“No todas convierten luz solar en materia orgánica con la misma eficiencia, ni se reproducen igual de rápido, ni consumen la misma cantidad de agua. Estas distintas capacidades dependen de rasgos físicos medibles en las plantas, y tienen un gran impacto en el funcionamiento de todo el ecosistema”, explicó Sandra Díaz tras conocer el fallo que la reconocía con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación. La bióloga de la Universidad Nacional de Córdoba e investigadora del CONICET, recibió esta distinción junto a sus compañeros Sandra Lavorel (Laboratorio de Ecología Alpina en Grenoble, Francia, y Landcare Research, en Lincoln, Nueva Zelanda) y Mark Westoby (Universidad Macquarie en Sidney, Australia), por “ampliar el concepto de biodiversidad”, a través de “su trabajo pionero para descubrir, describir y coordinar la medición de las características funcionales de las plantas”.
Díaz, junto a sus colegas, se dedica a relacionar la función de cada planta en el ecosistema con rasgos físicos medibles, como la altura, el tipo de hojas o el tamaño de sus semillas, es decir a medir la diversidad funcional de las plantas en los ecosistemas. A partir de los datos obtenidos, elaboraron una base de datos que hoy sirve a los investigadores para diseñar políticas que disminuyan el impacto del cambio global en los ecosistemas. El catálogo incluye unas 200.000 especies de todo el planeta, se llama TRY –en inglés “intento”- y surgió como proyecto en charlas informales cuando los tres se encontraban en congresos internacionales.
La “ecología de los rasgos” que han impulsado los investigadores está mejorando el diseño y la eficacia tanto de los estudios para identificar y cuantificar los beneficios de los ecosistemas para las personas, como los esfuerzos de conservación de la biodiversidad. Por eso, el jurado al premiarlos, resaltó que sus investigaciones han realizado “aportes extraordinarias a la descripción y preservación de la complejidad de la vida en la Tierra”.
También, el tipo de conocimiento que aporta el enfoque funcional que propone Díaz y equipo, se aplica al diseño de modelos para mejorar la adaptación de los ecosistemas al cambio climático. Por otra parte, se intenta establecer la relación entre los rasgos funcionales de las plantas y la producción de alimentos.
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