El discurso del presidente Alberto Fernández en la noche del domingo, tiene dos planos: uno sanitario, y el otro político-económico.
En el sanitario, como en el viejo futbol sudamericano, el presidente juega para los costados, para “no darle la pelota” a un equipo muy rápido (el coronavirus COVID-19). Traducido a la política y la situación sanitaria, implica que está tratando de que el tiempo le permita al gobierno equipar adecuadamente los hospitales para enfrentar un pico “controlado” de COVID-19. Está claro que, si gana tiempo, es porque con lo que hay de infraestructura sanitaria, no es suficiente. La cuarentena permite achatar la curva y evitar las experiencias de Italia, España y Estados Unidos. Ganar tiempo ahora para poder atender adecuadamente la demanda que la enfermedad producirá.
Con la opinión de los especialistas y el consenso de los gobernadores e intendentes, a quiénes consultó uno por uno, él mismo, o a través de su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, Fernández tomó el toro por las astas y llevó la cuarentena hasta el 12 de abril a las 24 horas. Cuando se cumplan, serán tres semanas y media desde que comenzó el 20 de marzo, a las 0 horas.
El sábado y el domingo, se conocieron distintas posiciones del empresariado y los bancos más grandes del país. Algunos pronunciamientos fueron brutales, como la decisión de Techint de despedir 1450 trabajadores de obras y servicios a privados en las provincias de Buenos Aires, Neuquén y Tucumán. Otros, como los del sistema financiero, fueron en los despachos oficiales, donde llevaron un planteo típico del sector: sin avales y garantías oficiales no le prestarían dinero para pagar sueldos a las empresas que no tienen trayectoria bancaria. También discutieron el plan oficial de prestar con tasas de 24 por ciento, según las fuentes con las que diálogo ENREDACCIÓN. Y la tercera vía fueron los titulares de los medios más importantes del país, que publicaron artículos informativos, de interpretación y de opinión planteando la existencia de un dilema: salud o economía.
“No tenemos que caer en el falso dilema de que es la salud o la economía. Una economía que cae siempre se levanta, pero una vida que se pierde no se recupera más”, respondió el titular del Ejecutivo anoche por TV, en una virtual cadena nacional (no fue convocada como tal, pero funciono como eso, ya que no hubo conferencia de prensa).
Se trata de un mensaje emparentado con la línea política que el gobierno lleva adelante: no piensa pagar los platos rotos de la desinversión en salud -aunque no lo diga explícitamente-, ni la bronca social por una cadena de muertes como en España o Italia. La sociedad no lo soportaría, por eso todos los estudios de opinión pública que se conocen remarcan un fuerte apoyo social a la política del presidente. La lectura que Fernández, Cafiero y Béliz hicieron el fin de semana, es que un sector del poder económico estaba dispuesto a bombardear la política oficial. Por eso, Fernández fue tan contundente en la respuesta por la virtual cadena nacional del domingo.
Las frases clave fueron la siguientes:
-“No estamos descuidando la economía, estamos haciendo muchas cosas, no sólo garantizando dinero en los sectores más empobrecidos, sino también ayudando a las Pymes”.
-“Hemos hecho todo lo necesario para sobrellevar este momento económico, por eso no me resulta grato ver que alguien, despida a un empleado. Voy a ser muy duro con el que rompe el acuerdo de precios, o el que especula tratando de subir los precios en un momento de extrema necesidad, voy a ser duro con ellos y con los que despidan gente. La pandemia nos tiene que enseñar la regla de la solidaridad, aquí nadie se salva solo. No podemos, en semejante crisis desamparar a alguien, dejándolo sin trabajo. Para muchas empresas se trata de ganar menos, no de perder. Bueno muchachos, les tocó la hora de ganar menos y así lo voy a hacer respetar”.
Ambos misiles tuvieron nombre y apellido: el titular de Techint, Paolo Rocca, por los despidos; y a las empresas y bancos más dinámicos de la economía nacional con la frase el “no estamos descuidando la economía”.
Que tenga éxito en la opinión pública la comunicación presidencial tiene que ver con una serie de razones: una política (aparece como un líder de equipo en la tormenta, que de acuerdo a las cifras de contagio parece haber acertado la estrategia, que consulta con todos -propios, aliados y opositores-, que toma decisiones fundadas, y que, por ahora, no le tiembla el pulso); otra, económica (ha dispuesto ayuda alimentaria a sectores empobrecidos, garantizado el pago de sueldos a los trabajadores formales y un ingreso de emergencia a los no formales; y asistencia crediticia a las Pymes para que sobrevivan); una tercera, que es necesaria para que fragüen las dos anteriores: un relato desde lo humano, desde la jerarquía de la existencia, un mensaje humanista, de base cristiana, con el que buena parte de la población interpreta la realidad en curso; y un cuarto, que permite abrir las oídos: el uso de un tono casi docente, llano, explicativo, directo, desde el sentido común.
Desde ese lugar desactivó la bomba de tiempo que le instalaron los sectores económicos, que no sólo intentaron discutirle el curso de estas políticas por la reducción de ganancia, sino porque observan que la pandemia lleva al barco hacía una revalorización de lo público (como acción colectiva) por sobre lo privado. La solidaridad no es sólo ayudar al otro, en economía es la prevalencia del Estado por sobre el mercado. Analizan que la brecha que el COVID-19 le abrirá a la globalización financiera será tal, que renacerán políticas donde lo público (estatal) dominará la escena. En última, es más que obvio que sin un sistema sanitario acorde, la vida no vale nada. Y lo que demuestra esta crisis, es que la fortuna que el país gasta en la salud privada sirve casi para nada frente al COVID-19. Esa percepción general, es la que disparó el pánico en los sectores económicos dominantes argentinos.
Hay una segunda lectura: el esfuerzo económico para enfrentar al COVID-19 tendrá dos hechos concretos, se financiará con recursos estatales -déficit presupuestario- y no pago de la deuda externa -para la que no habrá recursos suficientes-. La previsión de Moody’s para la economía argentina es de una caída de 3,9% en 2020, pero Goldman Sachs considera que la contracción de la economía española será de casi el 10%. Un empresario que habló con este medio, se preguntaba: “¿La reducción del PBI será de sólo 3,9% o se parecerá más a la situación de España? Para mí será más parecido al escenario europeo”. Una oración de Fernández sobre su rol como Jefe de Gabinete del ex presidente Néstor Kirchner parece darle la razón a este empresario: “La economía se levantó después de las crisis de 2001/2002”. Vale recordar que, en aquellas crisis, el PBI se derrumbó casi un 10%.
Sin embargo, el presidente no es un peronista del sector “populista”. Ejercita la posición de “extremo centro”. Por eso, esperar decisiones fuera de ese contexto, no parece realista. Más bien, es consciente que el COVID-19 cambiará muchas cosas en el mundo, entre ellas, el escenario. Para poder ver ese nuevo mapa, entiende que primero debe sobrevivir a esta crisis.
Un diputado cercano a un gobernador de provincia que tiene diálogo con el circulo de decisiones del presidente, dice que “Alberto le teme a una crisis del estilo de España o Italia. Por eso fue a la cuarentena. Cree que una situación así, haría estallar el país. La otra crisis potencial, es en el Conurbano y los cinturones de pobreza de las grandes ciudades, pero sobre todo el Gran Buenos Aires. Por eso la ayuda económica y alimentaria va hacía ahí sin mediaciones y será a discreción. La monitorea él o su gente de confianza. Entiende que no hay economía sin gente. En eso, es como el Papa Francisco”.
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