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Elegir, como proclama pendenciera

(Imagen ilustrativa).

Soy un sujeto que duda, muy seguido; diré que, a la hora de la definición, casi siempre. Por lo tanto, en este tema bien revuelto de las PASO y su necesidad en esta hora oscura y peligrosa por la peste incandescente, la decisión de aplazarla me sacude de interrogantes. Votar para seleccionar candidatos asoma tan alejado de las necesidades de subsistencia de millones de argentinos, que se vuelve imperativo desmenuzar la cuestión. Intento superar mi propio desconcierto para razonar sobre su conveniencia, porque se trata de un instrumento de participación popular que merece algo más que chicanas políticas; considerando también para su supresión o sostenimiento, que la política gestionada dentro de los espacios partidarios no ofreció las respuestas adecuadas a la salida de la carnicería que fuera la última dictadura cívico-militar. Y pasaron cuarenta años.

La pobreza escandalosa que padecemos; la desventura de seguir siendo un país dependiente y vulnerable; la falta de probidad del aparato político; la ausencia de independencia del aparato judicial; la riqueza obscena de la dirigencia, el empleo permanente de esa misma dirigencia, sin la zozobra de sus representados; la ruta pedregosa donde ponen a caminar descalzos siempre a los mismos, me releva de elogios impostados; eso de, atenuar la crítica para no caer en la “antipolítica”. La agencia política no pierde un día sin caerle a alguien al respecto de su propio fracaso, de modo que no veo razón para eludir planteos críticos.

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Lo dicho hasta aquí no impide que siga pensando en el acto de elegir como aquel gran momento de la democracia. Ahí, en ese espacio es donde el ciudadano emancipado de nervios ajenos o intereses corporativos se hace cargo del destino común; del proyecto de nación que después podría extraviarse (pasó demasiadas veces como para desestimarlo como fuente del desaliento), pero que en esos minutos se vuelve la razón de muchas prácticas posteriores, como el simple acto de protestar, lo que tanto ocupa a los medios masivos y tanto desvelo causa a los que creen que el de abajo tiene que aceptar lo resuelto porque la mayoría dirime y se terminó la discusión.

Bue…elegir. Elegir ya entre los elegidos a dedo no parece gran avance, me dirá alguno de ustedes; un grito marchito por la sordera incorregible; y al cronista se le harán papel mojado los argumentos, no podría estar menos de acuerdo. Así y todo. Levanto los trapos de ese leve acto, como que se trata de entrometerse, ¡qué sé yo!, molestar un poco a los que están muy cómodos, desorganizarle sus preferencias, atormentar un poco ese acuerdo de cúpulas con que sellan la convergencia, suena estimulante. Leve…de una PASO salió quien más tarde iba a disparar sobre el tejido social con la metralla del contubernio financiero, y una deuda delictual. MM.

Epec

Pero la peste abraza ahora como un fuego inclaudicable… ¿Cómo despejar el miedo al descontrol sanitario, en el marco de un acto participativo que nadie pedía a gritos antes de la ley?…

El dulce de leche, las huellas digitales, la birome…a la Bersuit se les escaparon las PASO, invento argentino; no existe país que obligue a participar en la selección de candidatos. Y si de reparos hablamos, sobran las críticas y es tibio el apoyo. Vulnera la autonomía de los partidos. El umbral de 1.5 por ciento proscribe. Divide las chances electorales. Somete a los que menos recursos tienen. Y quizás la crítica más repetida y certera: termina siendo una gran encuesta que pagan los contribuyentes.

Entonces, aferrado al que parece ser el único madero flotante en este mar de detractores, voy por lo que considero atributos de este instituto electoral: la promoción de la democracia en las organizaciones alentando la competencia interna. Tal vez no era homicida disponer su compromiso en la fase más aguda de la pandemia, considerando que se celebran elecciones en países tan lastimados como el nuestro. O que se habilitó en Semana Santa el turismo y el mercado todo: podemos comprar bien juntos, pero no podemos votar con arreglo a un dispositivo sanitario bien armado. Al cronista no lo convence mucho la pausa que pospuso; sin embargo, a favor de lo resuelto, habrá que considerar, de nuevo, que no somos una nación dispuesta a cumplir pactos que reposan sobre nuestro propio desempeño.

Resumiendo, más democracia galvaniza las chances de salir del atolladero en que metió al pueblo una comunidad política destemplada en la prédica contra el otro, y poco afecta a asumir responsabilidades en lo mucho mal hecho; o lo poco que se hizo como resultado de un “posibilismo” ya naturalizado. Con votar no alcanza, es brutalmente obvio. Toda organización de ciudadanos que ponga en tensión la representación asumida es necesaria. Ese control cruzado que las propias instituciones parecen haber cancelado en favor de los negocios de quienes protagonizan la vida política.

Esta grave derrota de los pueblos del mundo a manos de un virus, prefigura escenarios apocalípticos si dejamos de considerar la capacidad resiliente de sociedades como la nuestra, amanecidas después de grandes colapsos. Pero al autor le parece necesario atender además, a la hora de resignificar la democracia y ésta, las PASO, como un instrumento útil, que ya parece haber quedado atrás la hegemonía como instrumento de control de daños; o al menos, como paradigma para resolver estragos preexistentes. Repasemos a Grimson cuando informa lo que creo clave: “Mientras la hegemonía alfonsinista se constituyó en oposición a la dictadura, y la hegemonía menemista, en oposición a la hiperinflación como síntesis de la incapacidad estatal en la economía, la hegemonía kirchnerista se conformó en oposición a las consecuencias sociales del neoliberalismo”(1). En consecuencia, ninguna de estas construcciones anclaron definitivamente al país a un proyecto de futuro, subidos al vector del desarrollo. Lo menos que el gobernado debería pedirle al/los postulantes a gestionar los negocios públicos – se trate de quien se trate – es que morigere sus propias expectativas, al tiempo que suscriba un contrato de humildad. Estamos parados en una bomba de relojería que exigirá extremar los recursos intelectuales, políticos, estratégicos, y de carácter emocional, para que la tragedia social en desarrollo no escala alturas ingobernables.

(1) Alejandro Grimson, “¿Qué es el peronismo?”

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