Manolo Juárez descansará a la vera del Río Suquía, el lugar elegido por el pianista y compositor para esparcir sus cenizas. La inmortalidad ya la había conseguido con una extensa y valiosa obra musical que deja marcas tanto en el cancionero popular como en la música académica. Murió a los 83 años escuchando Chopin.
Tras su fallecimiento el pasado 25 de julio, su hija Mora concluyó la recuperación de todo su material discográfico, un trabajo que habían empezado juntos, pero que él no llegó a ver. “Mi objetivo fue que pudiera disfrutarse a si mismo. Él quería que la música sea conocida por las nuevas generaciones, era su motor”, le cuenta Mora a ENREDACCIÓN.
La discografía completa, además de artículos y fotografías, están disponibles en www.manolojuarez.com. El catálogo digital reúne trece discos remasterizados y recopilados, correspondientes a sus distintas formaciones, que incluyen sus producciones de folclore, tangos, obras de cámara, sinfónicas y para instrumentos. También, incorporaron sus composiciones para artes escénicas, grabaciones en vivo y una antología. En la década del ’50, se inició como pianista profesional y a los 17 años ya había sido premiado en Italia por su “Tríptico para piano”, pero su debut en un estudio de grabación fue en 1970 con el Trío Juárez. En toda su carrera, eclecticismo, originalidad y vanguardia, son palabras claves.
Mora y Manolo comenzaron a reunir el material en 2012, recuperando los derechos y rastreando álbumes descatalogados desde hacía bastante tiempo. Ella recuerda los momentos compartidos con mucho cariño porque escucharon música y conversaron cotidianamente, de algún modo, ensayando una despedida. “A partir de la investigación, con el archivo encontrado y del diálogo con él, todo toma otra dimensión, relacionada al camino del arte, una conducta de vida, donde todo se relaciona. No importaba la disciplina en la cual se desempeñara, sino que había un punto de común que atravesaba su obra, incluso su docencia. Eso fue impactante para mí, porque ahí lo vi como un artista importante para el cultura argentina, un gestor y un difusor”, cuenta la hija de Juárez sobre las sensaciones de ver el resultado. Manolo también fue docente y fundó la Escuela de Música Popular de Avellaneda en 1986, la primera de Latinoamérica dedicada al estudio de la música de raíz. Antes, en el ’56, creó la Asociación Argentina de Jóvenes Compositores y en el ’73, el Departamento de Música Sinfónica y de Cámara en SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores).
Además, dice que durante este proceso de recopilación, su padre estaba especialmente interesado en dos discos inéditos. Por un lado, uno grabado en el cambio de siglo con Manolo Juárez Quinteto, “un grupo muy power, super moderno, que a él le gustaba mucho. Quedaron las muestras de las grabaciones y hace unos años logramos reunirlas, hay cinco temas terminados. Le interesaba, porque con buen criterio, es un folclore muy moderno, de avanzada”, explica Mora. Y por otro, un registro del ’92 de Solo piano que el músico había descartado en su momento y hasta tiró la cinta a la basura. “Después, cuando nos mudamos de su estudio de San Telmo, la vi en el tacho y la agarré. Yo tenía 14 años y anduve con esa bolsa por todos lados donde iba. Recién el año pasado se materializó y es un disco divino. Lo escuchó y quedó sorprendido, no sólo por lo valioso, sino que escuchar algo que grabaste hace treinta años y habías tirado, es demencial”, y confiesa que nunca le reveló a su padre que había tenido escondido tal tesoro.
“Para mí hay en él una actitud rumiante, de volver siempre a la misma obra, sentirla como inconclusa y que es perfectible”.
¿Era muy exigente?
