Consciente de sus logros -una economía que comienza a recuperarse y una vacunación exitosa-, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llamó ayer al Congreso a aprobar un plan de inversión pública “como solo se hace una vez en una generación” para ampliar la educación gratuita, crear millones de puestos de trabajo, reducir la pobreza infantil y garantizar que las grandes empresas y fortunas del país “paguen lo que es justo”.
Biden dio su primer discurso en una sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso, a solo horas de cumplir los primeros 100 días de su Gobierno, ante un auditorio reducido -unos 200 legisladores, tres miembros del gabinete y el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, todos con tapabocas- debido a las medidas sanitarias por el coronavirus y donde aún está fresco el recuerdo del ataque de simpatizantes del ex presidente Donald Trump en enero pasado.
“El país está avanzando de nuevo”, celebró Biden y puso como ejemplo la acelerada campaña de vacunación y el gigantesco paquete de estímulo de 1,9 billones de dólares que aprobó en el Congreso con el apoyo completo de las bancadas oficialistas y ningún voto opositor.
Sobre el primer punto, destacó que este miércoles Estados Unidos habrá administrado más de 220 millones de dosis de vacunas contra la Covid-19 y destacó tres logros concretos: “Hoy el 90% de los estadounidenses viven a menos de 5 millas (poco más de ocho kilómetros) de un centro de vacunación, 70% de los mayores de 75 años están completamente protegidos y más de la mitad de los adultos en el país tienen al menos una dosis”.
Aunque prometió seguir avanzando con rapidez en la vacunación, fue sobre el segundo punto que hizo énfasis anoche.
“El FMI estimó que nuestra economía crecerá un 6%. Estados Unidos está avanzando y no podemos detenernos ahora. Estamos en un momento de inflexión frente a la competencia de países como China”, aseguró y, por eso, propuso:
“Tenemos que hacer una inversión como la que solo se hace una vez en una generación.”
Volvió a pedir que el Congreso apruebe el ambicioso plan para modernizar y ampliar la infraestructura nacional de 2,3 billones de dólares que ya presentó y sumó otras dos iniciativas millonarias: un plan nacional para crear trabajos y un plan para las familias estadounidenses.
“Todas las inversiones dedicadas a crear puestos de trabajo tendrán un principio base: comprar productos nacionales”, prometió y también presentó su agenda ambiental bajo el mismo prisma: “Por primera vez enfrentamos el desafío del cambio climático con la palabra correcta: trabajos”.
El mandatario también prometió que estos nuevos puestos de trabajo no dejarán a la población de menores recursos y que no suelen poder alcanzar una educación superior afuera.
“Vamos a garantizar mejor acceso a una mejor educación”, prometió al presentar su plan para las familias estadounidenses y destacó dos puntos: un recorte impositivo por cada hijo y cuatro años más de educación gratuita, para la primera edad -niños de tres y cuatro años- y para al menos dos años de colegios superiores comunitarios, después de la secundaria.
Una y otra vez, Biden fue claro en a quiénes estarán dirigidas estas políticas.
“Hay buena gente en Wall Street, pero Wall Street no construyó este país, la clase media construyó este país y los sindicatos ayudaron a construir la clase media”, aseguró y agregó: “Es tiempo que los empresarios y las personas más ricas del país empiecen a pagar su parte, lo que es justo.”
Repitió su promesa de campaña de no aumentar los impuestos a los que ganan menos de 400.000 dólares anuales y pidió volver a la carga impositiva para las grandes fortunas que existía durante el Gobierno republicano de George W. Bush y que modificó Trump en su reforma tributaria.
“No quiero castigar a nadie, pero no voy a gravar aún más a la clase media trabajadora. Ya pagan demasiado”, justificó el mandatario.
Pese a que sus principales propuestas son rechazadas tajantemente por la oposición republicana por considerarlas muy caras y “anti-empresariales”, Biden intentó mostrarse moderado y optimista sobre posibles consensos para conseguir reformas contra el racismo institucional, para legalizar a millones de inmigrantes y para prohibir armas de tipo militar.
“La amenaza terrorista más letal para Estados Unidos hoy es el terrorismo supremacista blanco”, sentenció el mandatario en una de sus definiciones más fuertes del nivel de violencia política que desnudó el Gobierno de su antecesor.
Habló de unidad, evitó cualquier crítica o ataque a los republicanos y, en una de las pocas referencias a la política exterior del país -por fuera de algunas referencias negativas de Rusia y China- destacó la necesidad de “volver a demostrarle al mundo que Estados Unidos está de vuelta para liderar”.
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