fanático confeso de Banfield​, la contra histórica del Milrayitas del Sur del Gran Buenos Aires.

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Marchetta sufrió un ACV en 2006. El miedo lo invadió porque su padre había muerto tras sufrir un derrame cerebral. Estuvo internado en una clínica de Tanti, cerca de Carlos Paz. No la pasó bien, pero le dio pelea. Debió caminar ayudado con un andador y tuvo que aprender a hablar otra vez. Le metió garra a la rehabilitación y salió adelante. “Zafé, sí. Pero me hicieron laburar ocho horas por día durante ocho meses. ¿Sabés qué me salvó? Que se reunieron Dios y el Diablo y empezaron a discutir: ‘Agarralo vos al Negro’, dijo uno. ‘No, agarralo vos’, tiró el otro… Y no me quiso agarrar nadie (risas). Me dijeron que más de la mitad que sufren un ACV parten. Y seguro había varios que deseaban que yo también partiera. Pero aquí estoy”, relata en una amena charla.

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El Negro hoy está afincado en Villa Carlos Paz, la ciudad que eligió después de convencerse que Córdoba era su lugar en el mundo, lejos de su Lomas de Zamora natal. Esa provincia que lo enamoró por varias razones después de colgar los botines demasiado rápido y donde empezó a administrar la concesión de los hoteles de Embalse de Río Tercero, uno de los muchos emprendimientos extrafutbolísticos que le hicieron creer por un tiempo que la pelota no volvería a estar nunca más en el centro de la escena.

Marchetta fue un exquisito mediocampista que asomó en la Primera de Racing. “Como D’Alessandro, pero derecho”, se describió alguna vez. También pasó por Gimnasia y Esgrima La Plata, Los Andes, Santiago Morning, Deportivo Quito y Ever Ready de Dolores, donde le puso final a su carrera como futbolista en un equipo de aficionados.

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Fue en La Academia, donde entabló una gran amistad con Basile, una categoría menor que el Negro. Fue su ayudante de campo a finales de los 70 y principios de los 80 hasta que el Coco, cuando estuvieron en Nacional de Uruguay, le dijo sin anestesia: “Dejás de trabajar conmigo. Te llegó la hora de empezar solo”. Marchetta no entendía nada. Pero le hizo caso y comenzó su carrera de entrenador, que arrancó, obviamente, en Los Andes en 1983 y terminó -luego de pasar por once clubes algunos con más de un ciclo- en Barcelona de Ecuador, allá por 2005.

Cuando empieza a hablar de fútbol, el Negro no para. Elogia a dos cordobeses de pura cepa como Daniel Willington y Roberto Gasparini -“Cuando iba a patear un tiro libre, la gente palpitaba porque seguro era gol”, repasa sobre el Pato-. Y sigue: “Hoy la gente se queda solo con Diego Maradona o Lionel Messi. Pero también hubo muchos jugadores muy buenos en la Argentina, como José Daniel Valencia, Ermindo Onega, Ricardo Bochini, La Milonga Heredia o Chupete Guerini, un bohemio total.

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A Marchetta también se le nublan los ojos cuando recuerda a Roberto Fontanarrosa, con quien no sólo mantenía largas charlas, sobre todo en sus épocas en Rosario Central, sino que también se juntaban a jugar al fútbol. “Ese era un monstruo”. Claro, el Negro habla de sus dotes como dibujante y escritor. “Lo llamaba y le preguntaba: ‘Del 1 al 10, ¿cómo estás físicamente. Y me respondía: ‘Hoy estoy espectacular, 2 puntos y medio’. Un genio el Negro. Jugaba para el orto, eso sí”, contó alguna vez en otra entrevista.

También se emociona cuando alguna vez fue a la Quinta de Olivos y fue recibido por el presidente Juan Domingo Perón: “El General me dio la mano y estuve varios meses sin lavármela. ¿Se dieron cuenta de que soy peronista, ja?”.

Ojo, no fueron todos felices sus contactos con el poder de turno. Pasó casi seis meses preso durante la última dictadura. “El dueño de la empresa en la que trabajaba era muy peronista, como yo, y caímos todos”, recuerda y detalla que estuvo detenido primero en Río Cuarto y más tarde en Buenos Aires. En ese lapso pasó un mes incomunicado, bajó cerca de 20 kilos y recibió alguna que otra paliza en los interrogatorios sobre si tenía algún vínculo con las organizaciones armadas. “Pero yo no sabía nada”, enfatiza.

Entre su enorme anecdotario, como una especie de Zelig del fútbol, el Negro rememora la noche que le hizo cantar a Garúa a Roberto Goyeneche. “Es uno de esos recuerdos que jamás podrá olvidar”. Fue en su época en Platense, donde también sufrió un episodio cardíaco que terminó con dos by-pass. “Uno se llama Erbín y el otro Irusta”, bromea en referencia a uno de los defensores y al arquero de aquel equipo del Calamar ​de Vicente López.

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Además de motivador y adorador del fútbol que le gusta a la gente, Marchetta fue una usina constante de ocurrencias y picardías. El humor era también una manera de llegarles a sus jugadores. Y de transformarse en el enemigo número 1 de sus rivales de turno. Una vez, en un Racing-San Lorenzo, se acercó a Silvio Carrario, a quien lo iba a marcar Oscar Ruggeri​, para darle un mensaje motivador. “Apuntale y tirale la pelota larga, que Ruggeri es una cabina telefónica: pasás, ponés una ficha, hablás y seguís”. El ex capitán de la Selección se enteró del “consejo” y terminó festejando el triunfo en la cara del Negro.

