El médico infectólogo, Hugo Pizzi, dice que teme perder la compostura cuando ve en la calle personas sin barbijo, no respetando el distanciamiento social o haciendo cualquier otra cosa menos cuidarse. “Hay más de ocho cuadras de gente para hisoparse y ya no quieren decir por qué van a testarse. Salvo excepciones, no parecen trabajadores, son fiesteros que estuvieron de ‘joda’ la noche anterior, se asustaron porque le contaron que un amigo está enfermo y quieren saber”, le comenta el epidemiólogo cordobés a ENREDACCIÓN.
En Córdoba, la cantidad de nuevos casos es preocupante. No cesan los contagios y el porcentaje de ocupación de camas críticas supera el 85 por ciento. “Por los que no cumplen, vamos a tener que seguir confinados cinco meses más”, sentencia el médico y es claro: “Nos salvará la vacuna, pero también la disciplina”.
Inmunidad prolongada
Con la pandemia en curso, ni bien comenzó la campaña de vacunación en Argentina, la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) se dedicó a estudiar la protección que generaba la Sputnik V. “Se llegó a la conclusión que con la primera dosis se producía un 85 por ciento de inmunidad y con la segunda, se alcanzaba un 99,56 por ciento. Pero lo que más llamó la atención es la cantidad de anticuerpos que se producían cuando se les colocaron las dos dosis de la vacuna a personas que habían padecido la enfermedad”, explica Pizzi, quien asesora al Gobierno de Córdoba.
Cuando una persona se enferma, en ese primer ataque ingresan millones de virus y hay dos opciones: la muerte o la cura. “Si se supera la enfermedad, el organismo identifica al agresor y la célula de memoria inmunológica, inmediatamente lo pone como en una biblioteca con todas sus características. Al vacunar ponés una fracción del virus, entonces si es alguien recuperado del COVID-19 es vacunado, el organismo inmediatamente recuerda todo y lo reafirma. Lógicamente, el tenor de los anticuerpos, tan sólido, equilibrado y armónico, hace pensar que no son pocos meses, sino que son formas de inmunidad prolongadas”. Según el médico infectólogo, se trata de células longevas, que pueden durar más de treinta años, por eso se infiere que el organismo podrá defenderse al tener ese recuerdo inmunológico. “Hay que seguir viendo y estudiando, es una enfermedad nueva, estamos aprendiendo todos los días. Los estudios nos ayudan a pensar que no será cortita la cosa, sino una inmunidad prolongada en el tiempo, sin hablar de meses ni años, aunque sí es real que no dura tres meses”.
Además indica que si bien la investigación se realizó con la vacuna rusa, porque fue la primera en arribar al país, se estima que son resultados que se pueden extender a las AstraZeneca y a la Sinopharm. “Las tres son muy buenas y neutralizan las tres variantes que azotan en Argentina”, aclara Pizzi. Al momento de esta entrevista, todavía no se hablaba del ingreso de la cepa india.
Las pandemias que se vienen
Pizzi no avizora un futuro esperanzador. Aún cuando el COVID-19 lograra controlarse, si la humanidad continúa comportándose de esta manera arrasadora con el medio ambiente, ésta no será la última pandemia. “Se agrede tanto a la naturaleza que se rompen los ecosistemas y los hábitats de los animales. Entonces, para sobrevivir vienen a las ciudades y llegan con virus y hongos”, describe. En el caso de los murciélagos, acusados de haber provocado esta enfermedad, en la escala zoológica poseen sesenta tipos de virus. Por eso, insiste en que mientras más crezca la barrera agrícola, cuanto más se destruyan los bosques nativos, más se desforeste, los contextos pandémicos serán figuritas repetidas del mañana.
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