Sí. Creo que hay algo en la generación de mi viejo, como Gerardo Gandini, ese tipo de personajes sumamente cultos, muy formados y, que desde ese saber, eran muy exigentes consigo mismos. Manolo siempre tuvo esa actitud con su obra, hay cosas que no se estrenaron porque no le gustaban o no se sentía cómodo, y desaparecían. Con esa idea de autoexigencia, supongo, que hizo de su repertorio uno en random, que parece se repite, pero no. Para mí hay en él una actitud rumiante, de volver siempre a la misma obra, sentirla como inconclusa y que es perfectible. Ahí, hay algo su personalidad muy fuerte.
Hablas de un punto en común en todas sus facetas, ¿cuál es?
Ese punto en común es la conducta sobre lo ético, sobre la calidad en el arte, todos nos merecemos lo mejor de la música y de las expresiones artísticas. Además la lucha por los cambios, porque en alguien que modifica la forma de enseñanza en los ´70, desde su estudio particular, hay una actitud de cambio que mira hacia el futuro. Y ese cambio está en su música, es algo que vibra en él siempre.
¿Cuál es su legado?
Actuó desde lo más íntegro de él mismo, no pensando en lo inmediato sino en una obra de arte, y cuando alguien hace una obra de arte, lo hace sin pensar en el tiempo. Lo mismo con los cambios que generó. Este trabajo de recuperación de este material tiene que ver con continuar una línea del legado que dejó, pensando para nosotros y para futuras generaciones. Lo mejor que puedo hacer por su obra es dejarla inscripta y publicada. Esto entra en diálogo con todo el material encontrado, archivos que él atesoró, desde cosas de Andrés Chazarreta, hasta grabaciones charlando con Atahualpa Yupanqui o videos hablando con el Cuchi Leguizamón. Todo eso no es mío y él lo guardó por algo en particular, entonces también pasa a ser de todos. Desde otro lugar y con otra función, soy una continuadora.
“Actuó desde lo más íntegro de él mismo, no pensando en lo inmediato sino en una obra de arte”.
¿Qué te sorprendió del archivo encontrado?
Todo me sorprende, porque no lo esperaba ni lo tenía calculado. Además porque llega en momentos rarísimos. Por ejemplo, mandé a bajar de un casete un tema en vivo en un concierto del Teatro San Martín, pero el técnico –Gustavo Segal- lo dio vuelta y del otro lado apareció una charla con Atahualpa en su estudio sobre temas inéditos que le mostraba para que Manolo haga en sus recitales… ¡es maravilloso! En un VHS buscando imágenes para publicar, encuentro un almuerzo divino en su casa con el Cuchi. Luego, ordenando sus partituras, me encuentro una especia de atlas del folclore que se lo pasó Chazarreta a Mario Arnedo Gallo, quien luego se lo dedicó a Manolo, como para que él lo pase. Pero no llegó a dárselo a nadie. Si hay unas partituras de arreglos originales de “Ojos Negros” que le regaló Horacio Salgán a mi viejo, porque siempre contaba que fue el tema que lo impactó y el primer longplay que compró, y no lo encontrábamos. Entonces me decía “cuando aparezca eso a mí no corresponde, tiene que seguir su camino, hay que dárselo a Adrián Iaies”, quería que continuara la circulación.
¿Cómo era tu viejo en la intimidad?
Era muy familiero. Disfrutaba mucho estar en casa, comer en familia, ir al cine con mi mamá. Para él, su casa era lo más y siempre tuvo su estudio ahí. Además, era un tipo muy importante para sus amigos, porque era muy amiguero. Lo caracterizaba que fue un tipo de barrio, era semejante personaje y, en San Telmo, tomaba mate con el diariero. No te olvides que era cordobés y su familia era de Córdoba, eso te vibra. Después vivió en Villa del Parque y el barrio te transforma para siempre.
¿Con Córdoba que relación tenía?
En su infancia iba todo los veranos. En el archivo encontré unas fotos maravillosas de la ciudad de Córdoba en sus vacaciones. Después de grande, iba cada vez menos. Cuando hace dos años donamos obras y archivo de mi abuelo, el artista Horacio Juárez, al Museo Caraffa, para él fue muy importante, porque hubo como una cosa de ofrenda, de agradecimiento. Durante su vida no fue mucho, iba a dar clases o a tocar, no íbamos de veraneo, pero hay algo que está presente. Lo sentí cuando fuimos a la inauguración de la muestra, es algo que te tira, es lo inexplicable.