Tampoco tuvo química con Daniel Lalín, el presidente de Racing que lo llevó para que condujera un súper equipo, pero que según el DT poco sabía de fútbol: “Creía que la pelota saltaba porque tenía un conejo adentro”. A los delanteros siempre les aconsejaba: “A este pateale porque no ataja ni un colchón de doble plaza”. Y sí hablaba mal de un colega lo llamaba y se defendía: “Eso no lo dije… Un día de estos nos juntamos cerca de AFA y te invito un café”. Su temperamento le jugó en contra a la hora de finalizar sus contratos. “Yo era muy calentón. Cuando dirigía a Vélez en una gira por Colombia volví y presenté la renuncia porque a los jugadores no les querían pagar los premios”, recuerda.

Y se lamenta: “Era de tomar determinaciones en caliente y por ahí me equivocaba. Porque dejé a Central después del ascenso y llegó Ángel Tulio Zof y salió campeón de Primera División. Me alegré por los muchachos y los hinchas, pero yo debí estar en el banco canalla“. De hecho, aquel ascenso con Central, en la vieja Primera B, fue su única vuelta olímpica como entrenador.

Tantas anécdotas, recolectó en su vida en el fútbol que tiene su propio libro, “El Negro”, una biografía conversada con los periodistas Gustavo Gutiérrez y Hugo Caric. “Acá en Córdoba y en Rosario me dan mucho cariño. Pero yo soy de Los Andes. Igual, aunque en muchos me puteaban, de cada club donde estuve siempre guardo un buen recuerdo”.

Pedro Marchetta era hincha de Los Andes. (Foto: Gentileza ESPN).

Otra: “En mis tiempos de jugador de Racing, cuando todavía ni siquiera había debutado, el club tenía un delegado de apellido Aparicio que se encargaba de buscar jugadores por todo el país. Una tarde me lo cruzo y el tipo andaba apurado. Entonces le pregunto: ‘¿Dónde vas, Gallego?’ Y me contesta: ‘Voy a buscar a un loco que está en Chascomús’. El tipo fue a buscar a un delantero que estaba en un equipo que se llamaba Juverlandia. Y no se equivocó. Era Orestes Omar Corbatta“.

De Racing, como jugador, se fue a Gimnasia porque lo echó Pipo Rossi, que era el entrenador en aquel entonces. “Me acusó de jugarme la guita en el hipódromo, mientras mi vieja hacía todo por mí”. Y se hace cargo. Toda la vida le gustaron los burros, una pasión que compartió con Ángel Amadeo Labruna, con quien pasaba largas horas en el Jockey Club de Córdoba.

Pedro Marchetta. (Foto: Gentileza Clarín).

Y no sólo ganó -y perdió- plata con los caballos. El Negro, que es una enciclopedia de anécdotas, recuerda cuando dirigía el equipo de Racing de Córdoba que ganó el PRODE. “El Pato Gasparini fue el ideólogo de jugar una tarjeta. Y dio la casualidad que ese día nuestro partido era el último de la fecha, el televisado, contra el Ferro de Griguol. Cuando llegó el momento del partido, ya todos sabíamos que sumábamos 12 puntos. ¿Qué charla técnica iba a dar a dar? Les dije tenemos que ganar, vamos, juguemos, ganemos y chau. Ganamos 2-1 sobre la hora, pero hubo otras 100 boletas que acertaron los 13 puntos. Y sólo nos alcanzó para una cena”, cuenta con una sonrisa sobre aquel triunfo con un doblete del propio Gasparini y aquel premio con gusto a casi nada.

Dice que su tarde más triste en el fútbol fue cuando perdió el ascenso con Banfield dirigiendo a Belgrano en la primera edición del extinto Nacional B, allá por 1987. “Yo le quería ganar a Duhalde, pero se me lesionó un jugador y me equivoqué en un cambio. Me fui muy mal ese día”, se lamenta y cruzando de vereda asegura que “Talleres tiene la hinchada más grande de la provincia de Córdoba”.

Marchetta también estuvo a punto de ser el ayudante de Basile en la Selección, cuando el Coco se hizo cargo del equipo después de Italia 90. “Me bajó Julio Grondona. Me lo dijo él mismo cuando al poco tiempo me lo crucé. ‘Yo no quise que vinieras de ayudante, los ayudantes ganan dos mangos, pero como me demostraste que sos buen tipo, ya vas a tener noticias mías’, me dijo. Al final fue Mostaza (Merlo) de ayudante y a los dos años me vino a buscar Independiente por su recomendación”.

Marchetta le agradece a la vida haber conocido a Basile, más allá del tiempo que pasaron distanciados. “Es mi hermano”, remarca. También valora haber compartido muchos buenos momentos con el Flaco Menotti. Y disfruta haber conocido a tantos jugadores de todo el país: “Yo siempre lleve a mis equipos jugadores de Córdoba. Vi a grandes, pero el que más se parecía a un jugador de Brasil fue José Luis Villarreal. Ese jugaba bien en serio”.

El Negro Marchetta. 78 años de fútbol. Pedro para Basile. El Negro para el resto del planeta fútbol. El DT de las mil y una anécdotas.

* Artículo publicado originalmente en el diario Clarín el 6/06/2020.

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