El campeón mundial de boxeo de los pesos pesados, Muhammad Alí, acaso el deportista más grande de todos los tiempos, hubiera cumplido este lunes 17, 80 años. Su historia es fantástica, y sus convicciones también: “Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Alí, un hombre libre”.
Nació en Louisville, estado de Kentucky, un 17 de enero de 1942. Fue el primer boxeador en consagrarse tres veces campeón mundial entre los pesos pesados.
Pero su condición, quizás, de “más grande deportista” entre todos los que lo precedieron y lo sucedieron estriba en el hecho de que Alí modificó la manera de entender lo contextual. Fue un adelantado y comprendió antes que nadie el entretejido de relaciones entre la difusión de su actividad y la participación de los distintos soportes periodísticos.
Además, Alí resultó el primer protagonista del deporte que “se plantó” a las corporaciones, al poder establecido. Diego Maradona fue un ejemplo posterior de comportamiento similar.
En el caso del múltiple campeón de boxeo, desafío a Estados Unidos y su Ejército cuando se negó a ir a la guerra de Vietnam, en 1967.
Por aquellos años, Clay (tal como se lo conocía por esos días) ya había disfrutado de las mieles del éxito y se había consagrado campeón del mundo, tras derrotar a Sonny Liston, por nocaut, en febrero de 1964.
Alí no sólo rehusó ir a combatir a territorio asiático sino que argumentó los motivos por los cuales no concurría: “Ningún pacifista puede alentar la guerra”, dijo, cuando ya había abrazado la religión musulmana y los líderes negros Malcolm X y Elijah Muhammad se erigían en sus referencias.
ASÍ BOXEABA ALÍ
El Estado norteamericano respondió como se presumía que lo haría: le retiró el título del mundo de los pesados, la Justicia lo condenó a cinco años de prisión en suspenso y la prensa lo fustigó con dureza, cuando tiempo antes había reconocido sus cualidades de boxeador.
“Yo soy negro, ¿qué me puede ocurrir? ¿Si temo ir a prisión? Cómo voy a temer si hace 400 años que la gente de mi raza no es libre?”, desafió Alí, para dar cuenta de las persecuciones racistas que sufrían los afroamericanos, con el Ku Klux Klan vigente y los Estados Unidos en “ebullición pura”.
Esa declaración fue, quizás, el primer eslabón de una cadena sustentada en la coherencia y en la fortaleza de sus convicciones.
Trabajó como nunca para recuperar el cetro mundial que le pertenecía (“Odio el entrenamiento, pero me digo sufre ahora y vivirás el resto como un verdadero campeón”, aseveró) y en la ex Zaire (hoy República Democrática del Congo), en el corazón de una África indómita, en octubre de 1974, tuvo su chance y no la desperdició.
En una ciudad de Kinshasa convulsionada por el acontecimiento de “recibir una pelea de campeonato del mundo de los pesados”, Alí volvió a ser “Rey”, cuando venció por nocaut en el octavo asalto a George Foreman, desplegando sobre el cuadrilátero parte de ese arsenal boxístico que identificó su carrera: capacidad para pegar aún en retroceso, el juego de piernas necesario para bailotear sobre el ring como ninguno y esa justeza para colocar golpes potentes que minaban las resistencias de los rivales.
El público congoleño lo adoptó como ídolo porque vio qué él “mejor que nadie” iba a convertirse en “el protector de los derechos de los negros”. El ya mítico grito “Alí Bomayé!” (“Alí mátalo”, la traducción) atronó en el estadio 20 de Mayo, colmado por más de 100 mil personas, con el dictador Mobutu Sese Seko como testigo privilegiado.
Con su mentor y maestro Ángelo Dundee en la esquina, Alí desplegó un plan de pelea perfecto: desgastó a Foreman, lo cansó y lo tumbó en el octavo round. Cuando las cámaras de la TV lo enfocaban, una vez consumado el triunfo, repetía a quién quisiera: “I’m the Greatest” (“Soy el más grande”).
Disputó 61 peleas y ganó 56 (37 de ellas por la vía rápida). Entre sus vencidos figuraron el argentino Oscar “Ringo” Bonavena, a quien superó por nocaut en el decimoquinto asalto, en el Madison Square Garden de Nueva York, allá por diciembre de 1970.
Ya retirado y con el mal de Parkinson que lo afectó hasta su muerte, ocurrida el 3 de junio de 2016, el boxeador tuvo un reconocimiento de los estamentos oficiales de su país que tiempo antes lo habían combatido con fiereza.
En 1996, la organización de los Juegos Olímpicos de Atlanta lo eligió para encender el pebetero y declarar inaugurada la competencia. Una distinción tardía.
Otro reconocimiento llegó en 1997, en Hollywood, cuando el documental “When we were Kings” (“Cuando éramos reyes”), de Leon Gast, obtuvo un Oscar.
El film, basado en la épica pelea que protagonizó con Foreman en Kinshasa, fue galardonado y allí estaba él, junto a George, ahora transformado en “mi amigo”, tal como aseveró.
Con dificultades por la enfermedad que lo aquejaba, Alí subió al escenario, agradeció y descerrajó la frase que todos querían escuchar: “Todavía sigo siendo el más Grande”.
VER ALÍ EN LA HABANA, POR GAY TALESE, EN PANIKO.CL.
Por Adolfo Morales / Télam.
>> ALÍ EN FRASES
Las siguientes son algunas de las frases más destacadas que enarboló Muhammad Alí, un verdadero referente social para su generación.
-“Cuando eres tan grandioso como yo, es difícil ser humilde”.
-“Los campeones no se hacen en gimnasios. Están hechos de algo inmaterial que está muy dentro de ellos. Es un sueño, un deseo, una visión”.
-“Una persona que ve la vida a los 50 años igual a los 20, ha desperdiciado 30 años de vida”.
-“Soy un sabio del boxeo, un científico del boxeo. Soy un maestro del baile, un verdadero artista del ring”.
-“Soy tan rápido que cuando apago la luz me meto en la cama antes de que todo el cuarto esté a oscuras”.
-“Soy musulmán, soy boxeador, un hombre que busca la verdad. No estaría representando al Islam si fuese un terrorista. Todo el mundo debe conocer la verdad: Islam es paz”.
-“Ríos, lagos, lagunas y arroyos, todos tienen nombres diferentes pero todos contienen agua. Así son las religiones: todas contienen verdades”.
-“No cuentes los días, haz que los días cuenten”.
-“Dios me está haciendo ver que soy un hombre como cualquiera. Y te lo está haciendo ver a ti, también. Puedes aprender de lo que me sucede”.
-“Soy América. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí. Negro, seguro de mí mismo. Engreído, es mi nombre, no el de ustedes; mi religión, no la de ustedes”.
> TÉLAM.
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