¿Crees que fue reconocido en vida?
Creo que fue alguien muy importante, como tantos otros en el país. Quizá en lo contemporáneo no fue comprendido de tal modo. Sin embargo, sus colegas, alumnos y personas afines, lo reconocen como un groso. En nuestra cultura y en Argentina se debe difundir más no solo a Manolo sino a todos los grandes como Horacio Salgán, Virgilio Espósito, Cuchi Leguizamón, ellos son los que siembran las bases de lo que sucede en la actualidad. No sabría decirte si fue mucho o poco reconocido, fue lo que es. Su actitud frente al arte, de luchar contra la corriente, como siempre decía, fue el propio camino que amó y, tal vez, su obra es por esa lucha.
“En Argentina se debe difundir más no solo a Manolo sino a todos los grandes”.
¿Se fue conforme con su obra?
Creo que sí, en el último tiempo pudimos hablarlo. Le gustaban más una etapas que otras, más un disco más que otros, lo cual es lógico, a todos nos pasa. Se sentía muy orgulloso del camino recorrido y su mayor orgullo era la docencia, es lo que más lo llenó de gratificaciones y fue su mayor desafío. También estaba contento de haber logrado una vida familiar, siempre decía que eso era lo más importante para él.
¿Le tenía miedo a la muerte?
Para nada. No creo que le haya tenido miedo nunca. En el último tiempo, con su enfermedad, empezamos a acercarnos a otros diálogos. Hubo un momento en que pude escucharlo, porque a veces el otro quiere hablar pero uno no está en condiciones de escuchar. Y en los últimos años, cuando me decía que no aguantaba más, que estaba cansado, porque el diálisis es muy desgastante, pude recibirlo y decirle acá estoy. Así pudo contarme donde querían que lo cremaran y donde esparcir su cenizas. Después, al poder sostenerle las manos en los últimos suspiros y acompañarlo en los minutos finales, todo empieza a tener otro sentido. Fue maravilloso permitirme ese diálogo y que él me lo haya ofrecido.
PROTOCOLO HUMANIZADO
Manolo Juárez falleció tras ser diagnosticado con COVID-19. Desde un primer momento, Mora comenzó reclamar por la necesidad de los pacientes de recibir acompañamiento. Incluso escribió una carta abierta luego de la muerte de su padre describiendo todo lo que había atravesado la familia y el sufrimiento de su papá.
Por eso, se sumó a la elaboración de un proyecto sobre los procesos humanizados de internación. “Protocolo Humanizado no es un proyecto complejo, intentamos que sea básico, aplicable y posible. Tiene sugerencias relacionadas a incorporar a los seres queridos o a las personas que son sostén en la vida cotidiana de quienes necesitan apoyo, personas con discapacidad o adultos mayores. En general, con este protocolo actual eso se dejó afuera”, explica.
Esta iniciativa se encuentra a disposición de ambas cámaras legislativas, pero sin respuesta favorable. “Escribimos tres veces a la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, para que tomen nuestra propuesta o la del CONICET o cualquiera, porque nos siguen llegando historias de desesperación en el país. El DNU del presidente Fernández no alcanza, porque no todas las provincias se acoplaron a la legislación de permitir el acompañamiento. Hemos tenido algunas respuestas de diputados, pero la comisión no abrió el debate para crear una ley de procedimientos más humanizados”.
Mora sostiene que la pandemia deja abierta la reflexión respecto de los procesos de internación y de salud. “Queda para pensar por qué el sistema de salud deja afuera instancias para que uno decida cómo quiere morir y el último tratamiento que quiere soportar. Para esto hay que hablar con sinceridad porque es hablar de la muerte”.
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