Pedro Saborido cuenta que en los asados, de la parrilla se encarga Diego Capusotto. “Soy un analfabeto de la carne, no sé cuando un corte tiene hueso”.
Al escuchar la voz de Pedro Saborido surge por un instante la confusión de creer que se está hablando con Juan Domingo Perón. Al menos, el del sketch de Peter Capusotto y sus videos. Es que Saborido, además de ser el guionista del programa, presta su panza, sus manos o aparece de espaldas para completar las creaciones del programa que creó junto a su amigo Diego Capussotto. Así funciona esta dupla que hace reír con su humor absurdo desde 2006.
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No aparecer en la pantalla es una decisión consciente. “No me juna nadie”, dice mientras camina tranquilo por la ciudad de Córdoba, convencido de que nadie parará a saludarlo. “Me es más cómodo, me da libertad para trabajar. Si tuviera exposición lo haría menos relajado”.
Siempre estuvo del otro lado, incluso antes de dedicarse profesionalmente al humor. Intentó ser cineasta, participó como técnico de sonido en las películas Los chicos de la guerra y Esperando la carroza, también quiso ser periodista, pero uno requería de mucho tiempo y lo otro era demasiada inmediatez. Entonces, se dio cuenta que en su adolescencia era el que hacía reír y lo convirtió en su oficio. “En un grupo de amigos, al gracioso se lo quiere. Nadie invita a un asado al existencialista”, aclara durante la charla a la que fue invitado en el marco de la Fiesta del Humor y el Choripán, el pasado sábado 22 de febrero. Antes de Peter Capusotto y sus videos, hizo humor político junto con Omar Quiroga en Radio Mitre, fue guionista de Tato Bores y luego formó parte de los ciclos Magazine For Fai, Delikatessen y Todo x 2 pesos. Lo suyo es contar historias, no le importa el formato o el género. Por eso, trabajó en televisión, radio, teatro, cine y escribió dos libros de cuentos: Una historia del fútbol en 43 cuentos y Una historia de peronismo.
Que lo confundan con su compañero no le molesta y asegura que no hay una fórmula que explique el éxito que rodea a personajes como Bombita Rodríguez, Pomelo o Violencia Rivas. Para que la creatividad no se agote entre ellos, dedican mucho tiempo y nada de marihuana. Lo importante del del proceso es contar con la lucidez para poder seleccionar qué vale la pena entre la lluvia de ideas. “Por otra parte, la manera que tenemos de evitar la rutina es cambiar el rito: salimos a caminar, vamos a un bar o modificamos el horario de trabajo”, le responde a un espectador durante la Chimi Charla.
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Entró al domo del Parque Sarmiento como uno más, vestido con una campera de jean, una gorra y sus característicos anteojos redondos, por los que se filtra la picardía de sus ojos. Reflejan que su cerebro es una máquina de inventar y el confirma cerrando cada comentario con una sonrisa.
No sólo habla de él, está atento de lo que pasa a su alrededor, observa y pregunta. Es un tipo tranquilo, que mastica cada pensamiento antes de convertirlo en palabras. Incluso se animó a autoanalizarse frente a los ingredientes para un choripán. ¿Qué pensás de la muerte’, le preguntó ENREDACCIÓN, luego de que las interferencias del micrófono le inspiraran varias bromas sobre la parca. “Pienso que no me voy a morir nunca, es tan linda la vida. Por eso siempre se me ocurren cosas que tienen que ver con prologar la existencia, pienso en un fantasma, no en un cajón”, confiesa. “Es más, sólo existo yo y todos ustedes son producto de mi mente”, bromea. Y todo el auditorio le cree tanto como lo desearía.
¿Qué pensás del humor cordobés?
Me parece un fenómeno la identificación que tienen, no hay otro humor provincial tan identificado. Es una marca. Por otro lado, veo que esa marca muchas veces supone algo interesante: El cordobés se ve obligado a ser gracioso, como si lo fueran por naturaleza. La tonada es alegre, pero el porteño ve a un cordobés y ya le dice contante un cuento. Se parte de la idea del humor sea una aptitud de todo cordobés y no es así.
