En el acervo popular se suele definir a la política como el arte de gobernar. Lo correcto sería: “La capacidad de gobernar bien un país buscando el bienestar general”. Eso solo se logra con atributos propios de la buena gobernanza: eficiencia, honestidad, liderazgo, apego a la trasparencia en el uso de los recursos públicos, espíritu de servicio, ser visionario, innovador, buen estratega al proponerse objetivos y lograr alcanzarlos. La política así gestionada tiende a perfeccionar el Estado, ordenador jurídico e institucional de la sociedad en un territorio determinado. Negar o defenestrar ambas cosas, a mi humilde entender, en una falacia, cargada de hipocresía y propia de obtusos. Ese desprecio por la política y pretender reducir al Estado a su máxima expresión fueron elementos fuertes para que Javier Milei pudiera obtener visibilidad publica y pasar, de un ser un outsider de la política, con alardes de economista de dudosa comprobación, a presidente de Argentina.

La permanente mención a Rothbard o Hoppe, quienes pasaron a la historia sin demasiado éxito, y solo por ser ambos abiertamente contrarios a la Democracia o, en el caso del primero por sus eternas discrepancias con Keynes, le permitió ganarse el interés de la prensa. Reducir el análisis de este fenómeno a la exitosa estrategia en la utilización de las redes, a un discurso disruptivo y violento capaz de seducir a millones de jóvenes sin diferencia de status social o económico que buscaron algo diferente a las reiteradas frustraciones de sus padres que les dejaron los anteriores gobiernos, y si sólo nos quedamos en que es un cambio de época y lo novedoso y disruptivo pudo sobre lo tradicional, erramos el análisis. Convengamos que toda la dirigencia política tradicional le hemos fallado a la sociedad, no solo con discursos sin contenidos, promesas incumplidas, y mucha corrupción, utilizando los recursos del Estado en beneficio propio. Sino con la falta de políticas públicas destinadas mejorar el bienestar general. El ascenso social solo para los funcionarios. Con sueldos propios de un euro-diputado frente a una sociedad donde la pobreza estructural supera el 55%. Funcionarios que por décadas han ido dejando en la función pública familiares, amigos, punteros. intercambio de favores entre gobierno y oposición. Con un Estado elefantiásico y miles de empleados en la administración del estado sin cumplir función alguna, ingreso sin concurso, solo por “acomodo político”. Y entonces aparece la palabra mágica para Milei. “Ellos son la Casta”.

Y así lo entendió la gente. Casta: sinónimo de “privilegiados” y aunque cuesta y duela entender, el resultado estaba cantado. No podía ser otro. Aunque Milei no tardó en rodearse de la “maldita casta” apenas asumió. Pero en el imaginario popular esa palabra pegó fuerte. Los privilegios para los funcionarios y el penar, la incertidumbre, la inseguridad, el desempleo para la gente común que con justa razón buscó lo diferente. Sumado a esto, la crisis de los partidos políticos, pilar y sostén de la democracia. Los partidos que lideraron, Illia, Alfonsín, Alicia Moreau de Justo, Alfredo Palacios, Frondizi ya no existen. Los fueron, poco a poco, vaciando de contenido, de debates, de propuestas, de formación de nuevas generaciones. Desaparecieron los principios fundacionales de los mismos, los programas de gobierno y el debate público perdió calidad, se volvió frívolo. La dirigencia tradicional se encargó de romper todo. Y entonces (aunque mi voto fue en blanco, al no encontrar atributos personales y coincidencia ideológica en la oferta electoral) bien ganado tiene ese lugar Javier Milei. También es endeble el argumento que la derecha se está imponiendo en varios países del mundo, y eso repercutió en Argentina. Los candidatos que responden a ese pensamiento forman parte de partidos fuertes con ideologías definidas. Y cuando gestionan con los atributos a los que refiero suelen ser exitosos, coincidamos o no con esa tendencia.
Milei se siente un idéntico respecto de Trump o Meloni. Vaya error. El por segunda vez presidente de los Estados Unidos es un experimentado y exitoso empresario, aunque de dudosa reputación, tiene el respaldo del Partido Republicano de larga trayectoria, con experiencia de gestión, que no desprecia al Estado, (por lo menos al que le toca gobernar), al contrario, el histórico proteccionismo aplicado por el país del norte es innegociable, como su tendencia expansionista. Meloni líder de la extrema derecha italiana, comenzó su militancia política a los 15 años, y fue una de las ministras más jóvenes del país. Experiencia, expertise y formación política. Al Estado le asigna un rol propio de la derecha, pero sin desconocer su importancia en términos de algunos servicios básicos para la sociedad.
Milei es otra cosa, difícil de definir en términos políticos Trata a periodistas respetados y de larga trayectoria de ensobrados, desprecia la libertad de expresión, y califica a los opositores de comunistas asquerosos, (hasta que arregla con ellos y dejan de serlo). Sostuvo que Raúl Alfonsín fue un golpista ante el imperdonable silencio de la UCR. Se autodefine libertario de derecha, aunque sus discursos son contrarios al liberalismo de verdad. Cosas curiosas ocurren en Argentina. Por trayectoria y pertenencia partidaria, los tres candidatos que disputaron las PASO pueden ubicarse ideológicamente en la derecha. Massa, otrora militante y dirigente de la UCD, al igual que el anterior presidente. El PJ es claramente un partido verticalista, lejos de la social democracia, populista de derecha, aunque en el relato se definan de otra manera.
Sin gestionar la política en su más estricto concepto y esencia, sin un Estado cumpliendo con excelencia el rol que le compete, sin partidos fuertes y serios comprometidos con una democracia de calidad, seguiremos siendo una republíqueta de cuarta, aunque el presidente diga, sin sonrojarse que está protagonizando los hechos jamás vistos en la historia de la humanidad… como si alguien supiera con certeza cuando comenzó la misma y que ocurrió durante los siglos que lleva su existencia. No solo subestima nuestra inteligencia, sino que decepciona a quienes prestamos mucha atención a cada cosa que dice porque, en definitiva, está en sus manos el destino de nuestro país y el de la gran mayoría de los argentinos.
* Griselda Baldata. Diputada Nacional (MC).
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