Además, es un humor muy interesante, porque es una mirada irónica, es muy refrescante. Una mirada sobre sí mismos, los demás y el humano en general, que ayuda a mejorar la existencia.
¿El humor sirve para crear identidad?
Sí sirve, pero no hay que sobrestimar el humor, hay que tomarlo en su justa medida. Se supone que el hecho de tener humor sobre algo es una actitud inteligente, pero si humorísticamente se hace bullying, no se hace humor inteligente. El humor que sirve para aliviar un dolor está bien, pero evadirse de una realidad tampoco es inteligente. El humor en sí no es bueno ni malo, puedo servir para bien o para mal como cualquier cosa en la vida.
El humor cordobés tiene una mirada irónica. Una mirada sobre sí mismos, los demás y el humano en general, que ayuda a mejorar la existencia.
¿Cuál es el límite del humor?
Es el dolor del otro. Si alguien te dice que no le gusta o le molesta, ya está. Que la libertad de expresión de hacer o decir algo vale más que tu dolor. Uno tiene que tener la elegancia de parar cuando del otro lado hay una advertencia. No tiene que ver con la censura, tiene que ver con el dolor. No es un poder financiero o religioso el que te dice no te rías de mí, hablamos de personas que se sienten dañadas. Me parece que hay que valorar la correlación de fuerzas, reírte del más grandote que vos, no de alguien que sufre.
¿Te censuraron alguna vez?
No, jamás. Capaz me censuraron y no me di cuenta. Un día dejamos de hacer Tato Bores, no sé si lo fue, pero nadie explícitamente me dijo no hables de algo. Ni durante el gobierno de Menem ni de Alfonsín, ni de la Alianza, tuve problemas. Tal vez porque lo hice con determinada astucia, porque lo que hicimos siempre fue con una no frontalidad. Eso es hijo de la censura también, aprender a esquivarla.
Muchas veces hablamos con Mex Urtizberea y con Daniel Aráoz, que tuvimos una infancia con psicodelia, con The Beatles y con la dictadura militar. Entonces, muchas veces, el humor que hacemos es surrealista, fantástico, psicodélico y psicofármaco, un humor de características lisérgicas. Parte de eso tenía que ver con evadirte de la realidad, volar, esquivar la censura, irte para otro lado. Las nuevas generaciones del humor son más directas, encuentran menos resistencias. No critico lo de ahora, ni que antes era mejor, son distintas maneras.
¿Temés a envejecer como un rezongón?
Es una gran lucha transitar aceptando las cosas que van ocurriendo. Entiendo que a alguien le parezca mejor lo anterior, porque fue un mejor momento de esplendor. Más allá de que pueda consumir rock viejo, no voy a negar el hip hop o el rap, que cada uno haga lo que tiene que hacer. A cambio, no me quiero dejar llevar por el novedismo, sentirme obligado a lo nuevo. Que lo nuevo lo agarre el que lo quiera agarrar. Conviven y en esa convivencia me quiero salvar de vivir puteando por algo que dejo de ser. Al contrario, agradezco que haya sido. Es medio existencial y metafísico. Esa expresión de lamentarse de algo que fue no tiene agradecimiento, por eso salta la bronca.
¿El peronismo morirá algún día?
No depende de los peronistas, depende de los antiperonistas en la medida que no lo hagan más necesario. Los que lo hacen necesario, son los tipos que ajustan, recortan derechos, que hace que la vida sea algo difícil de sobrellevar, que no podés estar con tus hijos porque tenés que tener tres laburos, no podés acompañar a tus padres en una vejez digna porque no tenés plata para los remedios. Mientras estas cosas ocurren, más allá de las cagadas de los delincuentes –que también los hay del otro lado-, encuentren algo mejor que el peronismo para que la gente sea feliz. Pero es irremediable el peronismo en tanto siga existiendo la injustica. Es un poco más justo, como decía Perón, ni siquiera es de lo mejor, pero no es de lo peor, eso seguro.
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